Escrito por
Teología de la liberación: origen, aportaciones, método y contenido
“Para cambiar de mundo hay que cambiar de Dios”, Pedro Casaldáliga
Luego de siglos de teologías “clásicas”, de occidente$[1], basadas en la concepción de un Dios juez, lejano, castigador… teologías que nos llenaban de miedos y desesperanzas, en la década del sesenta emerge en América Latina la Teología de la Liberación (TL) como resultado de la irrupción del Sur en la historia, de la irrupción de los pobres en el continente, del “despertar y accionar protagónico de los pobres” en el contexto del esfuerzo eclesial latinoamericano realizado en Medellín, por aplicar el Concilio Vaticano II a nuestra realidad.
La TL es una reflexión que, a partir de la praxis y lucha de los pobres, busca en la fe cristiana y en el Evangelio de Jesucristo la inspiración para el compromiso contra la exclusión, la injusticia y el empobrecimiento, en pro de la liberación integral de todos los seres humanos y de todo el ser humano. Es el compromiso de la Iglesia en la búsqueda del amor eficaz, del compromiso directo con y a favor de los pobres. Se produce un giro copernicano: “había que pasar del cristianismo como ideología (justificación sacral del orden establecido) al cristianismo como principio de transformación social” (Pikaza). La TL viene a ser también la liberación de las teologías anteriores, pues introduce una nueva concepción de Dios que ante todo es padre-madre, que está en la tierra, que es misericordia y amor, que opta por los excluidos, que es el Dios de los pobres, el Dios humano y sencillo.
La TL se inspira en el movimiento de las Comunidades Eclesiales de Base surgido en Brasil (años 1960), pero su fuente esencial es el intento de leer y actualizar el evangelio de Jesús desde la perspectiva de y con los pobres y excluidos, que son la mayoría del continente. Es la Palabra de Dios, tal como resuena en el Éxodo, en los Profetas y, de un modo especial, en la vida y pascua de Jesús, la que nos desafía la construcción del Reino y las nuevas reflexión teológica y praxis pastoral.
Esta teología germinó desde el testimonio de una Iglesia pobre y de los pobres, vinculada a los procesos de los pueblos organizados y movilizados en lucha contra la opresión política, económica y social, Iglesia que sufrió junto al pueblo todo tipo de persecución y represión, que pasó por la cárcel, hasta llegar al martirio. Muchos teólogos de la liberación fueron perseguidos, silenciados, excluidos y martirizados, por orden del imperio, en complicidad con gobiernos locales sometidos a sus mandatos y con la aprobación explícita en unos casos y tácita en otros, de una parte, de la misma Iglesia. Algunos teólogos fueron obligados a salir de la estructura eclesiástica, situación que, si bien era negativa, les proporcionó mayor libertad para el trabajo teológico que se vio enriquecido con una reflexión más amplia y profunda, sin los límites que impone la institucionalidad.
Uno de los mentores indiscutibles de la TL es Mons. Leónidas Proaño, obispo de los indios, profeta de los pobres y padre conciliar, quien, desde la década de los cincuenta, hizo la opción preferencial por los indígenas, a quienes reconoció como los más pobres entre los pobres y les devolvió las tierras de la curia de Riobamba en un acto de resarcimiento al despojo que se hizo en la colonia, reconociéndolos como legítimos dueños. Con los propios indígenas desató las amarras de injusticias estructurales de siglos y desencadenó un auténtico proceso de dignificación y liberación.
Actualmente la TL ha llegado a abarcar campos quizás insospechados por Gustavo Gutiérrez cuando inició esta nueva forma de hacer teología desde la realidad de nuestro continente; así, la TL, que nació en América Latina, se extendió por todo el mundo, “abriéndose a las iglesias protestantes e incluso hacia otras religiones (como el budismo y algunos tipos de hinduismo). Más que una teología escolar (académica), es un estilo integral de pensamiento y vida cristiana, desde la perspectiva de los pobres, en línea de evangelio” (Pikaza).
A lo largo de décadas, la praxis de una reflexión desde el sur y desde abajo, logró la formulación de toda una teología popular y de una pedagogía propia que se inició con la TL, la misma que ha conseguido ampliar la reflexión hacia otros espacios vitales como los de la Teología Feminista; Teología India; Teología de la tierra; y otras teologías emergentes…
Rasgos de la TL en el siglo xxi
- La dimensión de la ecología como lugar teológico de interpelación a toda la casa común;
- El colapso del sistema globalista, capitalista-neoliberal;
- El pluralismo religioso, que se vislumbra en la formulación de teologías indias y negras.
- La presencia de la mujer como teóloga que mira con otros ojos la realidad, reflexiona desde su cuerpo, su psicología, su situación, su cotidianidad en la dimensión femenina de Dios y su actuar misericordioso.
Actualmente la reflexión teológica, sin desentenderse de la situación de empobrecimiento de nuestros pueblos y de la necesidad de su liberación de tantas formas de esclavitud, asume la realidad planetaria que se expresa en la sobreexplotación de la Madre Tierra que conlleva crisis ambiental, alimentaria, energética, económico-financiera y deviene en crisis civilizatoria. Esta reflexión asume el texto del segundo relato de la creación en la necesidad de construir el “cielo nuevo y la tierra nueva” de Isaías$[2]; en la escucha del mandato de Jesús de “anunciar el Evangelio a toda la creación”$[3], pero más que nada se inspira en el texto de San Pablo: “la naturaleza entera gime con dolores de parto esperando el día de su liberación”$[4].
Esta teología se hace eco del sufrimiento de los pueblos sin tierra, del maltrato y sobre explotación a que es sometida la naturaleza; asume el clamor por el agua contaminada, los bosques devastados, las nuevas enfermedades que padecen niños y ancianos, el nacimiento de niños deformes, la presencia de nuevas pandemias como la del coronavirus, la práctica capitalista depredadora, el aniquilamiento de lenguas y culturas.
Otro aspecto que se encuentra elaborando la TL es la crítica al sistema capitalista y la urgencia de desatar procesos que den fin a la lógica de acumulación, a las políticas extractivistas, al fracking petrolero, a las privatizaciones y la deuda externa, a los tratados de libre comercio. Inequidades que se manifiestan también en las relaciones de género, desde donde surge la necesidad de formular una Teología Feminista, y que abre paso a otras reflexiones en relación con la diversidad de orientaciones sexuales, bajo la consideración de que el sistema capitalista además de depredador y etnocida, es patriarcal.
François Houtart sostiene que antes era la clase obrera la que se encontraba sometida a la explotación del capital. Ahora somos explotados todos los grupos humanos marginalizados y damnificados del gran capital; realidad sistémica que está reñida con la exigencia evangélica del amor al prójimo, de no acumulación, de devolver –como Zaqueo– lo que hemos usurpado de los otros$[5], de ser prójimos como el buen samaritano, etc., y de responder con acciones muy concretas con quienes se identifica Jesucristo: dar de comer, beber y vestir a los hermanos, visitar a enfermos y encarcelados. Esta teología cuestiona el sistema capitalista desde la existencia de la primera comunidad cristiana en la cual “no había necesitados, todo lo tenían en común, nadie tenía como propia cosa alguna”$[6].
La teología de la liberación inició desde abajo toda una pedagogía de transformación en el Sur
Otra dimensión de la reflexión teológica en el siglo xxi –planteada inicialmente por José María Vigil– va por el pluralismo religioso como objeto formal de la Teología, que no solo supone un respeto a toda forma de creencia, sino que exige el acercamiento como discípulo, para dejarse enriquecer por la otredad. Esta teología nos llama a aprender otras formas de “decir Dios”, de descubrirlo, sentirlo y vivirlo, de darle culto y celebrar su presencia diversa. Supone una actitud de humildad, de compartir sencillo y fraterno, sin buscar imponer a otros nuestra fe o nuestras creencias; exige estar abiertos a la escucha de las vivencias íntimas y espirituales de las personas y de los pueblos originarios y afrodescendientes, sin atropellar su dignidad, reconociendo que Dios tiene muchas formas de revelarse, que está presente en todas las culturas. Se trata de asumir una actitud que va más allá del ecumenismo que, en palabras de D. Pedro Casaldáliga, es el macroecumenismo, hasta llegar a la novísima propuesta de Leonardo Boff: la “comunión de vidas”.
Muchos textos bíblicos nos inspiran la construcción del pluralismo religioso, entre otros: “el Espíritu sopla donde quiere”$[7]; el encuentro con la samaritana, en el cual Jesús le dice que “llegará el día en que los verdaderos adoradores adorarán a Dios en Espíritu y en verdad”$[8]; o la persistencia de la cananea que –por su fe y humildad– obliga a Jesús a actuar a favor de una extranjera$[9]; pluralismo religioso que tiene que ver con el texto profético de Isaías: “Este “pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí…”$[10] y pasa por el reconocimiento de que muchas veces hemos puesto en boca de Dios preceptos netamente humanos que llegan hasta condenar, en su nombre, personas, pueblos, credos, espiritualidades, teologías.
Los indígenas conservan valores
extraordinarios que están llamados a
redimir a una sociedad que se vuelve
cada vez más individualista y conflictiva
La TL, aún sin explicitarlo, ha basado parte de su análisis, de una u otra forma, en la vida y accionar de las comunidades indígenas, sus prácticas, resistencias y luchas, sus valores y cosmovivencias que han aportado substancialmente en su formulación y que han dado un giro insospechado al quehacer teológico. En este sentido, cabe preguntarse: ¿Es la TL la que inspira las prácticas y luchas indígenas o son las comunidades indígenas con sus prácticas y luchas las que han inspirado e inspiran la TL?
No podemos negar el aporte incuestionable de la TL en los procesos libertarios de los pueblos de nuestro Continente, como tampoco podemos negar la influencia de ésta en el proceso de resistencia de los pueblos originarios considerados socialmente pobres, económicamente explotados, eclesialmente desatendidos y políticamente discriminados y excluidos; sin embargo, ni la especificidad de las culturas indias, ni sus teologías, ritualidades y espiritualidades, ni la lógica de sus luchas de resistencia, han sido consideradas en su integralidad por la TL.
Cosmovisión indígena y Teología India
Sin embargo, desde siempre, el ser y el quehacer de los pueblos indígenas, invisibilizados y totalmente excluidos hasta hace poco, ha venido siendo fuente de esperanza y de “redención” no sólo para nuestros países, sino incluso para el mundo, como sostiene Mons. Proaño: “Estoy convencido de que los indígenas conservan valores extraordinarios. Si se logra tomar conciencia de ellos, expresarlos en la vida práctica y organizada, esos valores están llamados a redimir a una sociedad que se vuelve cada vez más individualista y conflictiva. Pienso que, inclusive, un esfuerzo de este tipo puede contribuir a la redención del mundo occidentalizado y capitalista”$[11]. O, como dice Mons. Bartolomé Carrasco: “Con estos indígenas crecidos y adultos –que tienen conciencia, voz y organización propia–, debemos dialogar en adelante nuestras propuestas pastorales… No le tengamos miedo a este reto, pues de él saldrán ellos más crecidos en su personalidad y nuestra Iglesia se purificará haciéndose más transparente y congruente con su misión, que no es colonizadora, sino evangelizadora”$[12]. Y Mons. Álvaro Ramazzini: “Estos pueblos con sus valores son una contribución para abrir posibilidades de un mejor futuro a la humanidad entera. Ellos en su perspectiva religiosa integral involucran a Dios en todas las realidades humanas y esperan de la Iglesia Católica una actitud de amor profundo, de respeto, de valoración y reconocimiento de lo que son”.$[13]
Otro de los grandes aportes para la vida del mundo y de nuestro planeta, que incluso es fuente de inspiración para lo que actualmente se llama “Eco-teología de la Liberación”, proviene de la cosmovisión indígena. Al respecto, Leonardo Boff manifiesta: “tengo la convicción de que los pueblos originarios son portadores de una sabiduría ancestral, una manera de relacionarse con la tierra no como un baúl de recursos, como algo muerto para ser explotado, sino la tierra como Pachamama, como madre, donde nace la veneración, el respeto, el sentido comunitario de la convivencia, la producción no para el enriquecimiento sino para lo necesario, lo suficiente para todos. Entonces aquí hay valores que nosotros, la cultura dominante, hemos perdido y que los pueblos originarios nos recuerdan. Por ahí pasa el futuro de la humanidad. De ahí la importancia de darle centralidad a ellos, hacerlos hablar, escucharlos. Porque eso nos ayuda a encontrar un camino que tiene futuro”$[14].
Es una alegría saber que contamos ya con los primeros brotes de Teología India, que nacen con fuerza y renuevan la esperanza a pesar de que al igual que lo que ocurrió con la TL, la Teología y Religión Indias tienen detractores y opositores.
Eleazar López Hernández, teólogo mexicano sostiene: “…Lo que llamamos Teología India es la vivencia, celebración y comunicación de la experiencia de Dios que acompañó a nuestros antepasados en su largo proceso de nomadismo, de sedentarización y de altas civilizaciones y culturas; es la sabiduría que ayudó a nuestros abuelos a mantener la resistencia y la identidad propia en el contexto de la conquista y colonización europeas; y es también la perspectiva religiosa que orienta y da sentido trascendente a nuestra lucha actual por ganarnos el lugar que nos merecemos en la historia y en la Iglesia”.
La Teología India hunde sus raíces en la vivencia de la tierra como madre; en la comunidad como espacio de vida y libertad; en la hermandad fundamental; en el Sumak Kawsay; en la simbiosis con todos los seres existentes en la naturaleza. Entre otros postulados, es holística, cosmocéntrica, proclama su ancestralidad y a la vez su pertinencia y actualidad, es inherente a la existencia de los pueblos originarios con presencia en estos territorios por diez o veinte mil años.
Estamos llamados a superar el miedo, a pensar desde la libertad del Evangelio, con la libertad de Jesús.
Quito, 5 -11- 2022
[1] La teología de occidente, a partir de su encuentro con el helenismo, en el siglo IV, se había desarrollado como ciencia teórica, dentro de una visión sacralizada y jerárquica de la realidad. Había terminado siendo, al menos en parte, una ideología, un pensamiento para garantizar el orden establecido, tanto en plano político como económico, Xabier Pikaza, La palabra se hizo Carne, Verbo Divino, 2020.
[2] Isaías 65,17
[3] Marcos 16,15
[4] Romanos 8,22
[5] Lucas 19,8
[6] Hechos 2, 45
[7] Juan 3,8
[8] Juan 4,23
[9] Mateo 15:21-28
[10] Isaías 29,13
[11] Mons. Proaño, Creo en el Hombre y en la Comunidad, p. 229, 2ª ed., Quito, Ecuador.
[12] Cf. Mons. Carrasco, México 1993
[13] Cf. Mons. Ramazini, Intervención en Aparecida, 15-10-2007.
[14] La Eco-teología de la Liberación es la respuesta a la crisis que azota el mundo, entrevista a L. Boff, 24/12/2010.