Escrito por
Éxodo 116 (nov.-dic.) 2012
– Autor: Leonardo Boff –
PUNTO DE PARTIDA: NO PODEMOS VIVIR SIN LA TIERRA
Es necesaria una transformación de nuestra manera de habitar la tierra, basada hasta ahora en una relación de dominio, lucro y competencia. Es necesaria otra visión de la realidad, nosotros no estamos ni fuera de la Tierra ni encima de ella, somos su porción consciente e inteligente, participamos de la red de relaciones que, para bien o para mal, envuelve a todos. Si contamino el aire, acabo enfermando y afectando a los demás seres vivos. Si recupero la vegetación de la ribera del río, protejo el agua, aumento su volumen y mejoro mi calidad de vida, de los pájaros y de los insectos que polinizan los árboles frutales y las flores del jardín.
Cuando los poderosos de este mundo, los que controlan las finanzas y los destinos de los pueblos, se reúnen, nunca es para discutir el futuro de la vida humana y la conservación de la Tierra. Lo hacen para tratar de dinero, cómo salvar el sistema financiero y especulativo, cómo garantizar las tasas de interés y los beneficios de los bancos. Olvidan que la Tierra puede vivir sin nosotros, como vivió miles de años, pero nosotros no podemos vivir sin ella.
Debido a la explotación abusiva de sus bienes y servicios, estamos llegando a los límites de la Tierra, que ya no consigue reponer el 30 % de lo que ha sido extraído y robado. Es éste un caminar progresivo hacia el empobrecimiento de la Tierra, alentado por gentes que no sienten la solidaridad, el cuidado y el amor hacia todos.
Nuestro sistema de vida está muriendo, no nuestra capacidad para resolver los problemas que estamos creando. Se requiere, por tanto, un nuevo modo de estar en el mundo con los Otros, con la Naturaleza, con la Tierra y con la Última Realidad; y aprender a satisfacer nuestras necesidades con sentido de solidaridad con los millones de personas que pasan hambre y con el futuro de las nuevas generaciones.
EL CUIDADO, PILAR BÁSICO PARA UN NUEVO MODO DE ESTAR EN LA TIERRA
En otros tiempos, dábamos como garantizada la vida humana de la Tierra. Hoy sabemos que la especie humana puede desaparecer. No hemos parado el proceso de agresión a la naturaleza, iniciado con nuevas tecnologías hace tres siglos. Hoy hemos tomado conciencia colectiva de que “El fin de la historia humana puede volverse posibilidad real” (Arnold Toynbee).
La Carta de la Tierra (UNESCO 2003) subraya y asume con responsabilidad esta posibilidad: “O hacemos una alianza global para cuidar unos de otros y de la Tierra, o corremos el riesgo de autodestruirnos y destruir la diversidad de la vida”.
Quienes causan las crisis que estamos padeciendo no pueden aportar solución; quienes únicamente se preocupan por el mercado y las ganancias no resuelven nada con sus medidas políticas y tecno-científicas.
Sus medidas pueden valer pero dentro de otro paradigma de convivencia con la Tierra. Dos son los valores fundamentales para garantizarnos un horizonte con futuro: la sostenibilidad y el cuidado, pero es preciso coaligarnos en torno a ellos.
– La sostenibilidad significa el uso racional de los recursos escasos de la Tierra, lo cual exige un tipo de economía respetuosa con los límites de cada ecosistema y de la propia Tierra, una sociedad que busca la equidad y la justicia mundial y un medio ambiente suficientemente preservado.
– El cuidado es una relación amorosa con la realidad. Presupone que los seres humanos son parte de la naturaleza y miembros de la comunidad biótica y cósmica, con la responsabilidad de protegerla, regenerarla y cuidarla.
Ambos valores van unidos y deben asumirse conjuntamente. Para gestionar bien los valores económicos y sociales se requieren los valores éticos y espirituales.
EL CUIDADO COMO ONTOLOGÍA DEL SER HUMANO
El tema del cuidado está presente en la cultura contemporánea, en los diversos campos de la educación, de la ética, de la filosofía, de la ecología, de la salud, de las situaciones críticas, siendo Martín Heidegger (1889-1976) quien elaboró reflexiones profundas sobre “el cuidado como ontología del ser humano”.
En 1972 el Club de Roma dio la alarma ecológica sobre el estado enfermo de la Tierra. En 1991, el programa de las Naciones Unidas elaboró una estrategia minuciosa para el futuro del planeta bajo el lema Cuidando la Tierra: “La ética del cuidado se aplica tanto a nivel internacional como a nivel nacional e individual: ninguna nación es autosuficiente, todos nos beneficiamos con la sostenibilidad mundial y todos estaremos amenazados si no conseguimos alcanzarla” (p. 13).
En 2003, la UNESCO asume oficialmente la Carta de la Tierra y en 2003 también, países de América Latina y del Caribe elaboran el documento “Manifiesto por la vida, por una ética de la sostenibilidad” donde se incluye la categoría del cuidado en la idea de un desarrollo que sea efectivamente sostenible y radicalmente humano.
El cuidado es absolutamente necesario en prácticamente todas las esferas de la existencia, desde el cuidado del cuerpo, de los alimentos, de la vida intelectual y espiritual, de la conducción general de la vida, hasta para atravesar una calle con mucho movimiento.
Pero necesitamos precisar el concepto del cuidado. Las palabras curar, curador, nos remiten a las de cuidar de, cuidador de, en el sentido de que siempre una persona cuida y vela por los intereses y por los derechos de determinadas personas o alguien que se responsabiliza del montaje y la marcha fluida de un evento.
El cuidado es una actitud natural del ser humano que implica solicitud y celo por una persona u objeto que se estima y, al mismo tiempo, preocupación por la persona amada. El cuidado hace del otro una realidad preciosa. Un dicho antiguo reza: “Quien tiene cuidados, no duerme”.
El cuidado establece un sentimiento de mutua pertenencia: participamos de los éxitos, luchas, riesgos y destino de la persona amada. Cuidar y ser cuidados son dos requerimientos fundamentales de nuestra existencia personal y social: “El bebé necesita cuidado, sin el cual no vive ni sobrevive, y la madre siente el deseo y la predisposición de cuidarle” (Winnicot).
El cuidado es tarea permanente en nuestra vida, como permanentes son los riesgos y dificultades y las situaciones imprevistas que nos acompañan. Lo importante es saber determinar cómo nos enfrentamos a estas situaciones, labrando nuestra identidad y creciendo en humanidad.
A diferencia de otros seres, los humanos dependemos más de alguien que nos cuide y supla nuestras deficiencias.
El cuidado es también precaución, que toma en cuenta los riesgos futuros, derivados de iniciativas humanas para las cuales la ciencia humana no puede asegurarnos que no pueden volver a producir daños (alimentos modificados, código manipulado de la nanotecnología…). Y si la ciencia no está en condiciones de proporcionarnos una garantía segura, la acción no está permitida.
El cuidado es tratar a la Tierra, la Gran Madre, como un superorganismo vivo que se autorregula y autoorganiza, respetando sus ciclos. Cultivamos también el cuidado cuando nos preocupamos por la enfermedad de nuestro hijo hospitalizado, por sus pequeños fracasos escolares, cuando tienen que atravesar la calle con un tráfico intenso, cuando sale de noche a la fiesta de un compañero y no sabemos qué le puede pasar al volver (asalto, bala perdida, accidente), o por cómo superará las crisis propias de la edad. Los padres se llenan de desvelo por su futuro, si entrará en la universidad, si encontrará su camino profesional.
Y nos preocupamos de establecer estrategias de precaución y prevención por el calentamiento global y degradación ecológica general, por el caos sistémico de la economía, por la inestabilidad de la paz mundial, por el hambre creciente de millones de personas, por el foso creciente entre ricos y pobres, por el destino general de los pobres del mundo, del destino de nuestra civilización y de las amenazas que pesan sobre la biodiversidad y sobre la totalidad del planeta Tierra.
Si no cuidamos, se mantendrá la amenaza de nuestra desaparición como especie.
Cuidado, pues, significa:
1. Una actitud de relación amorosa y protectora de la realidad personal y social.
2. Todo tipo de preocupación que pueda alcanzar a personas o realidades con las cuales estamos involucrados afectivamente.
3. Una vivencia de relación ante la necesidad de ser cuidado y la voluntad y predisposición a cuidar.
4. Actitudes y comportamientos que deben ser evitados por sus consecuencias dañinas, previsibles (prevención) o imprevisibles (precaución).
El cuidado-prevención y precaución nace de nuestra misión de cuidadores y guardianes de la herencia que hemos recibido del universo, y por eso pertenece también a la esencia de nuestro estar en el mundo. Somos seres éticos y responsables, es decir, nos damos cuenta de las consecuencias positivas o negativas de nuestros actos, actitudes y comportamientos.
EL CUIDADO ESTÁ PRESENTE EN TODO EL PROCESO EVOLUTIVO
El cuidado es una constante cosmológica, actuante en cuatro interacciones fundamentales: la gravitatoria, que provoca la atracción mutua entre los seres dotados de masa; la electromagnética, que produce atracción o rechazo entre los objetos con carga eléctrica; y las dos fuerzas nucleares, la débil y la fuerte, que actúan sobre los constituyentes del núcleo atómico. Todos los eventos resultan de la acción simultánea y articulada de estas cuatro fuerzas.
El cuidado estaba también presente cuando la materia alcanzó un grado elevado de complejidad y organización, permitiendo que surgiese la vida hace 3.800 millones de años. La primera bacteria con un cuidado sin gularísimo dialogó químicamente con su entorno, logró un equilibrio que le posibilitó sobrevivir y seguir evolucionando.
Este cuidado alcanzó su más alto grado cuando hace unos 7-9 millones de años irrumpió en el escenario de la evolución el ser humano. El cuidado adquirió entonces una cualidad nueva: no es sólo natural, ligado a los procesos ecológicos de la vida, sino que también tiene un propósito consciente. El ser humano se propone cuidar conscientemente de otro. El cuidado se hace amor, reconocimiento y comunión. El cuidado se muestra también como preocupación y celo por el ser al que se ama o al cual se está unido afectivamente. Cuida también de su entorno, se preocupa por los medios para subsistir. Por preocupación, evita iniciativas y actos que puedan se perjudiciales para sí y para la naturaleza.
EL CUIDADO RECUPERA LA RAZÓN SENSIBLE Y CORDIAL
Esta visión del cuidado nos lleva a superar la razón instrumental-analíticofuncional, que ha sido dominante durante estos último siglos y que representa un uso utilitarista, distante y objetivista de la realidad, más interesado en los medios que en los fines.
El cuidado se inscribe en el mundo de los fines, de las excelencias y de los valores. La sede de la realidad no es la razón sino el corazón. Es la inteligencia sensible y cordial que complementa la razón instrumental. El pathos y el afecto ganan centralidad, en tanto que la razón queda destronada de su dominancia y se la incorpora a un ámbito donde adquiere lucidez y criterios para actuar con respeto dentro de los límites de la realidad.
En la situación cultural en la que vivimos urge recuperar la razón sensible y cordial, dejada de lado por la razón científica e incluso difamada como obstáculo para la objetividad de la razón. Con esto hemos permitido que surgiese un mundo frío, calculador, abarrotado de objetos, pero sin corazón, sin sueños y compasión. Recuperar lo que hemos dejado al margen es la condición para poder sobrevivir como seres humanos de convivencia y cuidado.
Si nuestra cultura, hoy mundializada, hubiera dado centralidad al cuidado, bien como relación amorosa, bien como actitud de preocupación responsable y de precaución contra efectos perniciosos de las prácticas humanas, no tendríamos los millones y millones de personas que sufren los ecosistemas devastados y un planeta amenazado por el calentamiento global.
EL CUIDADO, UNA UTOPÍA NECESARIA
Estas y otras muchas cosas nos hacen concluir que, al hablar del cuidado, estamos hablando de una utopía, pero de una utopía necesaria. La gravedad del momento presente podemos vencerla si nos acompañan el cuidado y la sostenibilidad: ”Un mapa del mundo que no incluye la utopía no es digno siquiera de ser espiado” (O. Wilde).
La utopía nos permite proyectar escenarios esperanzadores.
Quiero terminar trayendo como ejemplo de esta tarea lo soñado por Robert Müller, funcionario de la ONU durante cuarenta años, llamado “ciudadano del mundo” y “padre de la educación global”. Él imaginó la génesis de una nueva civilización planetaria en la cual la especie humana se asume como especie junto a las demás, con la misión de garantizar la sostenibilidad de la Tierra y cuidar de ella así como de todos los seres que en ella existen.
Esta es su Nueva Génesis:
“Y vio Dios que todas las naciones de la Tierra, negras y blancas, pobres y ricas, del Norte y del Sur, de Oriente y de Occidente, de todos los credos, enviaban sus emisarios a un gran edificio de cristal situado en la orilla del Sol Naciente, en Ia isla de Manhattan, para estudiar juntos, pensar juntos y juntos cuidar del mundo de sus pueblos.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el primer día de la Nueva Era de la Tierra.
Y vio Dios que los soldados de la paz separaban a los combatientes de las naciones en guerra, que las diferencias se resolvían mediante las negociaciones y la razón y no por las armas, y que los líderes de las naciones se encontraban, intercambiaban ideas y unían sus corazones, sus mentes, sus almas y sus fuerzas para el beneficio de toda la humanidad.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el segundo día del Planeta Paz.
Y vio Dios que los seres humanos amaban la totalidad de la Creación, las estrellas y el Sol, el día y la noche, el aire y los océanos, la tierra y las aguas, los peces y las aves, las flores y las plantas y a todos sus hermanos y hermanas humanos.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el tercer día del Planeta de la Felicidad.
Y vio Dios que los seres humanos eliminaban el hambre, la enfermedad, la ignorancia y el sufrimiento en todo el globo, proporcionando a cada persona humana una vida decente, consciente y feliz, reduciendo la codicia, la fuerza y la riqueza de unos pocos.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el cuarto día del Planeta de la Justicia.
Y vio Dios que los seres humanos vivían en armonía con su planeta y en paz con los otros, manejando sus recursos con sabiduría, evitando el desperdicio, refrenando los excesos, sustituyendo el odio por el amor, la codicia por el contentamiento, la arrogancia por la humildad, la división por la cooperación.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el quinto día del Planeta de Oro.
Y vio Dios que las naciones destruían sus armas, sus bombas, sus misiles, sus barcos de guerra, desactivando sus bases y desmovilizando sus ejércitos, manteniendo solamente policía de paz, para proteger a los buenos de los malos y a los normales de los desquiciados.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el sexto día del Planeta de la Razón.
Y vio Dios que los seres humanos restauraban a Dios y a la persona humana como el Alfa y el Omega, reduciendo instituciones, creencias, políticas, gobiernos y todas las entidades humanas a simples servidores de Dios y de los pueblos. Y Dios los vio adoptar como Ley suprema: “Amarás al Dios del universo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás tu bello y milagroso planeta y lo tratarás con infinito cuidado. Amarás a tus hermanos y hermanas humanos como te amas a ti mismo. No hay mandamientos mayores que estos”.
Y dijo Dios: “Esto es bueno”.
Y este fue el séptimo día del Planeta de Dios”.
En la puerta de esta Nueva Génesis está escrito en todas las lenguas que existen en el mundo:
Vosotros los que entráis, no abandonéis jamás la esperanza.