– Autor: Varios Autores –
EL ser humano experimenta actualmente cambios profundos, producidos por una realidad, cada vez más dinámica y vertiginosa, que pone en cuestión de manera constante los fundamentos sociales, económicos y políticos, en los que se sustenta la convivencia. Tal circunstancia lleva aparejada la necesidad de formular un replanteamiento de los presupuestos morales y religiosos en los que sostenemos nuestra realidad cultural. Ésta se ve sometida al dictado, por un lado, del llamado “pensamiento único”, que procura dar uniformidad a todo conjunto social, allá donde se desarrolle, para facilitar así las estructuras de flexibilidad necesarias que posibiliten la explotación de los recursos económicos. Pero, al mismo tiempo, esta misma dinámica pone en contacto realidades culturalmente muy diversas, cuya vivencia está provocando un proceso de interculturalidad irreversible y que pone de relieve multitud de problemas.
Este espacio de pluralidad y de intercambio que supone hoy la sociedad multicultural es el marco para la formulación de una pregunta, que sin duda ha sostenido una buena parte de la reflexión teológica: ¿Es Jesucristo el único mediador de la salvación de Dios? Con certeza, proponer una respuesta viene siendo un ejercicio de audacia para todos aquellos y aquellas que han puesto en el camino un planteamiento al respecto. Pero tratar de hacerlo desde los presupuestos de una realidad social que vive, cada vez con más fuerza, un presente de diversidad cultural y religiosa, supone una aventura en nada desdeñable.
Mirar la figura de Jesús, como Mediador, formulando los problemas que esto supone, desde las cuatro grandes tradiciones religiosas, judía, cristiana, musulmana y oriental es un elemento imprescindible para abordar el tema del diálogo interreligioso, cada vez más trascendente en el marco que describimos. No porque sea necesario salvar aquellos aspectos dogmáticos en los que poder alcanzar un consenso, sino por señalar elementos de identidad en los que el hombre y la mujer puedan reconocerse. En esta reflexión se pondrán de manifiesto aquellos elementos culturales presentes en cada una de las construcciones teológicas de las grandes religiones y que sin duda configuran matices diversos, que debemos tomar muy en cuenta para promover avances reales en dicho diálogo.
Proponer a Jesús, cuestionado en estos términos, supone revitalizar una buena parte del legado que lo muestra como el Profeta que anunció un nuevo tiempo, ése al que de ninguna manera podemos volver la espalda.