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EN BUSCA DE LOS HERMANOS

Éxodo 115 (sept.-oct.) 2012
– Autor: Gregorio Ubierna Güenes –
 
Nuestra vida tiene o debe tener una dimensión unitaria. No se puede actuar sin pensar, ni pensar sin actuar. La reflexión y la acción deben dar unidad y sentido a la vida. De esta manera, la espiritualidad da sentido a la acción política y la política da forma a la espiritualidad. Nosotros, en Comunidades Cristianas Populares, recordamos muchas veces el método analítico del ver-juzgar-actuar.

Miramos la realidad, contemplamos el mundo, observamos el comportamiento humano, pero lo hacemos desde nuestro interior, al tiempo que también ahondamos en nuestro interior. Esa sería la parte más específica de nuestra espiritualidad: mirar desde dentro y mirar hacia dentro, para luego poder actuar con acierto fuera, en la sociedad, en la política. Para esto no hace falta ser cristiano, basta con ser una persona honesta que busca una relación armoniosa con los otros seres.

La espiritualidad es la llama de la vida, que te permite dar un paso hacia tu hermano. No se alimenta de la nada, ni de las ideas exclusivamente; es la vida social, la política, la que madura la espiritualidad. Yo soy una unidad compacta e indivisible de espiritualidad y política. Mi vida madura, se desarrolla y crece en interrelación con las otras personas. Mi riqueza interior y mi trabajo se unen a los de los otros para construir una sociedad organizada. Qué tipo de organización nos queremos dar, es lo que decidiremos con la actividad política.

Hans Kung ya pronosticó en 1990 el caos en que ahora estamos envueltos y que tiene su origen en una economía y una política sin valores morales. También Roosvelt afirmó que la moral no sólo es necesaria para ser personas honradas, sino también para hacer una buena y eficaz economía. Sin ética y espiritualidad no hay política que se precie de serlo. Nos venden una democracia basada en un estado de derecho, pero lo que impera es el estado de la ley, que silencia a los disidentes y persigue a los rebeldes. Esta democracia ha creado un poder extraño a la colectividad, hostil y hasta peligroso, que viene impuesto por la acción de fuerzas ocultas.

La democracia, o cualquier sistema de organización social que esté orientado por la espiritualidad, debe ser fundamentalmente el sistema donde todas las preguntas pueden y deben ser hechas. No vale censurar, condenar, negar; hay que preguntar por qué, aunque los hechos sean dramáticos o incomprensibles. La persona espiritual es aquélla que puede percibir siempre el otro lado de la realidad, porque la espiritualidad es la actitud que pone la vida en el centro (como dice L. Boff).

Para disipar cualquier duda, debemos afirmar con K. Marx que es la vida la que determina la conciencia y no a la inversa. La transformación social pasa necesariamente por un cambio o profundización en las dimensiones más interiores o espirituales del ser humano. Es necesario comprender de manera diferente y más correctamente la verdadera finalidad de nuestra existencia en esta tierra y la importancia de nuestros actos. La justicia no es solo un problema socio-político, sino también un problema espiritual.

Porque la dominación que ejercen los poderes fácticos sobre todos nosotros no es sólo de carácter político- económico, sino también cultural y sociológica. El problema más grave que nos concierne es que los valores de los opresores han sido interiorizados por las víctimas (como afirma N. Chomsky) y sólo desde esa dramática realidad pueden entenderse muchas actitudes y comportamientos sociales. Así puede explicarse el seguidismo y apoyo electoral que cosechan los políticos, a pesar de que casi todas las personas en privado admiten que son unos mentirosos y unos corruptos que no defienden a los ciudadanos.

Esta locura colectiva suicida es la que debemos superar en primer lugar para alcanzar la concientización, hasta interiorizar los valores alternativos y opuestos a los de los opresores. Aquí tiene que jugar un papel decisivo la espiritualidad, porque necesitamos analizar en profundidad la realidad, hacernos muchas preguntas y mirar a nuestro interior para desmontar muchos mitos y prejuicios sociales que han sido grabados en nuestra mente por la publicidad y por los medios de comunicación.

Hoy es imprescindible que la espiritualidad oriente la acción política para darle un matiz humano, para poner a la persona en el centro de todos los intereses, para combatir la política de rapiña que nos han impuesto, dominada por el materialismo, la especulación y la mentira, donde la persona es sólo un objeto que consume y produce riqueza. Debe cambiar radicalmente la concepción de la vida y de la economía. La revolución cultural es una necesidad histórica que nos debe conducir a la revolución económica y social.

Como dice Helder Cámara, “cuando sueñas solo, sólo sueñas; cuando sueñas con otros, es el comienzo de la realidad”. Es la organización social, política y económica que debe ser construida con la participación de todos y todas y que debe ser muy diferente a la que conocemos. Las decisiones importantes ya no serán tomadas por una persona ni por una élite, sino que serán debatidas y participadas por todos.

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