Escrito por
Éxodo 138
– Autor: Jorge de Dompablo –
1ª Me gustaría comenzar por presentar quiénes somos. Somos, o quizás queremos ser, una comunidad que se empieza a construir en torno a una pequeña parroquia en un barrio obrero de Madrid, el llamado de las 800 viviendas; contamos una asociación para acoger migrantes y otras personas sin hogar, y estamos empezando a desarrollar un proyecto de dinamización social y cultural vecinal, y, por supuesto, nuestras actividades parroquiales, aunque finalmente para nosotros todo se mezcla, la parroquia, los vecinos, los migrantes, etc. En realidad, yo creo que nuestra propuesta se resume en aprender a compartir nuestras vidas. Y este compartir de todos se concreta en una parte muy visible: el compromiso en la acogida a los migrantes.
La palabra migrantes está vinculada a una larga retahíla de posverdades: son delincuentes, nos quitan el trabajo, los migrantes no quieren integrarse… y la más repetida últimamente, si abrimos nuestra puerta se nos puede colar un terrorista.
Lamentablemente, este discurso empieza a proyectar la sombra de la duda en la sociedad, y así se empieza a mirar al otro, primero con prevención, y, después, si no lo evitamos, con abierta hostilidad. Y esa posverdad también afecta a los migrantes que escuchan ese discurso que les culpa y les desprecia, y, en su desconocimiento de nuestra sociedad, llegan a pensar que todos pensamos así, o que son mayoría los que así piensan, y ellos también empiezan a mirar al otro, que somos todos nosotros, con prevención, con desconfianza, para terminar en el rencor. Entonces es cuando la posverdad ha triunfado, ha logrado enfrentar a dos personas que estaban llamadas a convivir, ha creado enemigos donde no los había.
Quizá la posverdad más molesta es la que presenta a los que luchamos contra este absurdo enfrentamiento como gentes “buenistas”, con buenas intenciones, pero finalmente personas idealistas y ajenas a la realidad. Ante esa acusación sí me defiendo, no somos “buenistas”, sabemos de las dificultades, de los costes, de los riesgos de las migraciones.
No somos “buenistas”, pero no nos conformamos con las soluciones que se basan, utilizando palabras de Francisco, en el “descarte” de personas. El rechazo al migrante, sin dar más solución que el férreo cierre de fronteras, es una clara manifestación del descarte de naciones enteras.
Seguramente no sabemos todas las respuestas, pero tenemos claro que las que hoy da nuestra sociedad no son respuestas, pues suponen dolor y sufrimiento para nuestros hermanos, y no solo para nuestros hermanos africanos o sirios, sino que estas mismas respuestas generan sufrimiento también para el parado o el trabajador precario, y para el que padece pobreza energética, o el anciano dependiente sin prestación alguna. Es doloroso escuchar a un parado de larga duración que, en su desesperación, sugiere que se ayude primero a los de aquí, en ese momento la posverdad ha logrado su objetivo, utilizar el miedo para legitimar el descarte del otro, pero, por desgracia para todos, mañana habrá otra posverdad que tildará de vago al parado de larga duración y le culpará de su situación.
Igualmente doloroso es saber que otro africano se dispone a emprender el camino a Europa ignorando las miserias que, si llega vivo, se verá obligado a pasar en nuestro continente; en este sentido, quizá la gran verdad que debemos oponer a las porverdades sobre la migración sea que el primer derecho de una persona es, no a migrar a otro país, sino precisamente a no migrar, a vivir, trabajar dignamente y morir en su propia tierra.
2ª ¿Qué salida le estáis dando colectivamente? Sencillamente continuamos trabajando. Lo cierto es que nuestra pequeñez, nuestra situación de parroquia periférica, hace que no tengamos que dar grandes respuestas, pues no hay altavoz para nosotros y nadie nos escucharía. Así que continuamos respondiendo con nuestro quehacer diario, eso sí, activo y comprometido, acogemos a migrantes africanos en nuestras casas y asociaciones, pero igualmente abrimos nuestras puertas a presos, a toxicómanos, a personas solas o que han tropezado en la vida.
De vez en cuando nos reunimos en el local de la asociación y comemos todos juntos: los africanos que viven en la casa de acogida, los ancianos solos del barrio, los que algún día estuvieron perdidos en el alcohol, la droga o la depresión y hoy han resucitado, y los parroquianos más diversos, de todo tipo y condición. Quizá esta sea nuestra respuesta a la posverdad, el seguir compartiendo nuestra vida con todos, el mezclarnos, el comer juntos… Quizá, aunque no lo hagamos de una manera deliberada, al compartir juntos una misma mesa estamos afrontando la posverdad con nuestra sencilla Verdad, el pan partido y repartido…
Y, mientras tanto, seguimos con nuestros proyectos, acogiendo a personas, preparando un huerto ocupacional, haciendo presentes a los olvidados. Ahora andamos liados organizando un espacio dedicado a la memoria de los migrantes muertos en el Mediterráneo. Se instalará en nuestra parroquia un espacio que no nos permitirá olvidar, que confrontará la posverdad con la verdad desgarradora, injusta, terrible, la verdad de los cadáveres en el mar.
Nosotros no sabemos enfrentarnos a la posverdad, sencillamente oramos por los muertos, intentamos acoger a los que llegan vivos, y procuramos mirar a los ojos del otro para vacunarnos juntos contra ese lento veneno de tópicos y noticias falsas.