SIEMPRE que haya un vacío en tu vida, llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar el amor.
No pienses: "sufriré". No pienses: "me engañarán". No pienses: "dudaré".
Ve simplemente, regocijadamente en busca del amor. Ama como puedas…
Pero ama siempre.
No te preocupes por la finalidad de tu amor. él lleva en sí mismo su propia finalidad.
No le juzgues incompleto si no responde a tus ternuras: el amor lleva en sí su propia plenitud.
Siempre que haya un vacío en tu vida, llénalo de amor.
Amado Nervo
YA puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, que si no tengo amor no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes.
Ya puedo hablar inspirado y penetrar todo el secreto del saber; ya puedo tener toda la fe, hasta mover montañas, que, si no tengo amor, no soy nada.
Ya puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que, si no tengo amor de nada me sirve.
El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta no se engríe, no es grosero ni busca lo suyo.
No se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
El amor no falla nunca.
1Cor 13,1-6.
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P. Bajo el ruido estrepitoso de los tambores de guerra, pegado el oído al grito desgarrado de una humanidad dividida, sobre una tierra, en fin, chapoteada por la codicia y la usura, nos llega otra vez, entre sueños, el ángel de la anunciación pregonando: "Alegraos, porque también hoy es posible el amor".
L1. Con el Evangelio de tus buenas noticias en la mano, nos va emergiendo, Señor, desde la espesa emulsión de este mundo nuestro, el contorno verdadero de tu imagen: Tú eres el Dios del amor; el amor mismo eres tú.
A. Las lágrimas de ternura que humedecen las mejillas del Padre bueno y el caluroso abrazo hacia el hijo pródigo, eres tú. Tú eres la mirada que, infatigable, espera siempre un regreso y la corazonada que deshiela la frialdad del hermano mayor. Eres tú la desbordante alegría que corona la fiesta.
L2. Gracias, Padre/Madre, porque en Jesús de Nazaret hemos contemplado, como en un espejo, el reflejo de tu amor: él ha llevado el amor hasta el extremo, hasta más allá de la vida y de la muerte.
A. Tú mismo, desde su corazón de hombre, estabas amando a la humanidad… Porque "tanto has amado al mundo, Dios nuestro, que nos has entregado a tu propio Hijo", unimos hoy nuestras voces para cantarte: SANTO, SANTO, SANTO.
A. En su forma de entrega a lo abandonado de este mundo hemos llegado a descubrir, Dios nuestro, lo que es llevar la vida hasta el extremo. Ya el mismo Jesús nos lo había advertido: "Nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por los demás".
L3. Constatamos en su palabras que, en cuestión de amor, no existe el término medio, no podemos andar buscando equilibrios; porque "si posees bienes de este mundo y ves a tu hermano en necesidad, ¿cómo va a estar en ti el amor del Padre?"
A. En su forma de perdonar y de amar al enemigo nos ha citado Jesús al borde de lo imposible: ¿Cómo "podríamos amar a Dios mientras odiamos al hermano?" Con su mandato del amor nos ha llevado hasta la puerta de la mayor de las utopías: "Amad a vuestros enemigos para que seáis hijos de vuestro Padre del cielo".
P. Envía ahora sobre nosotros tu Espíritu, Señor, ese Espíritu que guió los pasos de Jesús por nuestra historia. Que ese mismo Espíritu transforme la pobreza de nuestros dones en pan de vida y en vino de salvación para nosotros y nos disponga a celebrar la Pascua del Señor Jesús. Quien, en la noche en que iba a ser entregado…
A. Acepta, Padre, nuestro deseo de superar la frialdad, y acrecienta, con tu presencia, nuestra solidaridad y ternura hacia los necesitados de pan y de afecto, de trabajo y libertad.
L4. Vela, Señor, porque la sabiduría y el talento de tu Iglesia no se conviertan en "campana ruidosa o platillo estridente" donde la misericordia y la ternura estén ausentes.
A. Porque el amor es afable y servicial, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo.
L5. Cuida, Señor, de que en tus profetas y cristianos de la base, que con ardor y con fe pueden "mover montañas", no esté nunca ausente la tolerancia y la comprensión.
A. Porque el amor no se irrita, no toma cuentas del mal, no se alegra con la injusticia y simpatiza con la verdad.
L6. No dejes que tus mejores testigos, los que comparten los bienes y hasta se dejan quemar vivos por los demás caigan en la autosatisfacción y la fatuosidad.
A. Porque el amor no es jactancioso ni envidioso, el amor disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
L7. Acuérdate de nuestro obispo Pedro y de nuestros familiares, comuneros y amigos que ya han muerto y cuye fe sólo tú conoces.
A. Padre de bondad, permíteles a ellos y a nosotros gozar la bienaventuranza de tu amor tierno y jovial; para que, en el Espíritu de Jesús, podamos darte alabanza y bendición por los siglos de los siglos. Amén.
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