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Maricarmen Montes, integrante del Colectivo Mujeres para el Diálogo, y egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de México, está muy vinculada a la Alianza Global ConVida20, una respuesta de casi 60 organizaciones cristianas de América Latina y el Caribe, Norte América, Europa y Asia ante la pandemia de la COVID19, de la que ya informamos en nuestro anterior número de Éxodo. La misma Plataforma precisó con mucha claridad sus dos objetivos. Uno utópico, ya sellado con el martirio de Monseñor Romero: “debemos cambiar de raíz todo el sistema”. Otro a corto y mediano plazo: “articularnos personas y organizaciones de todas las procedencias para incidir, movilizar y producir análisis de cara a la construcción, desde la base de los movimientos populares, de una sociedad que favorezca la vida humana y ecológica en medio de la pandemia y después de ella”.
La Alianza cuenta con ocho comisiones, una de las cuales, “Comisión de Equidad de Género”, está animada precisamente por Maricarmen, a quien saludamos con mucho gusto y agradecemos su disposición a contestar a las preguntas de Éxodo.
¿En qué momento se encuentra esta plataforma de Alianza Global ConVida20? ¿Qué papel juega en ella la Comisión que tú presides?
Estamos a un año del lanzamiento de Alianza Global ConVida 20.En ese tiempo, sin duda, ha ido creciendo su impacto ya que ha logrado –a través de sus ocho comisiones– ir posicionando diferentes problemas y visiones y buscando caminos para intentar enfrentarlos de manera colectiva.
Nuestra comisión “Equidad y Género” ha intentado jugar el papel de denunciar la violencia que se ejerce contra las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Pero al mismo tiempo visibilizar a aquellas mujeres, mártires y profetas, que dentro de los calendarios religiosos y laicos, se han omitido fácilmente, dando preponderancia a los varones. Algo que también nos interesa visibilizar son las resistencias, luchas, propuestas y organización, para contrarrestar al sistema capitalista-neoliberal-patriarcal.
Se nos decía en la presentación del origen, objetivos y metodología de ConVida20 que os estabais planteando “la necesidad de hacer de la perspectiva de género un eje temático de todas las comisiones”: ¿se asumió ese planteamiento?, ¿qué alcances y consecuencias está teniendo para el trabajo en red global?
Bueno, ese es el sueño. Quisiéramos que la perspectiva de género fuera un eje transversal, lo difícil es el cómo, qué hacer para que las demás comisiones lo asuman. Esta tarea la hemos empezado teniendo momentos de reflexión con algunas de ellas. Hay empatía y buena disposición para lograrlo, pero estamos en camino, quizá más adelante veamos los frutos.
Vemos el esfuerzo que algunas comisiones hacen para incluirlo, pero no se logra muy rápido, va acompañado de comprensión personal y colectiva, eso lleva tiempo. Por ejemplo, en la Comisión de Tierra, Techo, Trabajo y Trascendencia se ha incluido el testimonio y reflexión del Feminismo Comunitario. Pianito… vamos avanzando.
En la presentación de la Comisión de Equidad de Género aparece la fotografía de una manta con imágenes de mujeres “mártires y profetas de ayer y de hoy que inspiran nuestras luchas y semillas que florecen”. Tanto la imagen como el lema son muy elocuentes. ¿Podrías ampliarnos un poco más su significado?
La razón por la que imaginamos esa manta es precisamente la ausencia de mujeres entre los modelos que se difunden de profetismo y martirio. La mayoría corresponde a protagonistas de las luchas que se dieron en América Latina y el Caribe, aunque algunas fueran originarias de otros continentes.
Nos dimos a la tarea de buscarlas, nombrarlas, y mostrarlas. Nos interesa mucho visibilizarlas y decir las causas por las cuales ofrendaron sus vidas, o denunciaron o clamaron en defensa de una vida digna, contra la injusticia, por la igualdad. En definitiva, que lucharon por la construcción de otro mundo posible.
Pueden ser nuestras guías, nuestras santas, nuestros ejemplos, y queremos compartirlas con tod@s. Escogimos también a algunas que todavía están vivas, con diferentes misiones, portadoras de mensajes de esperanza, de lucha, de reivindicaciones en la vida de las mujeres y de la comunidad.
Cuando presentamos la manta en la conmemoración del 25 de noviembre del 2020, causó asombro. Además fue un trabajo hecho por compañeras y compañeros artistas que le dieron un toque de sencillez y belleza, que alegra y da esperanza a quienes lo ven. También hay carteles, afiches, tarjetas, por el reverso tiene datos de las mujeres que aparecen para que se tenga una idea de dónde son, por qué fueron asesinadas, qué representan, cuál fue la causa de su martirio Todas ellas profetas, representan a las que todavía andan en este mundo vivas.
El patriarcado, sistema milenario que rige la vida de todo el mundo
El patriarcado y la igualdad entre hombres y mujeres son dos pesos de una balanza que pugnan por imponerse en nuestra sociedad. ¿Hacia qué lado te parece que se inclina la balanza en este momento y qué pasos hay que ir dando hacia la igualdad de género?
Creo que la balanza está inclinada en el patriarcado, sistema milenario que rige la vida de todo el mundo. Millones no saben siquiera que existe, lo vemos en el alza de mujeres agredidas en estos tiempos de pandemia, ha aumentado la violencia hacia ellas en el confinamiento, especialmente por sus parejas. Los feminicidios se han disparado en todo el mundo, en México se menciona que hay 10,3 feminicidios diarios, casi 11, pero en toda América Latina y en el mundo la violencia de género es imparable, aunada a la crisis civilizatoria que todos estamos viviendo.
Se tiene que trabajar desde muchos frentes, reconociendo primero esa realidad, basada en una inmensa desigualdad, a través de todos los medios posibles: toma de conciencia, talleres, intercambios, paneles, conversatorios, investigación. En Convida 20, se han hecho encuentros y reuniones para informar, analizar, hacer propuestas conjuntas que vayan poniendo bases para ir sensibilizando mentes y corazones.
El ecofeminismo es un movimiento que ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres: ¿Cuál es la alternativa a esa explotación y a esa subordinación?
Menuda pregunta, a ver quién tiene la varita mágica para responderla. Los pueblos originarios nos dan ejemplo de lucha frente a la explotación y degradación del mundo natural, a nosotras las mujeres nos consideran parte de la naturaleza, y en ese sentido, la subordinación y la opresión parecieran la misma cosa. Si al “hombre” se le ha dado el mandato de poder hacer con la naturaleza lo que quiera, si a nosotras se nos iguala con la naturaleza, el dominio es parejo. Por eso, el ecofeminismo quiere transformar esas relaciones de dominio que destruyen todo para que seamos capaces de reconocer, tanto los varones como las mujeres, a la naturaleza como un ente autónomo que necesita ser respetada, cuidada, al igual que a las mujeres. No es posible que se siga creyendo que los varones pueden poseer, ser dueños de las mujeres, subordinarlas, someterlas, como tampoco se puede aceptar que, sintiéndose dueños de los bienes naturales, puedan hacer con ellos lo que les plazca.
Nuestras miradas tienen que cambiar, no es el varón el dueño del mundo.
A ratos se malinterpreta el mandato de la Biblia, como si el hombre fuera dueño de todo, sin duda de su mujer, o de sus mujeres, o de las mujeres.
Parece evidente que la participación de la mujer tanto en la sociedad como en la Iglesia es un termómetro muy significativo del grado y del valor que la sociedad y la Iglesia otorgan a la mujer. ¿Cuáles crees que son los principales obstáculos y logros en el momento presente y qué desafíos se plantean de cara al futuro?
Somos admiradas por ese poder tan hermoso que es estar al cuidado de quienes nos rodean
Considero que cada día la participación de las mujeres toma fuerza, pero es un camino lleno de obstáculos, con barreras externas e internas. En nuestros talleres de Género, siempre nos preguntamos: ¿Cómo hemos sido construidas las mujeres? Porque los valores que nos dicen que son propios de nosotras, en realidad son construcciones culturales ancestrales que hemos ido asimilando poquito a poco, como el agua penetra la tierra, sin darse cuenta, todo nos parece natural: cuidar, atender, ser para los otr@s, obedecer. Somos admiradas por la sociedad por eso, no por nuestra inteligencia, nuestra creatividad, sino por ese poder tan hermoso que es estar al cuidado de quienes nos rodean, niños, niñas, hombres mujeres, sean hermanos, padres, abuelos, ancianos, enfermos, discapacitados, curas, maestros. Para eso nacimos, tenemos todas las cualidades, se nos da de manera natural. Eso es una falacia, nada de eso es cierto ni es natural. Hemos sido adiestradas, entrenadas, en estas tareas del cuidado desde pequeñas y en casi todas las culturas.
Cuando caemos en la cuenta de esto, primero se nos cae el mundo, porque es el mundo que pensábamos era el nuestro, donde somos queridas, admiradas, combinado con la sumisión y la opresión, pero si logramos descubrir que eso no puede seguir así, entonces empezamos a levantar la cabeza, a no permitir que esto siga de la misma manera. Puede que sean chispazos de toma de conciencia, pero cuando sucede casi nunca volvemos a ser las mismas.
Los desafíos son primero ver cómo vivimos, después buscar las causas y, al descubrirlas, intentar de manera individual y colectiva caminos que nos lleven a la autonomía, a ejercer nuestro derecho a decidir en todos los ámbitos, propiciando una transformación radical en nuestras vidas y en la sociedad.
Para llegar a poner en primer plano la necesidad de reconocer el papel de la mujer en la sociedad y en la iglesia de América Latina, se ha necesitado un largo trabajo desde las bases de grupos de mujeres luchadoras. ¿Podrías indicar cuáles han sido los grupos que más han aportado y qué resistencias han tenido que superar?
Todos los grupos de mujeres que se han dado cuenta de que no son valoradas, respetadas, incluidas, llamadas, a cambiar esta sociedad, son los pilares que sostienen la resistencia. No necesariamente quienes han sufrido la mayor discriminación son las pioneras, pero sí son las que han estado en luchas por la tierra, por la vivienda, por el trabajo, por la defensa de los bienes de la naturaleza, las mujeres de pueblos originarios, por ejercer nuestros derechos sexuales y reproductivos. ¿Por qué? Porque en esas luchas han vivido en carne propia los liderazgos masculinos que más de una vez no las han dejado ser. Empecemos por el papá en casa, el “jefe” de familia, o la pareja, el maestro, el cura, el líder de la comunidad, las autoridades masculinas, en el trabajo, en el campo, en la ciudad, en el barrio.
Las mujeres que han sentido la carga de imposiciones en preceptos, leyes, normas, y que se les ha impedido ejercer su derecho a decidir.
El Estado y las Iglesias imponen sus criterios jerárquicos, en una pirámide donde abajo están l@sciudadan@s y l@s fieles o Pueblo de Dios. Ordenan que se cumplan sus mandatos, casi nunca con derecho de réplica o de cuestionamiento.
Cuando nos damos cuenta de que quien sostiene esa estructura tan desigual somos las mujeres, allí la lucha se desata, surgen los movimientos de mujeres, los cuales ya nadie los detiene. Son diversos, con objetivos distintos según la opresión que viven, pero todos buscan la emancipación, la autonomía, el reconocimiento, la inclusión. Estamos totalmente inconformes con las cargas que nos han impuesto y no nos detendremos hasta que logremos nuestra libertad.
La Plataforma se reconoce deudora de la propuesta del papa Francisco en su Carta a los Movimientos Populares y su invitación a pensar “en el después”. ¿Qué opinión le merece la posición del papa Francisco respecto al papel que deben jugar en la Iglesia las mujeres?
No es una respuesta fácil, cuando conocimos la propuesta de Francisco en esa carta, nos pareció hermosa, llena de esperanza, fincada en las y los jóvenes y los movimientos populares. Sin embargo, también descubrimos –y esa es una de las causas de esta Comisión– que las mujeres no aparecían en ese horizonte. Son nombradas sólo una vez, “pienso en las personas, sobre todo en las mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios, con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños”, confirmada nuestra misión: ser para las y los otros, ser para los demás. Y cuando se refiere a las comisiones que proponía, no aparecen las mujeres. Las podremos encontrar con lupa y suponiendo posibilidades, por ejemplo en los efectos de la pandemia: no aparece la brutal violencia hacia ellas en el confinamiento, son hechos que no se ven.
Creemos que Francisco hace un esfuerzo por incluir en su equipo a las mujeres. De hecho, en el Vaticano se han ido abriendo espacios en cargos y puestos importantes para las mujeres. Sin embargo, en lo cotidiano de la lucha de las mujeres, desde sus derechos, hay un espacio muy grande entre lo que se quisiera, lo que se permite, lo que se prohíbe y lo que se practica.
Me pregunto si alguna vez Francisco ha profundizado en lo que es el Patriarcado, creo que no, hay demasiados prejuicios. Una vez se le escuchó decir de nosotras que vivíamos un “machismo con faldas”, expresión poco afortunada, por decir lo menos. Por supuesto que el patriarcado nos permea a mujeres y hombres, y en esta lucha entre tanta desigualdad, se asumen modelos patriarcales.
Queremos una Iglesia que irradie luz, no sombras; que acoja, no excluya; con igualdad de oportunidades para todos y todas
Imagino que el Papa tiene muchos problemas dentro de la misma Curia e Iglesia, y le da cierto miedo abrir los espacios, tanto mentales como reales. Hay algo de lo cual se habla y se afirma, que los movimientos de mujeres, los movimientos feministas, tienen una ideología y lo llaman ideología de género. Nadie de ellos la saben explicar, suponen que nosotras queremos acabar con la familia, estamos contra la vida, con ideas contrarias a la moral, etc. Son puras fantasías e inventos, les da terror aceptar que cada día, miles de mujeres son autónomas, toman su vida en sus manos, deciden según su conciencia y eso es ser adultas, no niñas que nos tienen que decir por dónde caminar y bajo qué criterios. Mujeres y hombres no somos iguales, tenemos diferencias, y esas son las diferencias sexuales, pero esa diferencia no puede justificar la gran desigualdad que existe entre ambos, que provoca tantas injusticias en todos los ámbitos de la vida, en todas las instituciones, desde la pareja, la familia, la escuela, las iglesias, las instituciones de todo tipo. Podría suceder que si las puertas se cierran, afuera hay mucho que hacer, queremos construir la Comunidad de Jesús, la que vivió con discípulas y discípulos. Queremos una Iglesia que irradie luz, no sombras, acoja, no excluya, abierta a las expresiones más diversas, que convoque, no rechace, con igualdad de oportunidades para todos y todas.
En este número de Éxodo nos planteamos algo así como des-andar los extravíos y re-conducir la vida. ¿Qué extravíos consideras que hay que desandar y qué caminos son los que nos reconducen a la vida en esta sociedad amenazada por diferentes pandemias?
El planeta es nuestra Casa Común, no es sólo para los que quieren devorarla y explotarla hasta su exterminio.
Las mujeres somos la mitad de la humanidad; sin ellas, no habrá un mundo nuevo y justo.
Los pueblos originarios merecen ser reconocidos en todos sus derechos como los primeros habitantes de sus tierras, no se puede aceptar ni el genocidio, ni el etnocidio, algo tan común en el mundo.
Ningún ser humano es ilegal. Hombres y mujeres tenemos derecho a la movilidad, un mundo de puertas abiertas. No somos mercancías ni nos vendemos al mejor postor. No queremos muros, queremos puentes.
Necesitamos desaprender mucho de lo que nos enseñaron. Tenemos que reconstruirnos en la fraternidad y la sororidad.
Tenemos derecho a otros mundos posibles, queremos el buen vivir, queremos ser felices, ésta es nuestra hora. En nombre de los lectores de Éxodo, muchas gracias, Maricarmen, por tus lúcidas y sugerentes reflexiones.