Éxodo 119 (may.-jun.) 2013
– Autor: Evaristo Villar –
CUANTOS consideramos la convivencia social como un propio del ser humano consideramos que la mejor base y garantía para la dignidad y derechos de los ciudadanos es el sistema democrático; en él, el ciudadano es sujeto primordial y soberano. El Estado, con los gobiernos y políticos que nos representan, sería el último baluarte sin el cual desaparecerían nuestra razón y seguridad colectivas.
La crisis actual tiene como característica cuestionar la validez de esta convicción: nuestra autoridad democrática no nos representa, se ha instalado en una esquizofrenia que la somete a un poder extraño y superior (el capital, a quien obedece) y se alza prepotente contra la ciudadanía (a quien aplasta y miente). Un juego perverso.
Somos soberanos y estamos intervenidos. Las conquistas democráticas se evaporan ante nuestros ojos. La situación actual se debate cada vez más entre dos lógicas: la de los indignados y la de la política dominante.
¿En qué queda entonces la soberanía del pueblo y, consiguientemente, la del Estado? ¿Es un mito? ¿Hay que relativizarla y secularizarla? ¿Somos Estado y Pueblo dos sujetos con soberanías limitadas? ¿Será verdad que “ninguna soberanía tendrá todos los atributos de la soberanía” o todo se encamina a aminorar y reducir los elementos democráticos hasta lograr que sean marginales? ¿Nuestras llamadas democracias no son sino dictaduras económicas ataviadas con una fachada democrática?
Son preguntas a las que EXODO intenta responder en este número. Y los autores que colaboran, sin duda desde perspectivas y ámbitos distintos, ofrecen elementos que concitan a revisar y aunar esfuerzos en la dirección de una auténtica democracia.
Y, con respuesta convergente, EXODO promueve la crítica, la denuncia, la solidaridad, el compromiso, la esperanza, las alternativas frente a tanto poder político servil y menguado; y frente a un capitalismo que cada vez ocupa más espacio en este mundo y está en camino de destruirlo.