sábado, abril 27, 2024
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Pedro Casaldáliga: Rebelde con causa, subversivo con propuesta

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Encontrarse con Pedro y no quedarse enganchado en la magia de su rica personalidad es cosa bien difícil. Este punto de mira pretende ser el testimonio de recuerdos imborrables

  1. Encuentros que crean complicidad

Entre los estudiantes y profesores del Teologado Claretiano Latinoamericano de Salamanca, Pedro ya era suficientemente conocido por sus andanzas en Cataluña, Guinea Ecuatorial y Madrid. El nuevo aire que, con Maximino Cerezo y Teófilo Cabestrero, había dado a la revista Iris de Paz –hasta entonces una revista más bien de la Archicofradía del Corazón de María y de la Adoración Nocturna–, sintonizaba perfectamente con el ambiente conciliar y renovador de un centro de estudios como ese.

Un referente en el camino

Cuantos cursábamos el cuarto año de teología, a finales de la década de los setenta, habíamos reclamado insistentemente a Pedro para hacer con él los ejercicios espirituales de tránsito al diaconado. Desde el primer momento, me impactó su modo de hablar sereno y fluido, imaginativo y poético. Las meditaciones y charlas no se centraron mayormente en aquellos temas que, como los novísimos, tanto hartazgo nos causaba ya entonces a los jóvenes. En su lugar, Pedro se centró en el seguimiento de Jesús y su proyecto del Reino de Dios, en la presencia entre los pobres, en la Iglesia comunidad de comunidades, y, especialmente, en la presentación de María de Nazaret en la perspectiva del magníficat. A distancia de muchos años, mantengo aún aquellos días de Salamanca como un referente en mi camino.

Un testigo martirial

Mi segundo encuentro fue ya en el Mato Grosso en 2001, unos treinta años después. La joven Prelatura de Araguaia se preparaba en aquellos días para celebrar el 25 aniversario del martirio del P. Joao Bosco. Entre los miles de asistentes, llegados de muy diferentes rincones de mundo, estábamos un pequeño grupo de la Comunidad de Santo Tomás de Aquino de Madrid, que hemos mantenido, desde muy antiguo, una vinculación estrecha con Pedro. El P. Joao Bosco fue la primera vida matada, a la que seguirían otras muchas, por defender los Derechos Humanos en un contexto de opresión y esclavitud. La romería de “los Mártires de la Caminada”, cada cinco años, representa la reivindicación de “tantas sangres” derramadas, como había pedido Eli Wiesel, superviviente del Holocausto y premio de la paz 1986.[1]Cfr. Evaristo Villar, «La Iglesia de Sâo Félix, un ejemplo de regeneración en la Iglesia católica», en Pedro Casaldáliga, Homenaje en su jubilación episcopal, Nueva Utopía, 2003, pp. 65-77.

Pedro Casaldáliga: Rebelde con causa, subversivo con propuestaEn esta ocasión, y a petición de Pedro, mantuvimos, después del almuerzo y antes del inicio de la romería, un encuentro personal en el gimnasio de la prelatura. El encuentro fue largo y enjundioso. Yo representaba en aquel momento a otro colectivo muy querido por Pedro, “su comunidad enclave en Madrid”, constituida entonces por cinco personas (Rufino, Pepe, Jesús, Benjamín, Secundino y Evaristo) que, por falta de “parresia” y miedo a Roma de los superiores claretianos, habíamos sido forzados a abandonar la Congregación, consecuencia del “invierno eclesial” que siguió al Vaticano II. Durante 20 años esta “comunidad enclave” había dirigido la revista Misión Abierta con el objetivo de acercar la renovación conciliar a la Iglesia española, siempre nostálgica del pasado, y abrirla a la nueva Teología de la Liberación. Pero este noble objetivo acabó chocando con la nueva ortodoxia de la curia romana y Misión Abierta fue suprimida.

El interés de Pedro por saber de nosotros, de nuestra salud, de nuestra comunidad de vida, de las tereas de cada uno… parecía inagotable. Le interesaba conocer cómo estábamos superando el zarpazo del cierre de la revista. Sabedor del desamparo que suele acompañar siempre este tipo de rupturas, Pedro nos incardinó jurídicamente a la Prelatura y nos animaba a seguir unidos defendiendo las grandes causas del Reino.

Hablamos también de él mismo, del eco que estaban teniendo sus luchas contra el latifundio, sus escritos, sus poemas. Y, sobre todo, de las amenazas de muerte que estaba recibiendo desde que llegó al Mato Grosso. “¿Tú eres consciente, le pregunté, de la resonancia que estás teniendo en muchos lugares del mundo?” “Sí, claro. Pero estoy convencido de que ese reconocimiento viene de mi poesía”. “¿Solo de tu poesía?” … Y en estas, nos dieron las 17:00 horas. Momento para iniciar la romería.

 Una voz que grita en la floresta

El tercer encuentro es similar al que muchas otras personas han mantenido con Pedro. Me refiero a sus escritos, sus “cartas circulares”, etc. Cuando te sientes afectivamente vinculado a una persona, nada de lo que le afecta te resulta indiferente: Nos encontrábamos apoyando sus denuncias proféticas contra los latifundios, su defensa apasionadas de los indígenas y peones, de los indios y los negros.

Debo añadir a todo esto su defensa del equipo de Misión Abierta y su implicación en el nacimiento de la revista Éxodo. Después de más de 30 años, Éxodo mantiene aun el aliento y espíritu de Pedro. Dos años antes del “cerrojazo a Misión Abierta”, ya brutalmente amenazada, le escribía Pedro al superior General de los claretianos: “… me siento en el deber fraterno de escribirle esta carta… porque considero el problema muy mío, muy nuestro, muy de la Congregación, muy de la Iglesia… He leído –en reservado– el resumen de los informes de la Conferencia Episcopal Española sobre la revista. Por sus generalizaciones y por sus afirmaciones absolutas, me parecen inaceptables dichos informes. Cuando no calumniosos. O, en otros casos, incapaces de admitir pluralismo en la Teología, en la pastoral, en la Iglesia… Yo acompaño, desde el principio, a Misión Abierta… ese bello instrumento de pastoral claretiana” …

En el editorial de Numero Cero de Éxodo 1989, que aparecido inmediatamente para continuar Misión Abierta, decíamos: “La vida, como nos grita incesantemente la memoria, siempre acaba desbordando, como huracán incontenible, todos los montajes que pretenden “civilizarla, “desterrarla” o “silenciarla”.

Rebelde con causa, subversivo con propuesta

De estos encuentros con Pedro me ha quedado una imagen que creo muy cercana a la realidad. Como la “cruz sencilla y sin adornos” que pedía el poeta León Felipe (“desnuda… con los brazos en abrazo a la tierra, y el ástil disparándose a los cielos”), Pedro afirma que “la tierra es el único camino que puede llevarnos al cielo”.

Pedro Casaldáliga: Rebelde con causa, subversivo con propuestaCuantas y cuantos hemos contactado con Pedro tenemos la seguridad de haber encontrado una persona entrañable y muy firme en sus convicciones. Rebelde ante la magnitud de las causas y subversivo en las soluciones. Siempre diferente, creativo, sorprendente. “Yo siempre digo, cambiando la frase de Ortega y Gasset, que yo soy yo y mis causas, y mis causas valen más que mi vida».[2]Francecs Escribano, Descalzo sobre la tierra roja. Vida del obispo Pere Casaldáliga, Ed.Península, 2000, p. 194

Esta rebeldía o distinta forma de enfocar la vida quedan bien reflejadas en poemas como el siguiente: “Yo me atengo a lo dicho:/ La justicia, / a pesar de la ley y la costumbre, /a pesar del dinero y la limosna. La humildad, / para ser yo verdadero. La libertad, / para ser hombre. / Y la pobreza, para ser libre. La fe cristiana, para andar de noche, /y, sobre todo, para andar de día. /Y en todo, hermanos, /yo me atengo a lo dicho:/ ¡la esperanza!

Con Pedro Casaldáliga estamos tocando una de las personas más universalmente católicas e influyentes de las últimas décadas. Lo tenía muy claro Pablo VI cuando, ante las reiteradas amenazas de muerte, lanzadas por latifundistas y posseiros, reiteradas en torno a la humilde casa de Pedo, dijo solemnemente: “Quien toque a Pedro (obispo), toca a Pablo (papa)”. En este contexto, quiero expresar mi perplejidad ante el permanente silencio del papa Francisco antes y después de la muerte de Pedro.

Dios y los pobres fueron “el ástil y los brazos” que aglutinaron, como los dos mandamientos (Mt 22, 27), el rico despliegue de esta persona singular. “Todo es relativo excepto Dios y el hambre”, dejó dicho. Los demás elementos que completan el puzle de su imagen, siendo todos importantes, nacen como arroyos desde estos dos manantiales.

  1. Con los pobres de la tierra

Aquella mañana del sábado 14 de julio de 2001 nos habíamos concentrado varios cientos de internacionalistas en el gimnasio del Centro de pastoral de Sao Félix para escuchar de labios de Pedro la historia de su “compromiso con los últimos”.

El gimnasio estaba a rebosar y el relato de Pedro, cargado de anécdotas, fue amplio y matizado, no exento de ironía y hasta de ira contra la humillación de los pobres. Pedro es un relator ameno, creativo, sorprendente, novedoso. Nada se repite. Todo va como la seda.

El relato que sigue hasta el final del artículo se apoya en mis propias notas tomadas en vivo en el gimnasio de la Prelatura de Sao Félix de Araguaia el 14 de julio del 2001. He querido conservar, en lo posible, tanto el contenido como el vocabulario, poniendo en boca de Pedro el proceso de la Prelatura que, en gran medida, se identifica con su propia vida entre los últimos.

Con Pedro Casaldáliga  estamos tocando una  de las personas más  universalmente católicas e influyentes de las últimas décadas

Entre la dictadura y la guerrilla

Con Manuel Canuto y tres indios Xavantes, llegamos al Mato Grosso con el despertar de la juventud en los mayos del 68.

 En América Latina (AL) ya existía por aquel entonces un clima creciente de reivindicaciones y revoluciones. A veces se olvida que antes del 68 y de la misma Teología de la Liberación ya Pablo Freire predicaba, en un contexto sociopolítico revolucionario y educacional, su Pedagogía de la liberación. ¿Recordáis la canción “todas las sangres, todas”, inspirada en la novela de Arguedas?

Nos encontramos con las dictaduras militares y las guerrillas. En Brasil el gobierno, que se llamaba revolucionario, ¡qué ironía!, se había facultado para hacer todo lo que le viniera en gana: eliminaciones, adoctrinamientos través de los medios de comunicación… Solo permitía un pequeño resquicio a la Iglesia, pero silenciando o tergiversando cuanto políticamente no le favorecía.

 En proceso de inculturación y liberación

Religiosamente en AL se respiraba entonces un aire nuevo, fue la que mejor asimiló las provocaciones del Vaticano II. En este contexto de revolución y martirio surgió Medellín 68 como aplicación del Vaticano II que, en algunos aspectos, como el tema de los pobres, lo superó.

El cardenal Lercaro con otros 40 obispos, con Herder Cámara a la cabeza, quisieron plantar en el concilio, como tema central, la opción por los pobres. Pero la Iglesia no estaba madura para eso. Lo hicieron después en el famoso “Pacto de las Catacumbas”.

Religiosamente estábamos atravesando, pues, un momento de inculturación y liberación. He dicho a veces que, si el siglo pasado fue el de la formulación de los Derechos Humanos individuales, el xxi debería ser el de los derechos de los pueblos. Hasta hacer de la ONU un organismo capaz de coordinar la marcha del mundo; sin el estorbo de los vetos, que permiten al Imperio someter al resto del mundo a sus intereses.

 Mis dos primeras impresiones

Me impresionaron, primero, las distancias. Una mañana me dijeron en Nicaragua: “Monseñor, el viaje nos queda hoy un poco largo”. Como cuánto, le pregunto. “Como unas cuatro horas”. Y sonriendo pensé: cuatro horas en Brasil es como salir a la puerta de la calle. El superior claretiano de la provincia de Aragón, de la que yo procedo, me escribió al principio tres cartas y las tres llegaron juntas después de varios meses. La primera, sumamente cariñosa; la segunda, con cierta extrañeza; y la tercera era ya una recriminación seria: “¿Por qué no me contestas?” Hermano, le escribí, estamos en Mato Grosso.

Luego fue el desconcierto. ¿Y ahora qué hacemos, Manuel? Se nos echaban encima distancias infinitas por caminos mal arreglados, latifundios de miles de hectáreas, enfermedades de los indígenas y peones; cuatro cajas de zapatos nos llegaron en las primeras semanas con un niñito muerto en cada una… Le dije entonces a Manuel: o nos suicidamos y nos vamos directamente a la gloria, o nos vamos de aquí, o le buscamos a todo esto una solución inmediata. Y fue entonces cuando, por sorpresa, nos llegaron los primeros refuerzos. Varios estudiantes claretianos, providencialmente expulsados de la Congregación por un Superior Providencial un poco cerril, vinieron al Mato Grosso. Su llegada fue realmente providencial.

Si el siglo pasado fue el de la formulación de los Derechos Humanos individuales, el XXI debería ser el de los derechos de los pueblos

Cuatro escenarios y un mismo propósito

Desde su comienzo, en el 72, nos hemos centrado pastoralmente en cuatro escenarios (educación, salud, derechos humanos y la pastoral explícita –de la que no voy a hablar por ser suficientemente conocida–. Los llamamos “Campañas misioneras”.

Para la salud trajimos al P. Francisco Jentel, pues, en todo el Mato Grosso, solo contábamos con un médico como él en Santa Terezinha. Montamos ambulatorios en los lugares más céntricos y toda la Prelatura le ayudábamos. Yo mismo, sin ser médico ni enfermero, me guiaba por las contraindicaciones de los medicamentos. Cuando leía “no indicado para parturientas” y veía una barriga grande, la disuadía.

La educación. Programábamos la alfabetización para tres meses siguiendo el método Freire. Y era ésta una buena ocasión para descubrir los líderes populares, porque, frecuentemente, el primero que se presenta, más que un buen líder, suele ser un charlatán.

Pero, pronto, esta actividad fue objeto de represión. Los militares la tenían cogida con Paulo Freire: su método era subversivo. Esta obsesión los llevó a centrar en algunas palabras su represión. Así, mata, que traduce “la floresta de la Amazonía” y que –para las personas llegadas de regiones donde la sequía y el latifundio las había dejado sin tierra– era un paraíso, para los militares era una palabra maldita. Por un profeta popular sabían que, como los esclavos de Egipto cruzando el Mar Rojo, ellos tenían que atravesar el río Araguaia para encontrar la “bandera Verde”, su tierra prometida. Y mata significaba para ellos todo eso.

Si el siglo pasado fue el de la formulación de los Derechos Humanos individuales, el XXI debería ser el de los derechos de los pueblosUn aciago día, la policía federal me interrogó durante 16 horas. “¿Por qué usan ustedes la palabra mata?” Yo trataba de explicarle, pero no lograba convencerla. ”No, ustedes con esta palabra están llamando a la subversión y a la guerrilla”. La misma expresión bandera roja, el estandarte que se saca en la procesión del Corpus, era subversiva. Todo esto iba acabando con mi paciencia, hasta que exploté y le dije: ustedes, además de perversos, son estúpidos.

Pero, lo peor es que el desconocimiento estaba llegando hasta el Vaticano. En el prólogo que hizo Ernesto Cardenal a mi libro Tierra nuestra, libertad se dice que algunos muchachos y muchachas fueron torturados en sus genitales por haber encontrado en su poder el libro de Los Salmos de Ernesto. Pues bien, el cardenal Bagio le dijo un día a Helder Cámara que Casaldáliga había publicado un libro “herético y erótico”. “No, eminencia, apuesto a que usted no se ha leído el libro”. A lo que el cardenal respondió, “no, pero me lo han dicho”.

La defensa de la tierra. [3]Cfr. J. L. Vieites, Una fraternidad rebelde. Entrevista a Don Pedro Casaldáliga, en RIOS, Ed. Nueva Utopía, 2008, pp. 95-112. El latifundio mueve una maraña de personajes que te dejan perplejo: desde el dueño, que normalmente vive fuera y el corrector de tierras o agente de ventas, hasta los braceros, los capataces y los pistoleros, a los que llaman fiscales… ¡Un mundo verdaderamente kafkiano!

En el 70, cuando escribí Feudalismo y esclavitud en el norte del Mato Grosso, todavía no era obispo y era muy poco lo que podíamos hacer. Enviamos, con pocas esperanzas, alguna copia a la nunciatura, al gobernador del Mato Grosso, a los ministros de agricultura y de justicia y al jefe de la policía federal. Solo nos respondió el nuncio agradeciendo el celo pastoral y pidiéndonos que no lo publicáramos para no dañar la imagen del Brasil… Siempre he pensado que, en la Iglesia, nos preocupamos más de las imágenes que de los santos.

Si el siglo pasado fue el de la formulación de los Derechos Humanos individuales, el XXI debería ser el de los derechos de los pueblosEn 1972 nació el Consejo Indigenista Misionero (CIMI), reclamando a la Iglesia otro tipo de evangelización. La Prelatura tuvo mucho que ver con la presencia de los Hermanitos de Jesús o de Foucaul, que llevaban más de 50 años entre los indios Tapirapé. El CIMI marcó una línea nueva de presencia y solidaridad con las causas de los indígenas: su tierra, su salud, su cultura. De ahí surgieron la Misa de la tierra sin males y la Misa de los Quilombos.[4]Cfr. Zofia Marzec, Pedro de los pobres, Nueva Utopía, 2005, pp. 131-150..

En el 75, provocada por la Prelatura, se fundó la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) para hacer frente al capitalismo financiero que, con incentivos fiscales, había escogido la Amazonia para entrar brutalmente en el campo. Se instalaron múltiples haciendas a las que acompañaron grandes levas de peones que entraron, de inmediato, en conflicto con los posseiros. Ante este conflicto, en Gobierno brasileiro envió el ejército y a todas las fuerzas armadas, desde la policía militar hasta la federal. Y, sobre todo, al Servicio Nacional de Investigación (SIN) que, en realidad, era un cuerpo de represión camuflado.

Durante tres días y tres noches, uniendo trozos de papel, abandonados en un contenedor, logramos descubrir quiénes eran y cómo trabajaban. La Prelatura era para ellos un foco de la guerrilla, lo que demostraba su falta de profesionalidad o su mala fe porque en el Mato Grosso nunca hubo guerrilla. Hubo 70 guerrilleros en toda la Amazonia, principalmente en el vecino Estado de Pará, contra el que el Gobierno lanzó 20.000 efectivos, armados hasta con bombas Napalm. Mucha gente fue brutalmente represaliada, torturada o desaparecida. Descubrimos, por estos papeles, que nos aplicaban nombres de guerra a las personas que consideraban más peligrosas. A mí me llamaban “Palito eléctrico”.

Como habréis podido comprender, nuestra presencia entre los últimos ha estado siempre en peligro y en labores de suplencia. Desde la CPT y el CIMI siempre hemos estado dispuestos a acompañar, pero nunca a sustituir a las organizaciones campesinas, tribales, o sociales existentes.

  1. Al acecho del Reino

Mirando en retrospectiva, descubro que una fuerza superior ha venido llevándome de la mano, ¡y yo me he dejado llevar! Yo la llamo, con todo respeto para quienes no seáis creyentes, Dios.

Solo hay dos absolutos: Dios y el hambre

Lo cosa viene ya desde mi infancia en Balsareny: miembro de una familia católica de derechas y con la presencia dominante de mi tío Luis, matado por las milicias rojas en el 36. A esto añado mis primeras experiencias pastorales en Sabadell con los obreros, en Barcelona con los emigrantes, en Barbastro con la memoria de los muchos estudiantes claretianos matados en la guerra civil española, y en Madrid y Guinea Ecuatorial con los Cursillos de Cristiandad y la llamada del Tercer Mundo.[5]Cfr. Teófilo Cabestrero, «Pedro, misionero claretiano», en Benjamín Forcano (ed.), Pedro Casaldáliga. Homenaje de amigos, Nueva Utopía 2008, pp. 207-228. Llegado al Mato Grosso, el hambre y la esclavitud me golpearon como un puñetazo en los ojos.

Con esto por delante, he llegado a la conclusión de que, como los pies para caminar, hay dos absolutos que justifican mi vida: Dios y el hambre. Todo lo demás es relativo. Lo he repetido una y otra vez cuando me han preguntado: “¿qué queda de la Teología de la Liberación?” Yo siempre he dicho lo mismo: quedan Dios y los pobres.

Dios de los muchos nombres

Pero, a la vista de las múltiples representaciones que nos hacemos de Dios invisible, he llegado a dudar de “si mi Dios me impide ver a Dios”. Me ha impresionado siempre la descripción que hace el filósofo judeo-austriaco, Martín Buber, del uso que hacemos de la palabra Dios. “Dios, dice, es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan mutilada”. Y mi reacción siempre ha sido ésta: “dejemos a Dios que sea Dios”.

Como los pies para caminar, hay dos absolutos que justifican mi  vida: Dios y el hambre

Por poner un ejemplo, que ya conocéis, durante varias generaciones los católicos hemos ido cambiando de Dios a conveniencia: desde el exclusivismo, cuyo Dios solo salvaba en la Iglesia católica y el inclusivismo, donde todo lo de fuera humanamente bueno y justo — aunque viniera de un ateo— es “anónimamente” cristiano y católico… hasta el Dios liberador de la Teología de la Liberación y el del pluralismo religioso, hemos hecho cambios muy radicales. Por ajustada a la realidad, me gusta la expresión “Dios de los muchos nombres”, porque en cada etnia, raza, cultura, época, etc., Dios ha ido recibiendo espontáneamente un nombre distinto. Lo dejó poéticamente inmortalizado en un breve poema el poeta y dramaturgo griego Nikos Kazantzakis: “Le dije al almendro: ‘Hermano, háblame de Dios’. / Y el almendro se cubrió de flores”. Así también… con los muchos nombres de Dios.

El Dios que vamos haciendo

Voy a seguir con la poesía que, como veis, no tiene pudor para decir bellamente las verdades más verdaderas. Antonio Machado, al que siempre he considerado el poeta, se dirige a Dios de esta manera: “Yo he de hacerte, mi Dios / cual tú me hiciste. / Y para darte el alma que me diste / en mí te he de crear”. Profundo y verdadero, ¿no? Hay una certeza sobrecogedora en todo esto. Yo mismo escribí, en este sentido, un poemilla que, en el fondo, viene a decir algo similar. Lo titulé Mudar de Dios: “Para mudar de vida/ hay que mudar de Dios. / Hay que mudar de Dios/ para mudar de Iglesia /. Para mudar el Mundo / hay que mudar de Dios”. Y aun este otro: “Donde tú dices ley, / ¡yo digo Dios! / Donde tú dices paz, justicia, amor, / ¡yo digo Dios! / Donde tú dices Dios, / ¡yo digo libertad, justicia, / amor! Y es que a Dios nunca llegamos como se llega a un puerto o una meta ya fijada. Es como el horizonte que siempre se nos va desplazando más lejos. En realidad, si entendemos bien al poeta, a Dios lo vamos haciendo en el hacer de nuestra vida.

Descolonizar, desevangelizar a Dios

Yo he escrito en alguna ocasión que para “dejar a Dios que sea Dios” en AL necesitamos “descolonizarlo” y “desevangelizarlo”. Descolonizarlo, en el contexto colonizador de antes y de ahora, supone desprenderlo del ropaje imperial eurocéntrico y norteamericano que lo encubre, y, en su lugar, llegar a nombrarlo con nuestra propia cultura indígena, negra y criolla. Y desevangelizarlo es descolonizar el Evangelio, traído a AL envuelto en la cultura ibérica, y dejarlo en su frescura original, sin adornos ni añadidos que lo afean y pervierten.[6] Cfr.Juanjo Tamayo, Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra, Herder 2020, pp. 49-53.

La experiencia me ha venido demostrando que, con referencia a Dios, nunca es indiferente el lugar desde donde se plantea. Cabe decir que, mientras en los últimos decenios en Europa y Norteamérica se enfocaba este tema desde el diálogo con el humanismo ateo, en AL, con grandes mayorías cristianas y oprimidas, lo hacíamos desde la lucha contra los ídolos. Nuestro punto de partida no ha sido, como en el Primer Mundo, la reacción contra la secularización y el increencia, sino contra los ídolos que están ocultando el rostro del Dios verdadero. Porque, en estas tierras, hasta la miseria y la explotación aparecen recubiertas de una legitimación religiosa.

Yo tengo la impresión de que el Primer Mundo no ha superado aún el trauma que le dejó la afirmación de Nietzsche “Dios ha muerto” –que algunos filósofos han considerado “el final de la metafísica” o la desaparición del mundo suprasensible, en tanto que fuente y lugar único de los valores humanos–.[7]Cfr. Victoria Camps, Los teólogos de la muerte de Dios, Ed. Nova Terra 1968, pp. 11 y ss.

Jesús es la máxima solidaridad de Dios hacia la humanidad

Nuestros vecinos norteamericanos, los teólogos radicales o teólogos de la muerte de Dios, sin ir tan lejos –ellos no eran ateos– enfocaron las décadas 60 y 70 del pasado siglo no tanto como crisis de fe en Dios cuanto como “crisis radical del cristianismo“. El Dios que predica el cristianismo, decían, es hoy un Dios muerto. Y necesitamos, con Martín Buber, silenciar su nombre hasta encontrar al Dios verdadero. Entre tanto, en sintonía con Bonhoeffer, mártir del nazismo, disponernos a vivir un cristianismo arreligioso, viviendo en el mundo “etsi Deus non daretrur” (como si Dios no existiera).

Entre nosotros, en AL, el lugar o punto de partida no está tanto en el mundo de la increencia cuanto en la dependencia, la exclusión y la opresión. En este sentido, no es el silencio de Dios lo que necesitamos, sino la vuelta radical a las fuentes para enganchar, desde la Biblia, con un Dios antropomórfico, metido en la tierra –y que se va desvelando, como paradigma, en la historia de un pueblo–, y desde el Evangelio con el Dios de Jesús, profundamente humano, pobre, marginado, un Dios perseguido, excomulgado, condenado, ejecutado, muerto… Un Dios que está con nosotros (Enmanuel) y que, en Jesús, como dijo Pablo, manifiesta toda su humanidad y jovialidad. Jesús es la máxima solidaridad de Dios hacia la humanidad.

Para Jesús y el cristianismo solo hay un absoluto, el Reino de Dios

Llegados aquí, cuando ya la hora del almuerzo nos está pisando los talones, solo estas dos aclaraciones importantes. En primer lugar, quiero contextualizar, para el mundo cristiano, la afirmación de Dios como absoluto. Para nosotros como lo fue para Jesús, lo absoluto no es tanto Dios cuanto su proyecto para la humanidad y el cosmos. Su proyecto, al que Jesús se refirió siempre como el Reino de Dios, fue su gran causa y obsesión, porque, cuando Dios reina, toda la realidad, humanidad y cosmos, se revoluciona y transfigura espiritual y estructuralmente. Y la segunda, consecuencia de todo esto, es la vinculación profunda que nos une con todas las vidas y la misma tierra. Esta vinculación, profundamente sentida, nos ha llevado a la práctica del ecumenismo entre los cristianos, del pluralismo entre las religiones y el macroecumenismo hasta el increencia. Esto, que justifica mis repetidos viajes a Centroamérica y Cuba, ha sido causa mayor de mi llamada a Roma.

 

Notas

Notas
1 Cfr. Evaristo Villar, «La Iglesia de Sâo Félix, un ejemplo de regeneración en la Iglesia católica», en Pedro Casaldáliga, Homenaje en su jubilación episcopal, Nueva Utopía, 2003, pp. 65-77.
2 Francecs Escribano, Descalzo sobre la tierra roja. Vida del obispo Pere Casaldáliga, Ed.Península, 2000, p. 194
3 Cfr. J. L. Vieites, Una fraternidad rebelde. Entrevista a Don Pedro Casaldáliga, en RIOS, Ed. Nueva Utopía, 2008, pp. 95-112.
4 Cfr. Zofia Marzec, Pedro de los pobres, Nueva Utopía, 2005, pp. 131-150.
5 Cfr. Teófilo Cabestrero, «Pedro, misionero claretiano», en Benjamín Forcano (ed.), Pedro Casaldáliga. Homenaje de amigos, Nueva Utopía 2008, pp. 207-228.
6 Cfr.Juanjo Tamayo, Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra, Herder 2020, pp. 49-53.
7 Cfr. Victoria Camps, Los teólogos de la muerte de Dios, Ed. Nova Terra 1968, pp. 11 y ss.

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