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TEXTOS SAGRADOS,¿FUENTES DE CONFLICTO O DE ENTENDIMIENTO?

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Éxodo 99 (mayo-jun.´09)
– Autor: Xabier Pikaza –
 
En principio, los textos sagrados no son fuente de conflicto, sino de diálogo y enriquecimiento mutuo entre religiones y culturas. Todas poseen relatos o textos sagrados (himnos, plegarias rituales), que son una riqueza para ellas y para el resto de la humanidad. De esos textos, especialmente de los que han sido fijados en libros oficiales y de su relación con la paz y/o la violencia religiosa, trata lo que sigue.

En principio, los textos (orales o escritos) son un “mito”, es decir, una resonancia del misterio, que se escucha y se cuenta (se canta, se dice), con palabras que tienen sentido. De ordinario, los mitos van acompañados de ritos, gestos que manifiestan y revelan su sentido: no son textos para decir y pensar, sino para decir y hacer.

Los mitos se extienden y propagan según las culturas religiosas y así manifiestan la riqueza sagrada de la existencia, en sus diversas formas. No hay un mito primitivo, aunque algunos autores, desde W. Schmitd (Dios celeste) hasta R. Girard (chivo emisario) han querido encontrarlo, sino muchos, según los diferentes pueblos, aunque todos o la mayoría tienen un aire de familia, pues se centran en los temas primordiales de la humanidad: cielo y tierra, hombre y mujer, nacimiento y violencia…

Los grandes mitos, relacionados con el eterno retorno de la vida que vence a la muerte, se han transmitido de forma oral, durante siglos y milenios, adaptándose a los ritmos y culturas de la vida humana. Según eso, los “textos sagrados” son muy anteriores a los escritos estrictamente dichos, que sólo han podido fijarse y transcribirse desde hace poco más de tres milenios en zonas donde ha existido una Escritura sagrada.

Por eso, hablar con aire superior de religiones con “escritos sagrados”, frente a las otras (que no tienen libros) es no sólo orgullo, sino ignorancia. Las grandes religiones existían antes que hubiera libros sagrados. Más aún, los principales fundadores de religiones (como Buda o Jesús e incluso Muhammad), aunque vivían en un contexto con escritura no han escrito, sino que han hablado. En principio, lo sagrado es la Palabra, la comunicación, antes que la Escritura, que es tardía en el conjunto de la humanidad.

Más aún, incluso después de que la escritura se ha extendido y se ha aplicado entre las religiones, sólo las monoteístas pueden tener y tienen un tipo de Biblia (Torah o Corán) como Libro donde Dios habla a los hombres, revelándoles su más hondo secreto, algo que otros pueblos (que no tienen Biblia) desconocerían. Como teofanía o revelación “canónica” de Dios, la Escritura sólo ha surgido en las religiones proféticas, en las que Dios se manifiesta de un modo personal.

1. TRES TIPOS DE RELIGIÓN

Dentro del contexto anterior, podemos distinguir, en general, tres tipos de religiones, con sus “libros” diferentes.

1. Estrictamente hablando, las religiones cósmicas o paganas no tienen Biblia, a no ser que por Biblia se entienda la Naturaleza y la Vida en su conjunto. Esas religiones saben que Dios habla, es decir, se manifiesta, pero añaden que lo hace a través de su presencia en los fenómenos básicos del mundo o de la vida, especialmente en los procesos de la naturaleza (vida y muerte, cielo y tierra, plantas y animales, hombres y mujeres…).

En ese contexto, hablar de una Biblia especial, que sería exclusiva de algunos pueblos o culturas, que habrían recibido revelaciones más perfectas de Dios, mientras otras se hallarían condenadas a la oscuridad es una mentira. A tientas, desde el comienzo de los tiempos, los hombres y mujeres han buscado y han palpado a Dios, pues los cielos y la tierra hablan de su gloria (como sabe Sab y Heb 1, 1-2). Ésta es la Biblia Universal, el mundo entero, el conjunto de la vida sagrada, tal como ha venido a expresarse en las grandes tradiciones religiosas de los pueblos.

Esta Biblia Universal (que sigue siendo propia de la mayoría de la humanidad actual) es variada y unitaria. Ella tiende a ser a la vez politeísta (lo sagrado se expresa de diversas formas) y también monoteísta (los elementos sagrados se vinculan). Todas las escrituras posteriores, fijadas en un libro concreto, lo mismo el Corán que la Escritura judeo-cristiana, dependen de aquella Biblia Universal del cosmos, que se expresa en mil mitos o relatos sagrados que han ido fundando la historia religiosa de la humanidad, unitaria y cambiante. Los que olvidan (o reprimen y desprecian) esa Biblia en sus diversas formas pervierten el camino de la humanidad y se pervierten ellos mismos.

Ciertamente, algunas religiones históricamente más desarrolladas en lo referente a la escritura han logrado fijar en unos libros sus grandes experiencias religiosas, creando así Escrituras donde exponen sus mitos o recogen sus fórmulas rituales, como ha podido suceder en el Libro de los Muertos (Egipto) o en los Vedas (India), etc. Pero ellas no los entienden de un modo exclusivista, como revelación única de Dios; el camino de la revelación de Dios se expresa más bien por tradiciones sagradas.

2. Las religiones místicas, más propias del lejano oriente (hinduismo, budismo, taoísmo) acentúan la presencia de Dios en el corazón humano o, mejor dicho, en el mismo entendimiento profundo, que así viene a presentarse como verdadera Biblia. Ellas no pueden hablar, según eso, de un libro exterior, escrito a tinta o con letras, sino de la Escritura que el mismo Dios (misterio divino) va grabando en el corazón humano.

Los representantes de estas religiones pueden escribir y han escrito miles y miles de libros, al menos en los tres últimos milenios, una vez que la Escritura se ha extendido entre las élites pensantes de la población, de China y la India hasta Roma. Pero esos escritos resultan siempre posteriores, como una ayuda exterior. La Escritura es el mismo corazón humano, la experiencia compartida de los hombres y mujeres, pues Dios va inscribiendo su palabra en el proceso de interiorización de los creyentes o sabios, en la experiencia de liberación mental, en la hondura o vacío (=plenitud) de la mente de aquellos que se sienten unidos al Absoluto y que comparten con otros su experiencia, un camino de tradición religiosa.

Estas religiones tienden a ser panteístas, pero no en sentido negativo (como si todo fuera igualmente sagrado y diera lo mismo), sino en sentido positivo: la vida está llena de Dios (de lo divino) que se expresa de un modo especial en los hombres que saben abrirse al misterio y comparten su experiencia, en una tradición sagrada, de tipo personal, no por mediación de libros. Estas religiones pueden tener libros especialmente valiosos en los que se ha venido a decantar de un modo intenso la experiencia del Dios que llena todo; entre ellos podrían contarse las Upanishadas del hinduismo, el Tao de China, la Tripitaka del budismo… Pero, estrictamente hablando, ellas no los necesitan, pues su Biblia es la vida interior de cada hombre o mujer, que descubre lo divino dentro de sí, en un proceso de interiorización y de tradición sagrada (en una línea de yoga o meditación trascendental).

3. Sólo las religiones monoteístas o proféticas (judaísmo, cristianismo, islam), que han nacido ya en un tiempo en que los libros eran importantes para las élites de la sociedad, han llegado a tener una Biblia estrictamente dicha, es decir, un Libro especial que recoge la revelación de Dios y define aquello que ha de ser la vida de los creyentes. Sólo las religiones que suponen que Dios es Persona y que se ha manifestado ya de un modo concreto (personal) a través de las palabras y gestos (acciones) de unos hombres muy particulares, concebidos como mediadores o reveladores de lo divino en la historia, pueden escribir y acoger una Biblia, como testimonio especial de su tradición sagrada.

Partiendo del judaísmo, cristianos y musulmanes han pensado y piensan no sólo que Dios se ha manifestado por unos hombres especiales (locutus est per prophetas), sino que ha fijado su Voz en unos libros sagrados, que recogen su manifestación. Ciertamente, ellos pueden aceptar de algún modo las “biblias” anteriores, porque Dios habla también por el cosmos y en el corazón de los humanos, pero añaden que la Palabra Sagrada se centra de un modo especial en el Libro o conjunto de libros (Biblia es plural) que recogen la revelación más honda de ese Dios.

Al destacar así el valor de un Libro como signo sagrado superior, estas religiones pueden aportar y aportan una experiencia muy valiosa al conjunto de la humanidad, abriendo puertas de conocimiento y experiencia que antes parecían cerradas. Pero, al mismo tiempo, ellas corren el riesgo de volverse exclusivistas (como si sólo ellas tuvieran la llave de Dios y pudieran conocer su misterio) y violentas (negando el valor de las otras religiones).

Esto nos sitúa ante un problema. Precisamente aquellos libros que deberían ayudarnos a conocer mejor a Dios (el misterio de la vida), abriendo así puertas de conocimiento universal y comunión para todos los pueblos, pueden convertirse (y a veces se han convertido) en medio de imposición y de rechazo de los otros. Éste es el problema: los libros sagrados de aquellas religiones que dicen tener una revelación especial de Dios (judaísmo, cristianismo, Islam…) y que debían haber sido un testimonio de apertura y universalidad, han venido a convertirse a veces en medio de imposición y de violencia.

2. UN DIOS, TRES BIBLIAS

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