Escrito por
Éxodo 112 (en.-feb) 2012
– Autor: Javier Domínguez –
No hace tantos años que nosotros éramos un país pobre, en gran medida miserable y hambriento, que tuvimos que emigrar en busca de trabajo a la próspera Europa. La emigración económica superó pronto en número al exilio político causado por la guerra.
En esta emigración económica tenemos experiencias de todos los tipos, unas dolorosas, otras esperanzadoras, que nos deben hacer reflexionar ahora en el momento en que somos el país receptor y tenemos que encontrar fórmulas solidarias que acojan a los que llegan.
Quiero fijarme en la acogida que hizo a los españoles la poderosa iglesia alemana. Sin duda tuvo sus defectos y en su momento los criticamos mucho y tuvimos serios problemas y confrontaciones. Pero una vez pasado el tiempo tenemos que reconocer que se lo tomó en serio e hizo un esfuerzo muy superior al que está haciendo la Iglesia española para recibir a los emigrantes.
La Conferencia Episcopal alemana creó un “Secretariado para extranjeros”, en el cual todos los miembros eran alemanes.
Dentro de este Secretariado hay un responsable para españoles, también alemán, que sirve de enlace entre la Conferencia Episcopal y la Misión Católica Española. (Lo fue el que había sido capellán de alemanes en España, muchos de ellos huidos después de la guerra mundial, amigo personal de Muñoz Grandes, y admirador de Franco, lo que trajo no pocos problemas.)
La Misión Católica Española tiene un Delegado en Bonn, español que sirve de enlace con el Secretariado y con los Obispos. Existen otros tres sacerdotes con responsabilidad sobre toda la República Federal de Alemania, nombrados por la Conferencia Episcopal Alemana: un responsable de formación de adultos y escuelas, un Consiliario de la JOC y un Consiliario de la HOAC.
Este Delegado español (lo fue el actual Obispo de Sigüenza-Guadalajara, que entonces era sólo Pepe Sánchez) se encarga de encontrar sacerdotes, religiosos y religiosas en España, que vayan a Alemania a trabajar en la emigración y de conseguir que los Obispos alemanes les hagan un contrato de trabajo que les permita trabajar en Alemania en la Misión Católica.
Alrededor de este Delegado hay un Consejo Pastoral cuyos miembros son: por derecho propio el Delegado y el Responsable de formación y elegidos un responsable de HOAC, uno de JOC, otro de Cursillos de Cristiandad y un sacerdote y un seglar elegidos por cada zona.
En los Obispados alemanes están las Misiones Católicas Españolas, que dependen del Obispo, que las financia generosamente.
La Iglesia alemana en un principio concibió la Misión como lugar de culto, administración de sacramentos, labor de tipo parroquial, pero los problemas que plantea la emigración son muy graves y poco a poco van dotando a las misiones, a petición y presión de los capellanes, de centros de acogida, incluso con literas, de Kindergarten, de salas de reunión, centros infantiles y juveniles, escuelas semiprivadas y más adelante de asistentes o asistentas sociales que resuelvan los problemas sociales y legales. En algunas misiones se van afianzando las organizaciones obreras cristianas, sobre todo HOAC y JOC, y las Asociaciones de Padres de Familia.
Y así surgió esta institución, digna de un estudio sociológico más profundo que es la Misión Católica Española en las ciudades alemanas. En 1972, en que se alcanza la cifra más alta de españoles trabajando en Alemania, había 78 Misiones, que atendían a 184.202 trabajadores o trabajadoras (según estadística del Ministerio de Trabajo que no incluye a los menores ni a los que tienen permiso de residencia, pero no de trabajo.)
Es decir, en cualquier ciudad en la que haya un grupo un poco numeroso de españoles, hay una misión.
Dice el Doctor Becher: “Los actuales capellanes de emigrantes españoles son líderes de grupos insuficientes, lo mismo que lo fueron los capellanes polacos entre los que emigraron de Polonia a las minas del Ruhr antes de la guerra”.
Esto, que podríamos llamar “paternalismo diacónico”, pronto sufre una evolución, propiciada por el Concilio Vaticano II un tanto tumultuosa, que presenta las mismas características sociológicas que las de las parroquias y la pastoral en los barrios obreros de Madrid, Barcelona, Bilbao, Navarra… que en Alemania se traduce en una pastoral y liturgia más cercana a las bases, la defensa de los derechos de los emigrados, la denuncia profética, y en algunas misiones, el compromiso político, la participación en los Consejos Alemanes de los Ayuntamientos como representantes de los extranjeros y el enfrentamiento a veces valiente con autoridades civiles y eclesiásticas, tanto españolas como alemanas.
Por influjo sin duda de las misiones extranjeras que lo reclamaban, el Sínodo de las diócesis de la República Federal de Alemania sacó una resolución sobre los emigrantes, que me parece que es lo más serio que ha dicho una institución europea sobre la emigración, naturalmente dentro de un marco no revolucionario sino reformista. Es un libro de 30 páginas con propuestas concretas sobre infraestructuras necesarias para acoger a los emigrantes, que en su parte teórica se asienta en este principio:
“La persona debe ser tratada como tal y no como mera fuerza de trabajo. Esto significa que la economía debe estar al servicio del hombre y no éste al servicio de la economía. Los extranjeros no son una mercancía con la que se puede comerciar según la ley de la oferta y la demanda”.
La conservadora, pero no nacional católica, Iglesia alemana tuvo el valor de enfrentarse al problema de la emigración y dotar a los emigrantes españoles de una infraestructura, en la que pudieran organizarse con libertad y autonomía y permitió, con reticencias, su evolución dialéctica.
Pienso que la Iglesia española, podría aprender algo de la Iglesia alemana en la relación con los emigrantes.