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Vd. recibió en 1998 el premio Gaziel de biografías por la que dedicó a Pere Casaldáliga, escrita en catalán, y luego fue llevada al cine por Oriol Ferrer, en 2014, en castellano. ¿Qué le impulsó a escribirla a finales de los 90’? Y, desde su perspectiva, ¿qué pudo aportar la película casi veinte años después?
Todo está relacionado con el primer encuentro que tuve con Pere Casaldáliga. Fue en la primavera de 1985. Yo empezaba como reportero en una televisión, TV3, la Televisión de Catalunya, que también empezaba en aquel momento. Viajé a Brasil un poco por casualidad, si es que las casualidades existen. Nos ofrecieron unos billetes de avión y me tocaron a mí, aunque parezca una frivolidad, ocurrió así. Entonces, con la ilusión de viajar y conocer Brasil, sólo faltaba una cosa, encontrar un tema para el reportaje. Fue así como descubrí la existencia de un obispo catalán que vivía en un remoto lugar del Mato Grosso, que se había enfrentado a la dictadura militar, que estaba en lucha con los terratenientes y los oligarcas del país, que vivía amenazado de muerte y que era una de las figuras más preeminentes de la Teología de la Liberación. Con todo lo que había leído sobre él me hice una composición notable del personaje. Imaginé que iba a encontrarme con una figura descomunal, heroica… Una imagen idealizada que contrastó enormemente con la imagen real del hombre que me recibió en la puerta de su casa. No respondía a la imagen que tenía de lo que debía ser un obispo, tampoco se correspondía a la imagen arquetípica del héroe que combatía valientemente las injusticias. No. Aquel hombre que me recibió de manera amable y familiar tenía un aspecto frágil y sorprendentemente sencillo. Vestía como un campesino, de manera muy modesta; la única señal que marcaba la diferencia era la visible capucha de un bolígrafo de plástico que sobresalía del bolsillo de su camisa (con el tiempo descubriría que esa era, sin duda, una de sus armas más poderosas). Pero tengo que confesar que lo que más me sorprendió fue ver que iba prácticamente descalzo… Descalzo sobre aquella tierra roja del Araguaia… Así le recuerdo aún, descalzo sobre la tierra roja. Y así mismo fue como titulé la biografía. Porque, como descubriría poco más tarde, también era una clara metáfora de su vida.
Tengo que confesar que lo que más me sorprendió fue ver que iba prácticamente descalzo sobre la tierra roja
Pero la relativa decepción que provocó en mi aquella primera impresión de aquel primer encuentro, se vio compensada de inmediato con la constatación de estar frente a una figura extraordinaria. Fue cuando Casaldáliga me abrazó, me sonrió y me dijo que quería que conociera a alguien. Me acompañó hasta una casa cercana en donde una mujer se estaba recuperando de una herida de arma de fuego. Me la presentó y le dijo que me explicara su historia para que yo pudiera incluirla en mi reportaje. Aquella mujer empezó a relatar cómo mataron a su marido, a sangre fría, y cómo la hirieron a ella. Lo hicieron, simplemente, porque se atrevieron a reclamar lo que les correspondía: su paga y su libertad. Aquella mujer, como tantas otras personas de aquella región, vivía en un régimen de semiesclavitud trabajando para las grandes Fazendas. Su historia me pareció terrible, pero lo que más me impactó no fue lo que contaba, sino cómo me lo explicaba. Asumiendo con una pasmosa normalidad la más horrible de las realidades. Cuando escuché el relato de aquella mujer, que podría tener la misma edad que yo en aquel momento, pero que parecía que me doblara en años, me dí cuenta de que había traspasado una frontera enorme, la que separa un mundo de otro, mi mundo de aquel tercer mundo de la América Latina de aquel momento. La normal presencia de la muerte y el diferente valor de la vida humana delimitaban esa frontera. Yo sólo tenía preguntas. Era lógico, era un periodista, pero, no sé por qué, me pareció que, en aquel momento, las preguntas eran tan previsibles como inútiles. Y así fue, ante esa situación límite, cuando me di cuenta del valor enorme de lo que estaba haciendo Casaldàliga allí.
Él no hacía preguntas, él daba respuestas; ayudaba, comprometiéndose hasta las últimas consecuencias. Daba respuestas con su propia vida. Fue en esa habitación, con esa mujer, con su historia, donde empecé a comprender la autentica dimensión de lo que estaba haciendo allí Casaldàliga. De lo importante que era descalzarse para caminar y dejarse la piel por aquella tierra que también era roja por la sangre de tantos inocentes.
Después de aquel primer encuentro, vinieron muchos más, y después de aquel primer reportaje vinieron algunos más. Había descubierto un personaje excepcional, pero sobre todo, había descubierto la razón que daba sentido a lo que él estaba haciendo. Estaba luchando para cambiar un mundo injusto e inhumano y lo estaba haciendo de una manera ejemplar. Por eso, años después, en 1998 escribí la biografía “Descalzo sobre la tierra roja”[1]Francesc Escribano, periodista y profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Barcelona. y años después, en 2012, lideré la producción de su adaptación cinematográfica.
En 2020 ha fallecido Pere Casaldáliga a los 92 años, en Brasil. En su opinión, ¿qué legado es el que permanecerá como más válido de su vida y obra?
No hay duda que su principal legado son sus causas. Y su lucha. La manera como entregó su vida luchando por ellas. Él siempre decía, insistentemente, cuando alguien se le acercaba interesándose por él, que sus causas valían más que su vida. Que son las causas las que dan sentido a la vida, que una vida sin causas es una vida vacía, pobre…
Y eso fue lo que hizo durante toda su vida. Durante sus fructíferos 92 años, especialmente, durante los más de 50 años que vivió en Brasil. A lo largo de todos esos años Pere luchó por los derechos de los indios, de los campesinos, de los pobres, de los desheredados de la tierra. Luchó porque precisamente eso es lo que da sentido a la vida, tener causas por las que luchar. Luchó por la tierra y luchó por la gente. Luchó por la Iglesia y luchó por el país al que se entregó por completo. Luchó para que tanto Brasil como América Latina fueran una tierra más justa y más humana.
Tal vez, si quisiéramos ser optimistas, podríamos asegurar que de alguna manera lo consiguió. Sólo hace falta pasearse por las calles de Sao Felix y por la región del Araguaia para comprobar hasta qué punto ha mejorado la situación, si la comparamos con el mundo que encontró Pere cuando llegó a Brasil en plena dictadura militar a finales de los años sesenta. Pero hay que reconocer, si somos mínimamente realistas, que los conflictos históricos continúan abiertos y que los problemas centrales del país continúan sin resolver. Así pues, las causas por las que luchó Pedro siguen plenamente vigentes
“Misionero y poeta”, ¿estas dos notas abarcan bien su trayectoria?
Misionero era su vocación primigenia. Era su sueño infantil. Un sueño que aparcó durante unos años porque su compromiso religioso como claretiano le llevó por otro camino… Un camino que, tal vez, si lo hubiera seguido, hubiera acabado por hacer carrera en la jerarquía eclesiástica. Pero, contra todo pronóstico, en 1968, a los 40 años, cuando todo el mundo pensaba que optaría por una vida más tranquila y relajada en la vieja Europa, se presentó como candidato a una nueva misión que los claretianos iban a abrir en Sudamérica, en Sao Félix do Araguaia. Un lugar remoto al que nadie quería ir se convirtió en el destino de su vida, dando cumplimiento así a su vocación primera.
Y si misionero era su primera vocación, la poesía era su vida (porque sería difícil ponerla en segundo lugar) … Pere decía que tosía poesías y que la poesía le había salvado en más de una ocasión. A él le gustaba escribir, porque le gustaba, pero sobre todo, porque quería dejar constancia de lo que estaba ocurriendo en la tierra roja del Araguaia. De hecho, él había querido ser periodista y admiraba profundamente esa profesió. De aquí la justificación de algunos de los libros que escribió Casaldàliga, de su dietario en el que repasa y denuncia detalladamente las injusticias con las que se enfrenta. Pero cuando escribía poesía hacía algo más que denunciar una situación o explicar un sentimiento. Sólo hace falta leer algunos de sus poemas para darnos cuenta de que allí está su alma. Su alma hablando directamente a la nuestra.
Recorre en 12 capítulos la vida de Casaldáliga a través de sus conversaciones con él durante varias estancias en Sao Félix do Araguaia, cuando Pere ya tenía casi 70 años y había sufrido varias infecciones de malaria que le habían afectado de sordera y debilitado físicamente. Sin embargo, ¿de dónde sacaba esa fuerza que irradiaba hacia todos los que le rodeaban?
El viaje a La Romería de la Tierra en recuerdo del padre Josimo que relato en mi libro lo hicimos en el año 1992. Lo que me sorprendió de Pere, tanto a los 64 años como a los 70, es que él estaba mucho mejor preparado que yo para aquellos duros y pesados viajes por la región. Y no sólo era la costumbre. Era la suma de voluntad, resistencia y de una gran capacidad de sacrificio. Pero más allá de que pudiera cansarse o sufrir más o menos, el hecho de estar siempre rodado de gente que le conocía y que le quería, en los caminos, en el autobús, en los pueblos y ciudades, hacía que Casaldàliga se sobrepusiera a las dificultades con una sorprendente facilidad… Y si, en algún momento flaqueaba, tenía siempre a punto su agudo y pertinaz sentido del humor listo para socorrerlo ante cualquier atisbo de desaliento.
La trayectoria vital de Pere supuso un largo recorrido desde un ambiente muy conservador en su familia y en su pueblo, Balsanery (Barcelona), lo mismo que entre los claretianos en donde fue ordenado sacerdote. Vd. pone como eje del cambio el impulso del Vaticano II, que le llevó a escribir una “carta” ultimatum a los claretianos para que aceptaran el concilio o, si no, él buscaría otros caminos. Esta actitud de echarse para adelante por sus convicciones, ¿no es la que le llevo a pedir irse a Brasil, la misma que le dio fuerza para enfrentarse con los hacendados al publicar el informe Sobre la esclavitud en Mato Grosso, que casi le costó la vida?
Siempre he pensado que las dos máximas virtudes de Casaldàliga son la coherencia y la radicalidad. Coherencia con su compromiso religioso, de entrega absoluta. Sin medias tintas. Es lo que le impulsa a viajar a Brasil y asumir su vocación misionera. Casaldàliga es alguien que dice lo que piensa y hace lo que dice. Algo poco habitual, también en la Iglesia. Y radical, porque, en consecuente coherencia, no puede renunciar a sus raíces. A las raíces de lo que piensa y la raíces de lo que dice. Eso es lo que le lleva, contra la contemporización que siempre ha practicado la Iglesia, a renunciar a tomar café en casa de los ricos y al mismo tiempo visitar y ayudar a los pobres. La realidad que se encontró en su misión brasileña, la realidad de la lucha por la tierra en Latinoamérica, no admitía sutilezas ni neutralidades imposibles. O estabas en un bando o en el otro. Así pues, al poco de llegar a Sao Felix, cuando descubrió la terrible desigualdad, la constante injusticia y la brutal explotación que allí se vivía, pronunció una famosa homilía en la que dijo que, mientras la situación no cambiara, él no visitaría nunca más a los ricos y terratenientes de la región, no haría misa para ellos ni tan solo aceptaría subir a sus coches… Prefería ir a pie.
Siempre he pensado que las dos máximas virtudes de Casaldáliga son la coherencia y la radicalidad
Dedica gran parte del texto a reflejar los diversos conflictos en los que se vio envuelto Pere en Brasil. Uno fue por defender al pueblo de los sin tierra frente a los hacendados, pero otros surgieron en el interior de la iglesia brasileña. Así el cardenal Baggio comentó sobre el libro de Casaldáliga, Tierra nuestra, Libertad, que era “herético y erótico”. Su posicionamiento a favor de la teología de la liberación le valió ser llamado a Roma durante el papado de Juan Pablo II. ¿Cómo es que Pere logró salir indemne cuando otros teólogos de la liberación fueron suspendidos?
Para entender el conflicto de Pedro con el Vaticano en los años 80 es preciso cierto contexto. Es preciso tener presente la situación de Brasil y de América Latina en esa época, la lucha por la tierra, las revoluciones en marcha, el papel de Estados Unidos y de lo que se conocía en aquel momento como el “patio trasero” latinoamericano… Y al mismo tiempo debemos entender también el conflicto que se vivía en la Iglesia Católica, básicamente entre la jerarquía vaticana y la Iglesia americana que, en su gran mayoría, había apostado por la teología de la liberación. Ese conflicto se reflejó de una manera tensa en el encuentro que mantuvieron los cardenales Ratzinger y Gantin con Pere Casaldàliga, durante la visita ad límina que Pere como Obispo de Sao Felix tuvo que hacer a Roma en el año 1986. En un momento del encuentro, Ratzinger, refiriéndose a la complicidad de Pedro y de tantos otros seguidores de la Teología de la Liberación con los movimientos populares, le dijo. “No se dan cuenta de que están haciendo el juego al comunismo”. La respuesta de Pedro fue aún más contundente: “Quizá son ustedes los que no se den cuenta de que están haciendo el juego al capitalismo”.
Quizá son ustedes los que no se den cuenta de que están haciendo el juego al capitalismo
Ese era el conflicto y ese era el problema. El encuentro en Roma fue una reprimenda a Pedro en toda regla, pero fue también un diálogo abierto y franco entre Ratzinger y él, dos maneras de entender la iglesia y la política, radicalmente opuestas. Dos meses después de la reunión le hicieron llegar a Brasil un documento durísimo imponiéndole silencio y obligándole a retractarse de muchas de las cosas que había dicho o había escrito, pero Pedro, con el apoyo de la Iglesia brasileña, no firmó y no pasó nada. Suspendió un viaje que tenía previsto hacer a Nicaragua, pero nada más. Continuó escribiendo, hablando, gritando y practicando la Teología de la Liberación como había hecho siempre.
Podemos decir que la poesía lo poseía y, quizá, también lo salvó en muchos trances. Sobre las acusaciones de comunista o subversivo supo escribir: “Me llamarán subversivo. Y yo les diré: ‘lo soy’. Por mi pueblo en lucha vivo. Con mi pueblo en marcha voy”. El ‘Pedro palabras’, como le denominó su amigo Teófilo Cabestrero, ¿pudo sublimar los conflictos reales en la poesía?
Él siempre decía que tosía poesías, que no podía evitar encontrar la poesía en todo momento y en todo lo que le rodeaba, por eso siempre llevaba en el bolsillo de la camisa un bolígrafo de plástico, para ir anotando los versos que surgían directamente del corazón. Evidentemente, como todo en Pedro, estaba en función y al servicio de las causas… También y sobre todo la poesía. Era una manera de encontrar la belleza en la lucha cotidiana, en la gente que le rodeaba y en su rutina del día a día… Un buen ejemplo le define bien: “Al final del camino me dirán: –¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”
Si casi todo en él fue singular, ¿no fue su figura de obispo en 1971, tocado con un sombrero de paja y un remo de los indios como báculo, un destello de la nueva iglesia comunidad con los desheredados?
Casadàliga quiso demostrar desde el primer momento que el sería un obispo diferente. Decidió no utilizar ni mitra, ni báculo, ni anillo. Y por eso su mitra fue un sombrero de paja sertanejo, como él dijo con “el sol, el claro de luna y el sereno, la mirada de los pobres con quienes caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor”. Por eso su báculo fue un remo de los indios tapirapé, que será “la Verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti”. Y su anillo, en lugar de utilizar el anillo que le enviaron la familia y los amigos desde Cataluña, fue un anillo indígena de tucum en “fidelidad de la Nueva Alianza del Dios libertador y en fidelidad al pueblo de esta tierra” … Estas palabras, que explican el porqué del remo, el anillo y el sombrero, son las que escribió para la invitación de la ceremonia de su consagración como obispo.
Vd. indica que Pere tuvo siempre una visión muy amplia, que trabajó para constituir el grupo de obispos de la Amazonía y plantear acciones conjuntas; también que tuvo relaciones con los sandinistas de Nicaragua y con Fidel Castro, en lo que él llamaba la Patria grande. ¿Estas perspectivas siguen presentes en el trabajo de los obispos, de allí o de aquí?
Pere, de la misma manera que hacían los viejos misioneros, quemó las naves cuando llegó a Sao Felix. Por eso nunca volvió a Cataluña, su tierra natal, ni para visitar a su familia, ni para acompañar a su madre en las últimas horas. Su compromiso era firme, irrevocable y radical. Por eso mismo quiso morir en su tierra y ser enterrado a la orilla del Araguaia. Porque esa era su tierra y esa era su gente… Sin embargo, Casaldàliga, a parte de los viajes que hizo a Roma de manera obligada, viajó en diversas ocasiones por América Latina, Nicaragua, El Salvador, Cuba… Lo hizo porque comprendió que las causas por las que luchaba en Sao Félix y en Brasil eran las mismas causas por las que se luchaba en toda América Latina. La lucha por la tierra, la lucha por la justicia, la lucha por la dignidad… De ahí la asunción de la Patria Grande, de ahí su compromiso y su implicación con la situación de otras comunidades latinoamericanas.
En el último apartado de la biografía, señala que Pere tenía, en la pared, enmarcada en una bandera catalana, su partida de nacimiento y una barretina, y recoge el comentario: “Me siento ahora más catalán que hace 30 años. Vivir cerca de las luchas de los pueblos indígenas me ha devuelto un poco a mi maltratada tribu, y quizás el hecho de ser catalán me ha ayudado a ser más sensible con los problemas de la lengua y de identidad de los indios y no caer en la tentación del imperialismo cultural”. Escuchadas hoy, ¿estas declaraciones serían bien acogidas en el Estado español?
No tendrían que ser ni mejor ni peor interpretadas que hace veinte años, cuando las realizó. Pero cabe señalar que siempre manifestó su catalanidad de manera desacomplejada y también sin demasiada carga política. Mejor dicho, sin la carga política con la que podríamos interpretar sus palabras hoy desde Catalunya o desde España. En todo caso, si en algún momento carga de intención política sus palabras, es para comprometerse aún más con la causa indígena, que es una de sus causas y una de sus muchas luchas.
Las causas por las que Pere luchó y entregó su vida siguen plenamente vigentes y su ejemplo sigue siendo un referente
Cuando estuvimos rodando la película, en el verano del 2012, en pleno inicio de la efervescencia independentista, Pere estaba más que interesado en la situación política que se vivía en ese momento en Catalunya. Él siempre se había interesado por la situación política y por las luchas populares que se producían en su tierra de origen, pero al mismo tiempo era muy respetuoso y muy prudente a la hora de manifestarse a favor o en contra de ningún posicionamiento.
Para no desenfocar la actitud de Pere, él tuvo una relación especial con las tres lenguas (portugués, catalán y castellano) y, aunque terminó escribiendo con más facilidad en portugués, el poema “Jo, yo, eu” refleja bien sus querencias: “Por tres fuentes me derramo y no me derramo entero, el agua más honda mía se me está quedando dentro”
Creo que esa poesía define perfectamente su identidad y su relación con las tres lenguas en las que habla y escribe. Las lenguas se usan y se aman y eso es lo que hizo Pedro durante toda su vida con el catalán y el castellano, pero al llegar a Brasil, al aprender portugués, al abrazar su misión y entregarse por completo a su gente y a sus causas, Pedro pasa a hacer del portugués su lengua principal. En la prelatura, durante muchos años, estuvo acompañado de algunos religiosos y de otros colaboradores que eran españoles. Entre ellos se impusieron la norma de hablar siempre en portugués. Quizás les hubiera sido más cómodo hablar en castellano cuando estaban solos, pero ni así, porque eso los habría alejado de la gente. Fue una opción, como tantas otras opciones que él tomó, para comprometerse de manera inequívoca con su pueblo.
Terminamos recogiendo la reflexión final de su texto, cuando Pere dice: “Me preguntan (los periodistas) más por mi vida que por mis causas. Pero yo soy yo y mis causas y mis causas valen más que mi vida”. ¿Piensa Vd. que es posible separar la vida apasionada de Pere de sus causas? ¿Y éstas siguen vigente hoy?
Las causas por las que Pere luchó y entregó su vida siguen plenamente vigentes y su ejemplo sigue siendo un referente a seguir por muchísimas personas tanto en Brasil como más allá. Ese es el mensaje que siempre repetía y que ahora, cuando ya no está, tiene aún más sentido, sus causas valen más que su vida. En cierta manera es como cuando le preguntaban si la Teología de la Liberación estaba pasada de moda, lo hacían años después de aquellos años míticos en los que el movimiento había marcado la pauta en América Latina, y él respondía de manera contundente y desacomplejada: “mientras sigan existiendo pobres y siga existiendo Dios, seguirá teniendo sentido la Teología de la Liberación”. En relación a la vigencia de sus causas, la respuesta bien podría ser la misma.
Notas
↑1 | Francesc Escribano, periodista y profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Barcelona. |
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