domingo, noviembre 3, 2024
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Rumbo a Medellín. 50 años de opción por los pobres

Escrito por

Éxodo 144
– Autor:  Evaristo Villar –

Desde hace ya algún tiempo los movimientos cristianos de base de toda América Latina vienen preparando un macroencuentro en la ciudad colombiana de Medellín para celebrar,   entre el 27 y 31 de agosto 2018,  el 50 aniversario de la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano (CELAM  o Consejo Episcopal Latinoamericano) que tuvo lugar hace 5 décadas  en esa misma  ciudad.

  1. Medellín 68. Medellín 68 marcó un antes y un después en la imagen del catolicismo latinoamericano. En pocas palabras, se puede decir que Medellín puso en marcha tres movimientos simultáneos en la Iglesia latinoamericana: la recepción del Concilio Vaticano II —de marcado carácter eurocéntrico—, el despegue del modelo de cristiandad — muy arraigado institucional y popularmente en el cristianismo de la época— y la emergencia de un nuevo modelo de Iglesia,  posteriormente desarrollado en la floración de Comunidades Eclesiales de Base y en la Teología de la Liberación.

La segunda Conferencia del CELAM apareció en un marco político y socioeconómico muy concreto. Políticamente surge en un continente crispado por el enfrentamiento entre las dictaduras militares impuestas por el imperio y  la proliferación de las guerrillas emergentes. Y socioeconómicamente irrumpe  en medio de la tensión creciente entre dos teorías o prácticas marcadamente enfrentadas:  de un lado, la Alianza para el Progreso —una especie de reformismo a lo Plan Marshall que pretendía controlar,  contra el “mal ejemplo” de Cuba,  el proceso de cambio en América (considerada “patio trasero de del imperio”) desde el subdesarrollo hasta  el progreso);  y, de otro lado,  la Teoría de la dependencia, radical e incisiva,  que luchaba por romper la relación causal entre el bienestar del Primer Mundo y la precariedad y pobreza del resto de mundos dependientes.

En este contexto, el episcopado latinoamericano hizo en Medellín tres inmersiones de enorme repercusión  tanto  en América Latina como en el resto del mundo cristiano,  principalmente en Europa y, singularmente, en España: en primer lugar,  “se hizo cargo” de la situación de un continente injustamente empobrecido y asolado por las guerras de baja intensidad. —A juicio de Gustavo Gutiérrez, este “mirar cara a cara sus problemas” y descubrir que, además de las guerras,  “la pobreza no era el único pero sí el más grande desafío al anuncio del evangelio”, fue la mayor aportación significativa de la Conferencia de Medellín—.  En segundo lugar y asumiendo las palabras de Juan XXIII al inicio de Concilio sobre una “Iglesia de los pobres”, — que, por cierto,  no llegó a abordar  directamente el Concilio Vaticano II— los obispos latinoamericanos decidieron  “optar por los pobres” como aparece, de diversas formas expresado,  a lo largo de sus documentos. ¡Sin lugar a dudas, esta fue una de las apuestas de mayor calado y trascendencia de la II Conferencia de Medellín! Y, finalmente, como forma más práctica y eficaz  de llevar a cabo esta opción por los pobres, los obispos reconocieron  y dieron su impulso a las incipientes Comunidades Eclesiales de Base. Esta forma social de vivir y anunciar el mensaje de Jesús se propagó pronto  al resto del mundo cristiano.

  1. 50 años después. La decisión de celebrar el 50 aniversario de la Asamblea de Medellín entre los cristianos y cristianas de base se tomó en septiembre del pasado año en Colombia. Es cierto que Medellín 68 no fue una asamblea de las bases cristianas sino de la jerarquía, pero en los documentos hay algo que sintoniza bien con la base eclesial y el espíritu del papa Francisco. Me refiero exactamente a la opción por los pobres, a la presencia cristiana en el mundo —siguiendo la inspiración de la constitución Gaudium et Sepes del Vaticano II— y a la apuesta por cultivo y la vivencia de la fe en sociedad o en comunidad.

Todo comenzó con la convocatoria hecha por diferentes organizaciones, unas propiamente colombianas y otras de ámbito internacional. Entre las primeras cabe señalar las siguientes: Mesa Ecuménica, Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Fe y Territorios, El Diálogo Intereclesial por la Paz de Colombia (DIPAZ), Comunidades construyendo paz en los territorios (CONPAZ), Congregación Hermanas Misioneras de la Madre Laura (Lauritas),  Universidad Javeriana, CIDEP, Iglesia Menonita (Medellín), Iglesia Luterana (Medellín) y Pax Christi (Medellín); entre las instituciones internacionales:  Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (SICSAL de México, El Salvador, Ecuador, Argentina, Australia y Colombia),  Justicia y Paz de la Congregación Claretiana, Fundación Pueblo Indio (Ecuador),  Comunidad Santo Tomás de Aquino (Madrid), Universidad DePaul, (Estados Unidos) e  Iglesia Sueca. En resumen,  25 personas, de 17 instituciones y de 10 países (Colombia, Estados Unidos, México, El Salvador, Costa Rica, Ecuador, Argentina, España, Australia y Suecia).

En el transcurso de tres encuentros maratonianos – 04 de septiembre en la Universidad Javeriana de Bogotá, 10 de septiembre con las Iglesias Luterana y Menonita de Medellín, y 11 de septiembre en el Centro de Formación Santa Laura de Medellín— se fueron perfilando:  los objetivos generales (legado religioso y civil de Medellín 68) y específicos (celebración e intercambio de experiencia martiriales y liberadoras a la luz de los nuevos signos de los tiempos y de la presencia de Monseñor Romero y del papa Francisco); los criterios (en forma de proceso, horizontal y participativo,  desarrollado en cinco  tiempos —ver, juzgar,  actuar, y celebrar—, macroecuménico y, aunque centrado en el continente latinomericano, abierto al resto del mundo).

Finalmente, se estableció una secretaría general con 7 comisiones y un cronograma de trabajo al que se ha venido ajustando el proceso de preparación.

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