Escrito por
Número 80 (sept.-oct.’05)
– Autor: Xabier Pikaza –
HACE cuarenta años escribió Harvey Cox una obra de gran impacto, titulada The secular city (MacMillan, New York 1965; trad. castellana: La ciudad secular, Península, Barcelona 1968), donde defendía el ascenso imparable de una sociedad donde la religión dejaba de ser el factor determinante de la vida pública, abriéndonos una ventana de libertad a los que somos ya un poco mayores. Hace dos meses (julio del 2005) he pasado con él unos días inolvidables en un foro de teología dedicado al cuerpo y a la copa, en Mendes R. J, Brasil. El cuerpo es carne de gozo y sufrimiento, la copa es fiesta y entrega por otros. Son símbolos sagrados siendo seculares.
Cox (que nació el 1929) sigue siendo profesor en Harvard, lugar emblemático de la cultura de Occidente, y conserva una gran lucidez. Estaba impresionado por el avance del laicismo español, con ribetes de anticlericalismo, en la línea de la mejor (o peor) Ilustración francesa. Pero estaba todavía más impresionado (¡consternado!) por el crecimiento de un tipo de religiosidad secular americana, fundada en la mentira política y económica de su presidente y equipo gobernante. Pocas veces he visto a un profesor más dolorido y crítico ante el derrumbamiento de su nación, una nación que, si sigue el camino actual, no tendrá más símbolos culturales que la comida del MacDonald y las fantasías de religión secular puesta al servicio de la propia idiotez y del dinero, aunque destruya con eso el mundo entero (¡fueron palabras suyas!).
Significativamente, hablamos con cierta extensión de los símbolos religiosos y comenzamos analizando las diferencias entre el secularismo americano (representado por el profesor ignorante del Codigo de Vinci, supuesto especialista en símbolos religiosos, vergüenza de la Universidad de Harvard, donde le ubica el autor de la novela) y el laicismo europeo, más inteligente, pero quizá menos tolerante (y menos interesado) ante los símbolos religiosos. Es sintomático el hecho de que uno de los libros más vendidos se ocupe (¡y se ocupe mal!) de los símbolos religiosos. H. Cox me dijo que le parecía raro que los «laicistas cultos de Europa» no hubieran reaccionado ante el hecho, pues ellos deben conocer mejor los temas. En ese contexto me regaló su último libro (When Jesus came to Harvard. Making moral choices today, Houghton, Boston 2004), que elabora el mensaje de Jesús en línea simbólica y, partiendo de alguna de sus páginas, pudimos esbozar los argumentos, con ciertas divergencias, pero también con muchas convergencias.