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Pueden existir muchas maneras de mirar la situación actual del mundo rural; y, por lo tanto, la mía, ésta, será una. En ella quiero ser expresión visible, especialmente, de ese mundo rural de pequeños pueblos, acogedores en el momento actual, sobre todo, de desierto y soledad, de expolio e incertidumbre.
Pretendo que mi mirada y mi reflexión estén mezcladas de realidad y reivindicación. De situaciones de indignación y de dolor; pero, a la vez, de reivindicaciones, posibilidades y esperanzas.
1ª La tierra ha sido históricamente el espacio imprescindible de identidad para la vida rural
La realidad de la tierra en los pueblos rurales, y sobre todo en los más pequeños, ha sido el lugar de identidad propio donde producir alimentos para la humanidad. Campesinos y campesinas se han empeñado en producir responsablemente esos alimentos que han cuidado la vida de muchas gentes.
El campesinado ha sido la mejor expresión del sentido de ser rural. De manera especial, el campesinado nos ha regalado una de las partes más vivas y más ricas de la historia humana y ha sido la mejor expresión del auténtico sentido del ser rural. Ningún espacio y actividad humana como la rural ha sabido, probablemente, entrelazar mejor las personas y tejer relaciones comunitarias con la tierra para poner, de la mejor manera, la vida de la humanidad en el centro.
La soberanía alimentaria, la agroecología, el acceso a una alimentación digna y saludable está siendo, para muchas gentes y colectivos, la apuesta que intenta poner, de nuevo, al mundo rural en su lugar. Con hondura y decisión se favorecen iniciativas para producir alimentos en alianzas entre población local y consumidoras; cuidando los valores propios y sanadores del trabajo de la tierra; defendiendo la igualdad entre hombres y mujeres; recuperando estos y otros valores comunitarios como derechos fundamentales del propio pueblo de campesinos y campesinas.
2ª La realidad de expolio de los pueblos rurales está siendo terca y dura para explicar, por encima de todo, la soledad histórica del mundo rural y sus gentes
Ya desde décadas anteriores, pero en los años 60 y 80 del pasado siglo principalmente, podemos situar la última etapa de unos tiempos donde se van instalando políticas y maneras de hacer y de pensar agresivas para el mundo rural que parecen justificar apuestas engañosamente salvadoras por parte de grandes grupos económicos que van a instalarse y convertirse en “benefactores” del futuro de los pueblos rurales y su territorio, utilizando, en muchos casos, las buenas intenciones de las gentes rurales y campesinas porque entienden que es su única “tabla de salvación”.
De ayuntamientos que, pasando enormes dificultades para sostener los mejores servicios para sus vecinos y vecinas, y sin ver otros horizontes, o de agricultores y ganaderos que no encuentran ni ven otra forma de futuro, después de haber sufrido la pérdida de lo mejor de su estilo de ser y de vivir, se han embarcado dolorosamente en “esta” modernización capitalista, llena de amenazas para la vida rural.
Estoy pensando las consecuencias y realidad de este expolio en las personas con más edad, que se sienten empujadas a la más dura soledad e indefensión por la imposición aparentemente irremediable de intereses ajenos, extraños y agresivos con sus sentimientos, con su manera de ser y con sus propias vidas.
3ª No todo desarrollo económico y social debe ser apoyado para un mundo rural y pueblos vaciados
Nada puede estar por encima del respeto a la vida y la manera de ser de las personas y de la tierra que tenemos obligación de cuidar y admirar. Cuántos esfuerzos de las gentes mayores del medio rural, durante muchos siglos, han ido entretejiendo una forma de vivir, de ser y de sentir que, nadie como ellos ha sabido dar sentido y contenido desde el apoyo comunitario con todas sus limitaciones.
Pero, en el momento actual, como sucede en otros colectivos humanos que se encuentran en profunda transformación, viven una gran paradoja; quienes han sostenido y cuidado la historia rural han sido y están siendo dejados de lado sin darles el protagonismo que les debiera corresponder para construir el futuro.
Los intrusos de la agroindustria más
salvaje se han empeñado en hacer
negocio de las tierras
De tal manera que sus vidas y su tierra, costumbres y trabajos no puedan quedar a expensas del enriquecimiento de unos pocos, muy pocos. En la mayoría de los casos, grupos económicos que se toman los pueblos y sus territorios como lugares donde, sin conciencia alguna ni respeto, se puede hacer de casi todo, en aras de falsas promesas de desarrollo. La agroindustria, el control de las producciones y de las materias primas por parte del mercado, la escandalosa contaminación de la tierra y los alimentos, los intereses en el control y compra de tierras o en la utilización y privatización del agua, etc., son algunos ejemplos.
Los intrusos de la agroindustria más salvaje se han empeñado en hacer negocio de las tierras. Ya no hace falta que los pueblos produzcan alimentos. Es mejor no contar con los protagonistas y a la vez víctimas de tan extraña, pero suculenta, estrategia económica. Y en esta espera estamos, cuando todo esté vacío y sin sentido en el territorio, y en muchos casos ya lo está, se buscará ocuparlo con otras alternativas (ya se han impuesto demasiadas), que poco o nada tengan que ver con la sabiduría acumulada y expresada por quienes piedra a piedra, surco a surco y paso a paso fueron capaces de cuidarse, de sostenerse y de acompañarse haciendo posible las mejores lecciones de vida comunitaria y respeto.
4ª Frente a este expolio y soledad, alimentación digna y cuidados, con alianzas mundo rural – mundo urbano
Que el medio rural vuelva a cumplir con el papel ético que le corresponde, que es producir alimentos para la humanidad, es la apuesta que está acompañando y nos está interpelando cada día más a muchos colectivos, grupos y movimientos sociales, rurales y urbanos, de la realidad de los diversos pueblos del Estado español y mundial, para ser la guía y el aliento en los caminos del cuidado de la vida de muchas personas en soledad.
Sentimos que tenemos la obligación y el reto de apoyar y crear sistemas autosuficientes, saludables y no contaminantes que proporcionen alimentos y un entorno de trabajo seguro para agricultores y agricultoras, gentes del campo, así como para todas las comunidades rurales, peri-urbanas y urbanas que cada vez se van uniendo más en este objetivo.
Buscamos contribuir a dar un nuevo valor a las identidades campesinas y a fortalecer la confianza entre personas productoras y consumidoras. Potenciar e impulsar las economías locales y contribuir a eliminar el impacto negativo del comercio internacional en los medios de vida de los pequeños productores. Contribuir a proporcionar la tecnología apropiada. Defender la acción comunitaria y participativa que transfiere el centro de poder de los sistemas alimentarios de grandes entidades agrícolas e industriales a los pequeños productores de alimentos que suministran la mayor parte de los alimentos mundiales.
Estos caminos están siendo posibles en muchos lugares enfrentando amenazas y poniendo en marcha pequeñas propuestas que como David a Goliat acertarán a cambiar el rumbo de la desesperación contenida con la que viven muchas de las gentes que quieren seguir haciendo historia viva sirviéndose justamente de aquello que descubrieron hace mucho tiempo con sus antepasados: ¡hacerse unos con la tierra e identificarse con ella!