Escrito por
Textos de P. Casaldáliga, expresión de su sentir, pensar y actuar, seleccionados por Evaristo Villar y Benjamín Forcano.
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Los pueblos indígenas, la prioridad más evangélica
En algunas Iglesias de Brasil los pueblos indígenas están siendo una prioridad. En mi sensibilidad pastoral lo son. Porque es la prioridad más evangélica. Por dos motivos. Primero porque son los más pobres como personas y como pueblo. No digo que sean los menos felices. Como personas y como pueblo tienen sobre sí la sentencia de muerte más inmediata, la muerte más lógica a partir del sistema. Estorban. Sus tierras, su floresta, su caza, su hábitat maravilloso; este lago Tapirapé…, son estímulo, cebo de la codicia de los grandes, de los poderosos, del latifundio, de las carreteras famosas, de la integración nacional, del tristísimo desarrollo (maldito sea el desarrollo en estas circunstancias mortíferas, ¿no?) Y del turismo este.
Y, en segundo lugar, son también los seres más evangélicos, porque siendo los más pobres, los más pequeños, los más desamparados, son también los más libres de espíritu, los más comunitarios y los que viven más armónicamente con la naturaleza, con la tierra, con el agua, con la luz, con la fauna y con la flora.
Con una visión así, un poco continental, habría que destacar algunas figuras en varios lugares que han asumido los descubrimientos de la antropología, de la etnografía, y han superado incluso el neocolonialismo que hubo en el propio concilio y que se ha dado en el posconcilio.
Aquí, en Brasil, esto se ha dado sobre todo a partir del CIMI: el Consejo Indigenista Misionero. El CIMI ha recogido todo el legado pasado y actual, sobre todo actual, de la etnología y antropología, de la que ha dejado de ser no sólo romántica o rusoniana, sino que también ha dejado de ser europeísta y cientifista, y se ha vuelto bastante más humana, y más pragmática en el mejor sentido de la palabra.
Creo que América es de raíz indígena y debe recuperar esta identidad madre como Pueblo y como Iglesia
Y ha sacudido la conciencia de todos los misioneros en territorios indígenas o en aldeas aquí en Brasil. Ha sacado publicaciones importantísimas (el propio boletín del CIMI es un monumento histórico), y ha organizado ya siete encuentros de jefes indígenas que marcan historia; desde hacía cuatro siglos no se reunían los jefes indios. Esos encuentros están siendo perseguidísimos por la FUNAI, por el latifundio y por los poderes económicos, porque saben lo que significa que los jefes indígenas se encuentren; y los indios lo han expresado así.
El CIMI ha organizado también cursos de formación pastoral indigenista, teología, antropología, historia de las misiones, todo lo referente a culturas, cursos de lenguas; ha organizado las comisiones regionales…
Es importante decir que en términos político-sociológicos y en términos pastorales de evangelio, el indio, los pueblos indios, sentidos realmente, asumidos de verdad a partir de una auténtica encamación, por un lado ofrecen una alternativa nueva a nuestra sociedad capitalista de consumo, y por otro lado nos fuerzan a descubrir el evangelio en su simplicidad.
Si se consigue una pastoral continental y una conciencia, e incluso una federación de pueblos indígenas –y para eso me parece importante un gran apoyo, incisivo, casi espectacular en el mejor sentido de la palabra–, creo que se podrían salvar los pueblos indígenas.
Yo creo que América, a pesar del tiempo y de los sucesivos imperios y desintegraciones, debe considerarse AMERINDIA. Creo que América es de raíz indígena y debe recuperar esta identidad madre como Pueblo y como Iglesia. Esto significa defender teóricamente y en la práctica la autodeterminación de los diferentes Pueblos indígenas del Continente, su organización en federaciones y confederaciones.
Y significa la oposición abierta y consecuente a las políticas integracionistas de los diferentes gobiernos antiindígenas, que son casi todos los gobiernos del Continente.
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La lglesia debe “convertirse al indio”
La Iglesia, además de entonar un mea culpa mucho más amplio y real por la connivencia y omisión del pasado, debe “convertirse al Indio”, superar la tentación proselitista de la “evangelización compulsoria”, y llevar simplemente el Evangelio y no la cultura extranjera, mucho menos el Capitalismo, la dependencia, el consumismo occidental.
Americe, en sus diversas naciones, en su entresijo continental, debe reaprender los valores básicos de las culturas indígenas: la ecología espontánea, la comunitariedad, la perenne vivencia religioso-cultual, el antilucro y el anticomunismo del indígena todavía libre.
La artesanía, la música, la danza, la fiesta indígena deberían ser recuperados por América, sin folclorismo y sin primitivismos.
Sé que estoy defendiendo una Utopía. Por eso la defiendo. El Evangelio es siempre la Utopía Mayor. Yo insisto cada vez más en esto. Es para mí como un dogma de fe: o el indio se salva continentalmente o no se salva; como, por otra parte, o se transforma continentalmente América Latina o no se transforma. No se trata de un país, sino de toda América Latina. La Patria Grande no es solamente folclore, o romanticismo literario, o movimientos artísticos… No. La Patria Grande es una realidad. Es uno el sistema que nos tiene sometidos a todos. Y va a ser una gran alegría cuando surja la libertad que revivirá a toda América Latina.
Continentalmente son más de cincuenta millones de indios. Y se están haciendo pactos amazónicos a favor, no de los pequeños, sino de los grandes señores, de las multinacionales. La Amazonia se está convirtiendo en una reserva multinacional. Incluso las reservas indígenas están siendo pasadas a las empresas multinacionales. Los ejemplos son muchos.
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El indio se salva continentalmente o no se salva
El problema es de clases; no debemos tener miedo a la palabra, porque la realidad es ésa. El pobre de cualquier sector uniéndose al pobre, al otro, para salvarse, para afrontar la sociedad que explota a todos. Porque uno solo es el enemigo y una sola es también la perspectiva de salvación. Quien da la vida por los otros no está renunciando a su propia vida, sino que la está valorizando como un servicio que da vida. Dar vida, dando la vida… Jesús no buscó la cruz por la cruz… Jesús se vio ante ella a partir del anuncio de la Buena Noticia de la liberación.
Dios quiere que nos amemos, que seamos felices. Pero para ello Jesús tuvo que luchar, tuvo que afrontar las clases sociales de su tiempo, el Poder; fuera el Poder romano, el Poder de los fariseos o el Poder de la Ley. Automáticamente él se vio atacado, y su fidelidad al Padre y a los hermanos, a la “buena noticia”, al Evangelio, lo llevó a los tribunales de Pilatos. El análisis que hizo, naturalmente, lo llevó a la muerte.
Ahora bien, porque dio la vida, dio vida más que nadie. Él, que es la resurrección y la Vida. Su muerte se convirtió en resurrección para todos. Y desde entonces no hay ninguna muerte que sea simplemente muerte.
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EI indio no debe dejar de serlo para ser cristiano
Hace tiempo –desde que entré en contacto habitual con las poblaciones indígenas– que siento la desaparición de pueblos enteros como un absurdo misterio de iniquidad histórica que me reduce a la más abatida fe. “Señor, ¿por qué los has abandonado? ¿Cómo puede el Padre de la vida, el Espíritu creador de toda cultura, permitir esos aniquilamientos plurales…?
Para nosotros los cristianos, para las Iglesias en cuanto Iglesias, esa tragedia indígena es una acusación histórica nunca suficientemente valorada. Debería ser un remordimiento asumido, una convulsión profética y eficaz. Porque hemos sido más perseguidores que perseguidos.
La generosidad hasta el martirio de muchos misioneros en las Américas; las obras de beneficencia y educación de las Misiones; los gestos proféticos aislados de unos cuantos Las Casas en tiempos pasados y el tardío clamor que algunas Iglesias, también aisladas, alzan hoy contra ese exterminio continental, no eximen a la Iglesia –a las Iglesias– de una culpa histórica de omisión y connivencia que solamente tiene igual con otra culpa histórica, quizá mayor, de las mismas Iglesias respecto a la esclavitud y el desprecio de los pueblos negros.
Aquellos que sois cristianos sabéis que Jesucristo no vino al mundo para que los indios dejasen de ser indios. Él no es un colonizador blanco. Él es el Liberador. El indio cristiano que piensa en dejar de ser indio no puede ser un buen cristiano. Quien niega a su pueblo niega a Dios, creador de todos los pueblos.
* Los textos aquí seleccionados son de Pedro Casaldáliga. Para su lectura completa: Pedro Casaldáliga, Al acecho del Reino, Ed. Nueva Utopía, pp. 86-111.