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Éxodo 90 (sept-oct.’07)
A nuestros suscriptores y electores de Éxodo, ofrecemos un número de enorme actualidad. Es un hecho el avance de la tecnología y el impacto que está realizando en el campo de la vida. Desde hace escasas décadas el hombre ha adquirido inmensos poderes científicos que puede aplicar para el mejoramiento de la vida.
Esto es un comienzo feliz, lleno de esperanza, pero se presenta también como un reto ético. Hoy se vive más y mejor, pero no disponemos de los arsenales culturales y espirituales que nos ayuden a enfrentar, entender y compartir mejor la enfermedad, el sufrimiento, la muerte. Nos parece que todo mortal es el primero que muere, nos escandaliza el hecho de morir, lo ocultamos e imponemos silencio. Y, por eso, aunque hoy se vive más, uno de nuestros colaboradores afirma que se muere peor, hemos hecho de la muerte un tabú. ¿Qué significa y qué exige el morir con dignidad?
La biotecnología nos abre las puertas a mil cuestiones nuevas: cuándo y cómo es el proceso de la vida naciente, cuándo hay vida individual en ese proceso, qué remedios aplicar para la infertilidad, la eugenesia; cómo son vistos la fecundación in vitro, la reproducción asistida, el alquiler de útero, la clonación terapéutica, la experimentación con células madre, etc.; cómo se vive entre nosotros el proceso de la enfermedad y del sufrimiento, y qué papel queda en todo ello a los médicos, al paciente, a los familiares, a la cultura circundante, a la ética.
Los interrogantes se plantean con no menor fuerza en el ámbito económico y político; las multinacionales de la salud o las industrias con ella relacionadas ¿buscan de verdad el cuidado y mejoramiento del ser humano –de todos y, en primer lugar, de los más pobres y necesitados–, o atienden más bien al puro negocio? ¿Los políticos sabrán regular con perspectiva y cautelas éticas los nuevos aspectos que, con audacia, se están planteando en el mundo técnico de la ciencia? ¿Todo lo que es posible técnicamente es válido éticamente?
Nuestros colaboradores muestran gran sensibilidad al tema, lo conocen, descifran muchos de los equívocos y malentendidos que le acompañan y ofrecen pautas lúcidas, que contribuirán a esclarecer y asegurar decisiones de claro y sabio comportamiento ético.