Escrito por
Éxodo 151
– Autor: María Luisa Berzosa –
Introducción: Mi segundo Sínodo
Por esos avatares de la vida y porque Dios va tejiendo mi vida con hilos misteriosos, el año pasado fui invitada a participar en el Sínodo dedicado a “La fe, los jóvenes y el discernimiento vocacional”, celebrado en Roma en octubre de 2018. Formé parte de la Comisión de Expertos/as.
Este año, al ser nombrada por el Papa Francisco Consultora de la Secretaría General de Sínodo en el mes de mayo, recibí la invitación a participar de nuevo en calidad de tal nombramiento.
Cuando me indican el lugar que debo ocupar veo, con alegría, que somos un buen número de mujeres: laicas, consagradas, aborígenes…
Consciente e inconscientemente he ido comparando los dos Sínodos de mi vida y aunque la dinámica metodológica ha sido básicamente la misma, sí que he encontrado diferencias interesantes de reseñar por su significativa incidencia.
I. Escenarios diversos
De la celebración inicial en la Basílica merece destacar, sin duda, la homilía que nos regaló el Papa. Su lenguaje directo, claro, aterrizando en la vida cotidiana la Palabra fue un excelente inicio que infundió gran ánimo y alegría.
Comentando los textos de ese domingo, Francisco dijo algunas cosas que me tocaron especialmente y que no me resisto a explicitar:
Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, y así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos. Nuestra vida, sin embargo, por el don recibido, es para servir.
Y continuaba afirmando:
Para ser fieles a nuestra llamada, a nuestra misión, san Pablo nos recuerda que el don se reaviva. El verbo que usa es fascinante: reavivar literalmente, en el original, es “dar vida al fuego” [anazopurein]. El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos. El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren. Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el “siempre se ha hecho así”, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el statu quo.
Con esta homilía tan profunda y al mismo tiempo tan aterrizada de Francisco, recibimos un intenso impulso para introducirnos en la aventura eclesial del Sínodo Amazónico, de de no poca responsabilidad e incidencia para la iglesia y el mundo.
El comienzo de actividades con la procesión tan viva y colorista, con danzas, canciones e instrumentos… me transmitía la experiencia de universalidad de nuestra iglesia: todos y todas cabemos simbólicamente junto a la tumba de Pedro… Y las palabras escuchadas a Francisco abriendo esta asamblea, fueron también un increíble empuje para entrar en este Sínodo tan especial en sí mismo y con repercusiones universales.
Días intensos de escucha activa de tantas y tan ricas intervenciones como se dan en el Aula. Partiendo del Documento Preparatorio, bastante aterrizado, pero no obstante documento mártir –en palabras de Francisco–, destinado a morir en estas semanas para que nazca uno nuevo, vamos escuchando a los ponentes, que muestran una gran dosis de valentía, claridad y firmeza, partiendo de una realidad sufriente, poniendo ante nuestros ojos y haciendo resonar en nuestro corazón los gritos de una inmensa parte de la humanidad.
Esta manera de hablar con tanta libertad y de modo directo es una base indispensable para que el discernimiento vaya encontrando su camino, ya que la realidad es el punto de partida ineludible para seguir con los oídos del corazón abiertos y dejarnos conducir por territorios, quizá desconocidos, que nos invitan a la búsqueda conjunta para ir descubriendo el sueño de Dios para su humanidad.
Los espacios de silencio entre las intervenciones ayudan más de lo que a primera vista puede parecer. Dan ocasión para el silencio profundo y fecundo que envuelve el Aula en esos momentos y nos posibilita registrar los movimientos internos que se van produciendo.
II. Mi trabajo en equipo
Personalmente, en nuestro grupo de comunicación colaboro en la preparación de textos, sobre todo en discernir los que proceden de fuentes fidedignas y descartando los que se nutren de rumores, que no ayudan a que tomen cuerpo de noticia y de verdadera información y comunicación de los temas sinodales que son los que nos interesan, pero también de otros que forman parte de lo que llamamos “información sensible” y por tanto hay que cuidar con mucho respeto para que lleguen a buen puerto.
Lamentablemente, tuvimos que afrontar repetidamente ataques al Sínodo desde dentro de la iglesia. Pero cuando se están escuchando las intervenciones en directo y se profundiza en el documento preparatorio, se intuye fácilmente que son otros los motivos de esas críticas tan negativas y del modo de hacerlas.
Cuando iniciamos la oración matutina, dos versos de salmos me llaman la atención porque sin duda tocan los sentimientos que me habitan: “el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, y otro, “no juzgará por apariencias, sino con justicia y equidad”. Esto me deja en paz para continuar escuchando a mis hermanos y hermanas sinodales y también a lo que Dios va dejando en mi corazón a través de la diversidad de voces tan ricas y desafiantes.
Y de fondo, siguen las palabras de Francisco en la homilía de apertura: “Sínodo es caminar juntos bajo la guía del Espíritu Santo, Él es el actor principal, no lo echemos de la sala”. Y más adelante continuaba: “Que el Espíritu Santo se exprese entre nosotros, con nosotros, a través de nosotros y pese a nuestras resistencias, es normal que las haya”.
A lo largo de los días escuchamos voces femeninas, indígenas, y otras que traen la Amazonía en su corazón porque, de nacimiento o de adopción, se sienten parte y contagian las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Y mucho más lo hacen las personas originarias, varones y mujeres, vestidos con sus trajes típicos que visualizan otras tradiciones, otra cultura, otro modo de expresar y vivir su fe con un cúmulo de sabiduría ancestral que nos conecta con la tierra de una manera cósmica.
Hay voces sobre la Amazonía, en su inmensidad y riqueza, con la problemática socio-política y económica de esta región que abarca nueve países; pero también se escucha con fuerza la dimensión pastoral, porque no se puede dejar sin ayuda espiritual a tantas personas ante la carencia de sacerdotes. Seguro que el Espíritu va a suscitar otras maneras de respuesta, y ciertamente, con una nueva e intensa participación de la mujer.
Intervienen también personas invitadas especialmente para este Sínodo, así como hermanos de otras iglesias no católicas, todos y todas desde el diálogo interreligioso buscando lo que nos une: la Amazonía y otras zonas de nuestro planeta nos necesitan a todos unidos para afrontar el complejo mundo que habitamos
Los moderadores de las sesiones nos ayudan a la escucha activa y al silencio profundo Otras veces nos invitan a cantar. Cada uno según su estilo nos ayudan a la escucha activa y al silencio profundo, evocando algún texto bíblico o invitándonos a cantar algunos de los mantras que ya se nos han hecho familiares: “tudo está interligado como se fossemo um, tudo está interligado nesta casa comum”.
Otro espacio de trabajo son los círculos menores, así llamados los grupos por lenguas donde la dinámica es totalmente distinta: mucho diálogo con gran libertad y respeto para expresar los propios puntos de vista que se van volcando en forma de enmiendas y que son los insumos para el documento final, una vez trabajados y dialogados intensamente en los grupos.
III. Resonancias desde el corazón
En este apartado quiero mencionar los temas que más han resonado, que me parecieron especialmente luminosos y que fueron luego recogidos en el Documento Final (DF). Pero también otros que hubiera deseado se ahondaran más y llegaran a cuajar conclusiones.
Sin duda, la voz a favor de la mayor presencia femenina en la iglesia fue una de las más intensas y recurrentes. Voz que provenía no solo de nosotras, las mujeres, sino también de los varones, laicos, obispos, arzobispos… Creo sinceramente que en ello el Espíritu se hizo especialmente presente en el Sínodo. Obedeciendo a Francisco, “no le hemos echado de la sala”… Cada vez había más intervenciones de laicas y laicos, de indígenas, de mujeres que se hacían eco de la urgencia de abrir caminos nuevos en la iglesia, con más y mayor protagonismo de las mujeres.
Las aportaciones en favor de la mujer me han dado fuerza y esperanza para los nuevos espacios que necesitamos en la iglesia y en el mundo. Me siento amazónica en Europa y agradezco tanta sabiduría de la que seguir aprendiendo.
Pero ha habido fuertes subrayados, en algunos temas, sobre todo: la interconexión, el “buen vivir”, entendido como la integración con uno mismo, con los demás, con la creación, con Dios… articulados en torno al eje transversal de la ecología integral. De alguna manera este Sínodo ha explicitado y puesto en valor la Laudato Si: el cuidado de la casa común, atendiendo a la naturaleza y la vida humanas tantas veces violentadas y muertas.
Y sobre todo, el tema de “la mujer en la iglesia”, con un manifiesto sentido crítico ante las evidentes limitaciones: el poco reconocimiento a todo su hacer y la escasa visibilidad de la misma, sobre todo en los campos de toma de decisiones, la desigualdad enorme por la desproporción entre jerarquía y el resto del pueblo de Dios; y de la mano, la necesidad de que haya ministerios nuevos en la iglesia porque hay mucha carencia de sacerdotes, lo que deja abandonadas a muchas comunidades…, suscitando la urgente pregunta de gran relevancia pastoral: ¿cómo podemos preocuparnos de todas las necesidades de las personas, desde el alimento a la atención espiritual… ¿Es que si no hay un varón, célibe y ordenado, ¿no se le puede proporcionar? ¿Es que el Espíritu no va a suscitar nuevas formas de ministerios cuando las que tenemos se agotan?
No fue un tema menor el cambio climático que está afectando al planeta, y por tanto la Amazonía aparece como un punto focal para el resto del mundo.
Se ha puesto también un acento muy fuerte en la cultura de los pueblos originarios, en respetar su cultura, tradiciones, espiritualidad, sabiduría…
Han estado muy presentes dos temas que son urgentes en la Amazonía y más allá y más acá: Migraciones y juventud.
«Dado su incremento y volumen, actualmente el fenómeno de las migraciones se ha convertido en un inédito reto político, social y eclesial (cf. DAp 517, a). Ante eso, muchas comunidades eclesiales, han recibido a los migrantes con mucha generosidad, recordando que: “fuí forastero y me hospedaste” (Mt 25,35). El desplazamiento forzado de familias indígenas, campesinas, afrodescendientes y ribereñas, expulsadas de sus territorios por la presión sobre los mismos o por la asfixia ante la falta de oportunidades, exige una pastoral de conjunto en la periferia de los centros urbanos». (DF 29).
Es hora también de abordar nuevas formas de evangelizar, incluso con el servicio de la tecnología, y así ayudar al joven indígena a lograr una sana interculturalidad, a ser conscientes de la crisis de antivalores que viven y les hacen perder su identidad y autoestima.
Finalmente, habría que mencionar dos temas que me han dejado un poco insatisfecha: la vida consagrada y la formación sacerdotal, que merecían más atención y reconocimiento, sobre todo el servicio pastoral de las religiosas y su participación en el ámbito de la toma de decisiones, por una parte, y el tema de la carencia de vocaciones, por otra. ¿No será que se están agotando unos formatos y hemos de crear otros? El Papa mismo nos insistía al clausurar el Sínodo: “sean creativos, no tengan miedo, busquen nuevas formas”, pero gastamos energías en mantener lo de siempre –que ya no sirve– en vez en arriesgarnos a ser creativos.
Hay que reconocer que este Papa es el que más está haciendo porque los pasos hacia delante que vamos dando vayan siendo significativos. Sin embargo, es un largo camino el que tenemos por hacer, y mi opción decidida es seguir empujando y llamando a cuantas puertas sea necesario, y, si se me abre una pequeña rendija, entrar por ella, no dejar espacios libres ni vacíos porque van a ser ocupados enseguida, y no precisamente por las mujeres.
IV. Conclusión inacabada
Una mirada de conjunto al Documento Final del Sínodo nos da idea de que este es un proceso que no ha terminado, no solamente porque el Papa hará o no, una Exhortación, sino porque en sí mismo el Documento es un paso más de este itinerario y que ya el post-Sínodo está escribiendo la página siguiente.
Las cuatro conversiones que habla dicho Documento: integral, pastoral, cultural y ecológica constituyen el cuerpo del mismo y concluyen, como no podía ser de otra manera, con los nuevos caminos de conversión sinodal.
Y el primer capítulo contempla, también como reflejo de lo que se ha vivido, la escucha de la Amazonía para llegar a la conversión. Fue, creo yo, la nota dominante tanto en el Aula como en los grupos de lenguas; escuchar todo y a todos y todas, con respeto, con acogida, más allá de coincidir o no con lo que se decía. Me atrevería a decir una escucha acogedora desde el corazón: a la diversidad, a los contextos, a las experiencias, a la realidad vivida y expresada en primera persona de los y las indígenas, voces proféticas, denunciadoras, firmes y claras, expresando la urgencia del momento, del clamor de la tierra.
Como no podía ser de otra manera, la Laudato si ha estado muy presente en el desarrollo del Sínodo y yo diría que es el sustrato del Documento Final. El planteamiento de “la casa común” es una columna vertebral alrededor de la cual se construye -y se entiende- todos los demás puntos y aspectos de dicho Documento.
Y el capítulo final al contemplar los nuevos caminos y la insistencia en la sinodalidad, está expresando que seguimos así: en camino porque una iglesia sinodal es un anhelo ferviente de muchas personas –del Papa en primera instancia– pero sabemos que encuentra sus resistencias. La riqueza espiritual y evangélica de ejercer el gobierno de manera colegiada, no unipersonal, que fue el deseo del Concilio Vaticano II, no está siendo fácil, seguramente por eso es más del Espíritu que se va abriendo espacio nuevo entre luces y sombras.
Todos los puntos finales: espiritualidad, vida consagrada, nuevos ministerios, la hora de la mujer, una fe inculturada… están hablando de nuevas sendas, de rostros distintos, de lenguas múltiples; cada uno de ellos constituye uno o muchos desafíos. Pero es el momento, el “Kairós” de la historia que no puede esperar. Estamos gestando nuevos tiempos y algo nuevo va naciendo. Es necesario mantener la espera y la esperanza de forma activa y la fe en el Dios que hace historia a nuestro lado.