Éxodo 118 (marz.-abril) 2013
– Autor: Varios Autores –
¿Es hora de otra Iglesia? ¿Qué es lo que está pasando en esta institución milenaria para que tengamos que hacernos hoy esta pregunta? En las siguientes páginas de Éxodo podrás ir encontrando algunas respuestas a este interrogante.
Es inimaginable la renuncia de un papa y a todo el mundo ha sorprendido la llegada a Roma de alguien que viene “desde el fin del mundo”. Como al paso de una intensa borrasca invernal, comienzan a borrarse los anacrónicos perfiles de un paradigma papal, monárquico y absolutista, a la vez que tímidamente parecen emerger otros nuevos, más acordes con la sensibilidad de nuestro tiempo.
La monarquía papal no es un dato originario que pertenezca a la esencialidad de la tradición de la Iglesia. Se ha venido construyendo en la historia desde el siglo XI con el “dictatus Papae” de Gregorio VII, la teocracia de la bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII (s. XIV) y el dogma de la infalibilidad del Vaticano I (s. XIX). Se trata de una figura con rasgos faraónicos que rayan en la idolatría, y que recoge sin pudor el Código de Derecho Canónico, promulgado por Juan Pablo II en 1983. En este código de leyes, actualmente vigente, se llega a afirmar que el papa y solo él tiene potestad suprema y plena, inmediata y universal, que no puede ser juzgado por nadie y que puede juzgar y condenar, sin apelación, incluso a los jefes de Estado del mundo entero… ¡Y esta figura se ha mantenido intocable hasta la reciente renuncia de Benedicto XVI!
Aun sin datos suficientes para conformarlo, en los gestos y palabras del papa Francisco parece apuntar otro paradigma. El mismo nombre que se ha dado es suficientemente expresivo. ¿Pretende enlazar el papa Francisco con esa tradición empeñada en la renovación de la Iglesia desde la pobreza? En el cauce de esta tradición secular cobran mayor interés algunas de sus primera palabras: “quisiera una Iglesia pobre y de los pobres”. Pudieran ser estas el eco de aquellas que, según San Buenaventura, dirigió Jesús al santo de Asís: “Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas”
No es necesario acudir a las escandalosas revelaciones del vatileaks, donde el abuso de poder, la pompa y el dinero entre las más altas jerarquías y la pederastia afectando a un elevado número del clero, para caer en la cuenta de las actuales ruinas de la Iglesia. Estas consecuencias, miradas objetivamente, están apuntando a algo más profundo, a la imagen misma de una institución milenaria que hoy, como nunca, está siendo fuertemente cuestionada. Basta echar una mirada a los datos que nos ofrecen los frecuentes sondeos para percatarnos del clamor casi universal por un cambio de paradigma. Según José Juan Toharia (Metroscopia, abril 2013), nueve de cada diez españoles, creyentes o no, quieren ver a la Iglesia del lado de los pobres y excluidos y no de los ricos y poderosos; la quieren más austera tanto en ropajes como en ritos litúrgicos; sin privilegios y al ritmo de los tiempos que estamos viviendo. Curiosamente los zapatos remendados del papa se convierten en un símbolo bien expresivo.
A la vista de todo esto cobra sentido la pregunta que nos hacemos en Éxodo: ¿Ha llegado la hora de otra Iglesia? A nuestro juicio sí y somos conscientes de que, de no aprovechar este momento, la actual ruina seguirá imparable.