Escrito por
Éxodo 147
– Autor: María José Arana –
Situada “en el último banco” de la Iglesia, Lucetta Scaraffia observa atentamente muchos aspectos de la Iglesia Católica. El lugar desde el que se otea el horizonte no es indiferente porque como señalaba Engels, no es lo mismo mirar y sentir la realidad “desde una choza que desde un palacio”, así que “el último banco” descubre muchas cuestiones imperceptibles desde otros lugares.
Lucetta se acomoda ahí para observar y hablar de la realidad de la Iglesia desde su condición de mujer bien asumida que afina su mirada y sensibilidad, y desde su condición de católica, interiorizada, y amada. Y ese amor a la Iglesia, palpita en todo el ensayo y desde él, sólo desde él, mira con esperanza hacia el futuro.
Otra perspectiva importante en la que se sitúa esta historiadora, evidentemente es la de la historia, echando de menos esta dimensión en la práctica y visión eclesiástica: “La Iglesia (Institución), no ama la historia” (p. 20), y es que sin ella se distorsionan y se pierden muchos aspectos, entre ellos los que tienen que ver con la propia identidad eclesial; esta pérdida “significa sustancialmente no saber quién se es” o como diría Bernard Lonergan, olvidar esto es como el que padece “amnesia” y se olvida de quién es; es perder el sentido del desarrollo “en el tiempo y perder el nexo con los contextos culturales y sociales en los que fueron vividas y elaboradas estas cuestiones”, aleja de la realidad, empobrece y deforma la investigación… , y que tristemente la Iglesia ha ignorado.
Así pues, la autora entra a muy grandes rasgos desde la Historia y se fija en puntos tan importantes como la formación, la mística, los ministerios, teología, el reparto de poder, e incluso medioambiente, etc., así como otras desventajas y desigualdades que pesan sobre ellas. También se va “encontrando” en “visita rápida” con algunas mujeres de Iglesia más significativas de distintas épocas, sacando a la luz cuestiones conocidas y menos conocidas de la vida y significado de aquéllas en la Tradición Cristiana y del Evangelio. Ese amor a la Iglesia la lleva a descubrir riquezas muy poco exploradas y promueve entrar en ellas desde una mirada femenina para encontrar respuestas, hoy, ahondando en la Tradición para intentar hallar raíces que orienten el futuro…
Un recorrido ágil que va recogiendo aportaciones de pensamiento, místicas, teológicas e incluso biográficas de estas mujeres a las que sin duda y como ella pone en evidencia, la Iglesia no les ha prestado atención ni oído desperdiciando un precioso bagaje de sabiduría y gracia. . Y lo hace contextualizando bien y teniendo en cuenta la mutación profunda de la Humanidad por caminos sociales y, sin duda, también antropológicos.
Son recorridos valientes que evidencia con claridad la riqueza que se pierde –“tesoro ignorado”–, así como las situaciones de desigualdad e inferioridad que ellas han padecido.
Scaraffia no olvida el ámbito de la espiritualidad e incluso de la santidad al que las mujeres no han dejado de aportar generosamente a la Iglesia y en la Iglesia. Recogerlo es un arte, una filigrana de gran valor que aporta un talante inestimable al texto. Desgraciadamente este ámbito suele olvidarse con excesiva frecuencia. Sería muy interesante continuar entrando y descubriendo lo que la autora insinúa como “la santidad nueva”…
Un asunto de incuestionable centralidad en la vida humana y en la preocupación de la Iglesia y especialmente de las mujeres católicas es el de la sexualidad en sus diversos aspectos, ámbito al que la autora dedica el mayor espacio.
Aborda cuestiones tan candentes como la “revolución sexual”, el aborto y su legalización señalando como el punto más dramático al vincular este “derecho” con el de libertad y emancipación de las mujeres, la píldora y anticonceptivos, con la consiguiente separación entre sexualidad y procreación; se asoma a otras cuestiones como homosexualidad, bioética y reproducción asistida, concepción de la igualdad y consecuentemente de la teoría de género (punto en el que a mi entender quizás haría falta más y diferente aportación y profundización de la que aquí se maneja), consecuentemente aparece la cuestión de la identidad del ser humano… Y, por supuesto, la familia, tema central del Sínodo y cuestión fundamental para la sociedad y para la Iglesia.
En toda esta problemática detecta el exceso de prohibiciones, en muchos casos las carencias y echa de menos una mayor atención a la experiencia y a la voz de las mujeres. Realmente la jerarquía acusa una gran sordera y falta de sensibilidad sobre la aportación de las mujeres tan imprescindible. Pero también subraya los que considera aciertos de la Iglesia.
Lucetta se atreve a entrar, aunque sea rápidamente en algo en lo que normalmente no se suele expresar y es el hecho de que no pocos católicos /as “no siguen las normas de la Iglesia respecto al comportamiento sexual”. De hecho, sabemos que son no “solo no pocos”, sino que la cosa está muy generalizada, y por lo tanto, ¿no será éste un asunto en el que se tendría que entrar desde esta situación? Evidenciar este punto tiene una importancia capital y unas consecuencias a las que, sin duda, habría que atender con urgencia.
Hay que agradecer a Lucetta este pequeño ensayo sencillo pero lleno de sabiduría y profundidad; un trabajo sereno y valiente muy necesario hoy. En él queda bien claro que cualquier renovación de la Iglesia o/y de la sociedad civil, ha de contar plenamente con ellas, las mujeres, porque: “Si la Iglesia no recurre a este tesoro ignorado, a esta riqueza escondida, es difícil, creo yo, que pueda iniciar un plan de renacimiento para el futuro próximo”… (p. 103).