martes, octubre 8, 2024
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La lucha de la tierra

Para no perder el hilo en esta sección de A fondo, es necesario conocer de antemano que está organizada en torno a las cuatro Causas Mayores que, a nuestro juicio, constituyeron la vida y el pensamiento de Pedro Casaldáliga: 1ª Su relación con la tierra y sus cuidados; 2ª El problema indígena, negro y las diversas culturas originarias; 3ª La presencia de espiritualidades distintas y complementarias; y 4ª Otra forma posible de ser Iglesia.

Como hicimos ya en el número 154, dedicado a nuestro compañero Rufino Velasco, en cada uno de estos apartados o temas tendremos la posibilidad de oír dos voces distintas: la primera y más espaciada está tomada directamente de los textos de Pedro; y la segunda, más breve, pretende reflejar el eco que estos mismos fenómenos están suscitando hoy día en nuestra sociedad y en la Iglesia.

Textos de P. Casaldáliga,
expresión de su sentir, pensar y actuar, seleccionados por Evaristo Villar y Benjamín Forcano.

 

Tierra nuestra, libertad
Ésta es la tierra nuestra:
¡La libertad, humanos!
Ésta es la tierra nuestra:
¡la de todos, hermanos!
 
La Tierra de los Hombres que caminan
por ella a pie desnudo y pobre.
Que en ella nacen, de ella,
como troncos de Espíritu y de Carne.
Que se entierran en ella como siembra
de Ceniza y de Espíritu,
para hacerla fecunda como a una esposa madre.
 
Que se entregan a ella, cada día,
y la entregan a Dios y al Universo,
en pensamiento y en sudor,
en su alegría y en su dolor,
con la mirada
y con la azada
y con el verso...
 
¡Prostitutos creídos
de la Madre común,
sus malnacidos!
 
¡Malditas sean
las cercas vuestras,
las que os cercan
por dentro,
gordos, solos,
como cerdos cebados,
cerrando, con sus títulos y alambres,
fuera de vuestro amor
a los hermanos!
 
(¡Fuera de sus derechos
sus hijos y sus llantos y sus muertos,
sus brazos y su arroz!)                                           
 
¡Cerrándoos,
fuera de los hermanos
y de Dios!
 
¡Malditas sean
todas las cercas!
¡Malditas todas las
propiedades privadas
que nos privan
de vivir y de amar!
¡Malditas sean todas las leyes,
amañadas por unas pocas manos
para amparar cercas y bueyes
y hacer la Tierra esclava
y esclavos los humanos.
 
¡Otra es la tierra nuestra, hombres, todos!
¡La humana tierra libre, hermanos!

¡Malditas sean todas las cercas!

  1. La tierra, propiedad y derecho de los terratenientes

Brasil es un país con casi cinco siglos de latifundio. Esa sería la mayor explicación de la problemática “tierra,” que padecemos. La ley brasileña reconoce los derechos de “dominio fundiario”: la “posse” u ocupación de buena fe de una tierra reconocida como de nadie y el “título”. En la práctica, el derecho que prevalece es el título, que sólo los fuertes consiguen.

La lucha de los “posseiros” contra los terratenientes ya se ha hecho proverbial. ¡Además, estos últimos años el Gobierno ha favorecido singularmente e! Latifundio nacional y multinacional, con los llamados “incentivos fiscales”, que dispensan impuestos y otorgan otras facilidades a las empresas que invierten en el campo y en el área amazónica principalmente.

La tierra, propiedad y derecho de los terratenientesDentro de la actuación irregular, injusta, del mismo latifundio, otro grave problema lo constituyen los asalariados del campo (peoes): hombres, familias, reclutados en las regiones más pobres del país, (Nordeste, Norte, Centro), sin ninguna garantía laboral , normalmente sin ·cartera” de trabajo y a merced de los intermediarios (gerentes, administradores, contratistas o “emprenteiros”, fiscales, capataces, “gatos”).

                                  • Vale mucho más la vida de una vaca que la vida de un peón.

En esta Amazonia legal la inspección oficial del cumplimiento de las leyes laborales ha sido casi nula. El peón es marginado en el campo; millares han muerto a tiros, a cuchilladas, por la malaria. Muchos salieron de la hacienda… debiendo. La policía habitualmente ha estado y está al servicio de los explotadores.

Según estadísticas oficiales, hay en Brasil más de diez millones de familias sin tierra o sin tierra suficiente. Yo he defendido muchas veces que Brasil es un Pueblo de vocación agrícola frustrada. Las grandes masas de obreros, de subempleados y hasta de marginales de las metrópolis del país son campesinos prohibidos.

La historia viene de lejos. Como viene de lejos la codicia de la Tierra en este Brasil, en todo este Continente latinoamericano. Los sucesivos imperios y las oligarquías de siempre hicieron, hacen, de la Tierra una especie de “capital de reserva”, acumulado y un campo de batalla literalmente tal. La tierra de Brasil –la tierra latinoamericana- está empapada de sangre indígena, de sangre campesina, de sangre “pastoral”.

Yo mismo, mi Iglesia local de Sao Félix do Araguaia, somos testigos de este largo martirio a causa de la Tierra. Y muchas veces he pensado —pienso todavía— que morir, matado, por causa de la Tierra -de la Tierra de los Pobres, libre, repartida- sería una muerte incluso normal para un obispo, para un cristiano, en este Brasil, en esta Patria Grande, Amerindia de los latifundios, de las multinacionales, de empresas mineras, de las empresas madereras, de la Seguridad Nacional y de la Geopolítica continental.

3.El problema de la tierra, problema teológico urgente

La lucha por la tierraCallar ante el latifundio —siempre inicuo, productivo o no, siendo particular o de una empresa privada- es aceptar la acumulación, el privilegio, la exclusión de las mayorías, la explotación de la mano de obra barata. Callar ante las multinacionales –el “grande Carajás”, el Jica… o la hacienda Suiá-Missu, de la Liquigás, dentro de la región de la Prelatura, es consentir la división del mundo en primero, segundo y tercero: este último siempre dependiendo del primero y a su servicio; el tercero -para bien del primero— en la miseria y en la ignominia y con una creciente mortalidad.

El problema de la tierra es un problema teológico, urgentemente pastoral.” Tierra de Dios, Tierra de los hermanos”, proclamaba oportunamente el lema de la Campaña de la Fraternidad de 1986, organizada por la CNBB en el tiempo fuerte de la Cuaresma.

La Tierra es el hábitat, la cultura, la vida, para los Pueblos indígenas. Es el suelo, la comida, el trabajo, para los. labradores. Es, en la ciudad, la vivienda; el mínimo de dignidad que una familia humana puede exigir. Porque hay que recordar que el problema de la Tierra, es tan agudo en el campo como en la ciudad. Casi la mitad de Ja población de Sâo Paulo vive en favelas o en “cortijos”, deshumanizantes. El éxodo rural masivo provoca aglomeración en las ciudades, la desesperación, la violencia.

  1. El problema de la tierra, el gran desafío pastoral de la Iglesia

En cierta ocasión, dentro de una Asamblea Nacional de la CNBB, Dom Paulo Evaristo Arns, arzobispo de Sâo Paulo, conversando conmigo, reconocía la “migración” interna de la fe -con sus causas y sus efectos- como el mayor problema pastoral de Brasil.

La CNBB, como conjunto, hace tiempo que está reconociendo la gravedad extrema de esa problemática y está tomando postura con grandes documentos sobre la Tierra rural, sobre el Suelo urbano; exigiendo la Reforma Agraria, potenciando la Pastoral de la Tierra y de las Favelas, denunciando la codicia, la prepotencia y el crimen del latifundio y sus secuelas. El mismo Papa Juan Pablo II —al que nadie considerará comunista o guerrillero— tuvo que recordar al presidente Sarney lo necesaria que es la Reforma Agraria en Brasil para que se pueda pensar en una democracia…

La CPT -Comisión Pastoral de la Tierra-, después del CIMI -Consejo Indigenista Misionero—ha sido la más feliz -contestada, perseguida, incomprendida, animosa, mártir— expresión de la preocupación pastoral en torno a la Tierra: uno de los más característicos “rostros rurales” de la Iglesia latinoamericana de todos los tiempos. Los labradores de hoy y los historiadores de mañana tienen la palabra.

La tierra “robada” a los Pueblos Indígenas -como recordaba el mártir Tupa´i al Papa- y siempre “prohibida” a los “sertanejos”, a los “campesinos”, debe ser devuelta a sus legítimos dueños, repartida, con-vivida, pacificada. La “Tierra Prometida” al Pueblo de Dios, a todos sus hijos, debe ser – para credibilidad de la esperanza mayor- una tierra ya en la Tierra.

(Somos un pueblo de personas,
Somos el Pueblo de Dios
Queremos la tierra en la Tierra,
Ya tenemos Tierra en el cielo)
  1. No hay democracia sin reforma agraria

La discusión sobre la reforma agraria pasa necesariamente por la discusión de la propiedad privada, por la discusión de la entera sociedad.

¿Con qué adjetivos se quiere esa reforma agraria? Ni economicista ni bucólica, claro está. Unos la temen porque podría estorbar el camino al socialismo. Otros, porque la sienten como un camino al socialismo inevitablemente.

¿Cómo la siente y la quiere el campesino? La Revolución se hace revolucionando. El capitalismo nunca hará, sin suicidarse, una reforma agraria que sea para el bien real de la mayoría. Hará reformismos agrarios.

La CPT, en todo caso, apoyará sólo aquella propuesta de reforma agraria:

  • en que el propio pueblo labrador pueda opinar, decidir y actuar;
  •  de modo organizado (a través del sindicato o de la oposición sindical y de esas otras mil formas de organización que el pueblo inventa);
  • en orden a una transformación estructural de la sociedad; en orden, pues, a una alternativa socialista, brasileña, latinoamencana;
  •  que tienda a “rescatar” la tierra para el pueblo labrador y que rescate también el alma campesina y su modo de existencia y de connivencia; su cultura; su religiosidad, su ritmo humano. Sin ruralismos utópicos, pero también sin fatalismos urbanos y mecanicistas.
  1. La reforma agraria es un problema de justicia objetiva

Una reforma agraria real sólo puede arrancar de la tierra: de las bases populares del campo. Pero será para toda la humana ciudad. No basta ya sólo la “alianza campesina-obrera” sino el bloque hermano popular campo-ciudad. La gran clase popular, politizada, organizada, conmilitante. La democracia del pueblo, que es la única verdadera democracia.

La Reforma Agraria es un problema de justicia objetiva, de derechos humanos. No depende de lo que yo piense o de lo que me dicte mi conciencia. Es un asunto objetivo. La tierra es de todos y para todos. Eso, la propia “Populorum Progressio”, de Pablo VI, lo proclamó explícitamente. Si no entendemos esto no hay posibilidad de convivir con este mundo que camina y, a mi modo de ver, tampoco hay posibilidad de respetar las exigencias del Evangelio.

Yo exijo simplemente, democracia, justicia, libertad; estoy exigiendo socialización, que pienso que es la palabra que mejor puede traducir la palabra ‘‘hermandad”, como dice el pueblo del sertao, una igualdad. Pero no soy yo, sino Dios quien la exige. Una palabra que me ha impresionado profundamente, que creo que San Ireneo o san Agustín asumirían gustosos, son las palabras de aquella mujer de Riberao Bonito: “La gloria del Padre es así: nadie más alto, nadie más bajo”. Ahí está toda la teología de la justicia social, de la socialización, de la fraternidad humana.

  • Los textos aquí seleccionados son de Pedro Casaldáliga. Para su lectura completa: Pedro CASALDALIGA, “Al Acecho del Reino”, Ed. Nueva Utopía, pgs.

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