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1. Centrando la cuestión
Escribir sobre Pedro Casaldáliga cuando nos deja en la tierra la estela luminosa de sus 92 años, es un desafío y una interpelación. Y es también un deber, un servicio a la humanidad para quienes lo hemos conocido y compartido su estilo de evangelizar en la Iglesia y en la sociedad.
Yo lo conocí, siendo claretiano como él, por los años 1967, cuando él rondaba los 39 años y yo los 32.
Pedro decidió, en 1968, como cumbre de sus deseos, acabado el Capítulo General de los claretianos, cumplir su sueño de irse a Misiones, concretamente a la Amazonía del Brasil, al Matto Grosso.
La savia que lo alimentaba estaba ya dentro. Pedro lo expresa con naturalidad: “Los pobres son la niña de mis ojos. A mí siempre se me ha quebrado el corazón ver la pobreza de cerca. Me he llevado bien con la gente excluida. Soy incapaz de presenciar un sufrimiento sin reaccionar. Me siento mal en un ambiente burgués. Siempre me pregunté que si puedo vivir con tres camisas, por qué voy a necesitar diez en el armario. Los pobres de mi Prelatura viven con dos, de quita y pon. Estoy convencido de que no se puede ser revolucionario ni profeta, ni libre sin ser pobre. Siendo pobre me siento libre de todo y para todo. Mi lema fue: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre”.
2. Su coherencia de vida, confiere a Pedro libertad profética y credibilidad universal
Y la verdad, resulta difícil encontrar un testimonio tan contundente como el de Pedro Casaldáliga. Lo llamamos el “Obispo de los pobres” y, como a él, a otros muchos. Pedro lo siente como si le fuera algo natural: “Señor, no sé si he sabido hallarte en todos, pero siempre te he amado en los más pobres”. Y la confesión se convierte en realidad como acaso nadie puede imaginar: “Cuando me muera, advierte firme al “Movimiento de Trabajadores sin Tierra”: me enterráis junto al río Araguaia, en la tierra, donde yo he enterrado a tantos indígenas, a tantos peones perseguidos o huidos de Haciendas y a tantos niños sin caja. “Oidlo bien: como un pobre más, siete palmos de tierra, una crucecita de palo y… la resurrección”.
3. ¿Qué o quién da base a la libertad de Pedro Casaldáliga?
¿De dónde le viene a Pedro la libertad de cuestionar procedimientos, costumbres, normas que no ayuden a vivir según el Reino de Dios?
Le viene, en respuesta suya, de sentirse en radical seguimiento e identificación con Jesús de Nazaret, lo cual implica adoptar el obrar mismo de Dios que se nos revela en Jesús. Y si todos nosotros somos con Jesús hijos de Dios, debemos reconocerlo sobre todo en sus hijos más desatendidos: “Cuanto hagáis con cada uno de estos hemanos míos más humildes lo estáis haciendo conmigo mismo” (25, 35-40).
El tener a Dios como Padre supone obrar como Él y, en consecuencia, obrar como Jesús: “Rezar por los que os persiguen, querer a los que no os quieren, mostrar afecto a los que no son de vuestra gente, no ofender a los que os afrentan, compartid generosamente lo que tenéis y no volváis nunca la espalda a los que os piden” (Mt 5, 9-48).
El odio rebaja y degrada al ser humano, lo hace incapaz de ver su yo reflejado en el otro y de estimarlo como si se tratara de uno mismo.
Quizás comprendamos ahora de dónde le viene a Pedro Casaldáliga la gran libertad de cuestionar ante quien sea cualquier comportamiento eclesiástico o civil, que no concuerde con los principios del Reino de Dios. Y es que en su testimonio está presente el espíritu mismo de Dios: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
El odio rebaja y degrada al ser humano, lo hace incapaz de ver su yo reflejado en el otro
Sólo procediendo de esta manera, se entiende que Pedro pida a la madre de Jesús que nos enseñe:
“A aquel Jesús que por el Reino del Padre se arrancó de sus brazos de madre y se entregó a la muchedumbre, sólo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado, fiel ante los sueños de su Pueblo, fiel contra los intereses del Templo, fiel bajo las lanzas del Pretorio, fiel hasta la soledad de la muerte» (Pedro Casaldáliga, p. 96).
4. Hecha suya la vida y coherencia de Jesús, Pedro entra en todo y a todos con su misma libertad
El desafío es permanente en un mundo donde todos tratamos de abrirnos camino buscando que se nos reconozca y se nos reserve un puesto en la sociedad. Nos necesitamos, nos relacionamos y debemos aceptarnos, pues somos nos aceptamos, pues somos portadores de una misma naturaleza, capaces de conocerla y cuidarla en nosotros mismos y en los demás, secundando la norma universal de “Tratar a los demás como nosotros queremos que nos traten”.
Seamos creyentes o ateos, en modo alguno se puede admitir la pretensión de quienes , idólatras del dios dinero, se dedican a sacrificar en su altar, miles y millones de vidas para superar la frustración de su egoísmo, codicia y la desesperación de su malograda vida.
5. Algunos hechos del vivir “libre y pobre-pobre y libre” del profeta Pedro Casaldáliga
a) Ratificación de su programa y acción pastoral
Pedro Casaldáliga llegó ilusionado al Matto Grosso, consciente de que llegaba a un lugar donde le tocaría mostrar la fuerza liberadora del proyecto de Jesús. Llegó en 1968. Pasaron casi tres años y ya tenía en su mano el mapa de lo que pronto iba a ser su Prelatura: un territorio de 150.000 km, 1/3 de España, con fincas de hasta 700.000 hectáreas.
Le quisieron nombrar obispo y él se negaba, pero muchos amigos le obligaron a que aceptara para poder trabajar más y mejor para el bien de todos.
En pocos días, logró tener a punto el documento “Una Iglesia en conflicto con el latifundio y la marginación social”.
Y sobrevino lo que acaso nadie esperaba: la alarma, el escándalo y la persecución. Gobierno, policía y hasta el mismo Nuncio le pidieron que no lo publicara en el extranjero. Pedro acababa de dar puntilla a la complicidad histórica de una Iglesia con los poderosos de este mundo. Hasta cinco veces estuvo a punto de ser expulsado del país. Pero el Papa Pablo VI lo defendió: “Tocar a Pedro es tocar al Papa”. Y se evitó la expulsión.
b) Cuestionamiento de la “Visita ad limina” para ver al Papa
Pedro, consecuente consigo y la tarea eclesial que le correspondía, decidió no hacer la “Visita ad limina” para ver al Papa, pues tales visitas no cumplen con su objetivo de informar al Papa sobre los problemas de cada diócesis. Y añadía además: “Yo soy un pobre y los pobres no viajan”.
Pedro cumplió su palabra, jamás viajó a España, ni siquiera cuando murió su madre (cuya noticia yo le trasmití). De Roma le llamaron la atención, y él admitió que si el Papa lo deseaba, él lo haría fiel y sin demora. Luego resulta que tardaron más de dos años en recibirlo. Y determinaron que la difusión de su visita fuera nula y se abstuviera de hacer declaraciones públicas.
Pedro se había hecho preceder con una carta al Papa, donde ponía en acción su corresponsabilidad episcopal, tuvo también una sesión en que los cardenales Gantin y Ratzinger lo sometieron a examen. Casaldáliga contestó con serenidad y gran lucidez.
Ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre
Posteriormente, oficiales de la Curia mandaron a Casaldáliga un documento para que lo firmase. Pero él lo rechazó argumentando que no era eso lo que él y el Papa (incluidos los dos cardenales) habían acordado. Y la cosa terminó ahí, sin más instigación.
c) Pedro Casaldáliga, sin dudarlo un momento, nos acogió como obispo benévolo
Muchos teólogos hubieron de afrontar represión y censura debido a la involución instaurada por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Yo formaba comunidad claretiana con otros cinco compañeros más, creada expresamente por nuestros superiores para difundir y asegurar la renovación del concilio Vaticano II.
Publiqué por entonces el libro “Nueva Ética Sexual” que, tras unos años de pacífica circulación, fue sometido a examen por Roma, dictando después de largo proceso sentencia de prohibición del libro y del autor. Los cinco compañeros se solidarizaron conmigo y asumimos juntos la decisiónde no tolerar la disolución de la comunidad. Al no aceptar dicha disolución, tuvimos que emprender una serie de recursos que anulara la orden dada. La decisión, tomada en última y máxima instancia, nos expulsaba de la Congregación.
Esto suponía que seguíamos siendo sacerdotes, pero teníamos que buscar un obispo benévolo que nos acogiera. Dado que con Pedro, además de claretiano, teníamos intensa relación, procedimos a exponerle si nos acogía en su Prelatura. Producida la sentencia, teníamos asegurada ya su respuesta, que me comunicó en persona cuando lo visité: “Mira, Benjamín, por el amor que os tengo, contad incondicionalmente conmigo hasta la muerte. Soy vuestro obispo”. Éramos, en palabras suyas, “la trinchera teológica de la Prelaturas en el Primer Mundo”.
d) Solidario e incondicional apoyo del obispo Pedro Casaldáliga a la revolución sandinista
Pedro no viajaba ni salía del Brasil según tenía decidido, pero viajar a Nicaragua era una prueba de su libertad profética. No le eran favorables ni el Papa Juan Pablo II, ni los obispos de Nicaragua. Pero, Pedro, en fidelidad al Evangelio, tenía que hacerse presente para apoyar la revolución sandinista, y así poder ejercer en medio de ella la pastoral de la Frontera y de la Consolación. Y escribió el libro “Nicaragua, combate y profecía”: “Digo en voz alta lo que en conciencia no podía dejar de decir”.
e) El lema de Pedro: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre
“Mi lema –escribe Pedro– fue: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre”. El sistema eclesiástico educa para la obediencia, no para la libertad. Quizás por eso, Pedro deja escrito: “Si me bautizas otra vez, un día…; di a Dios y al mundo, que me has puesto el nombre de Pedro-Libertad”.
Pedro es un hombre libre ante las instituciones, ante las personas, ante los grupos y las ideologías; es la palabra libre, la osadía que bebe en la fuente del Espíritu, que es viento y fuego y revienta estructuras y cadenas. Si Pedro es libre es porque a la vez es pobre. Lotiene muy claro: encontrarse con el pobre es encontrarse con Dios. Por tanto, quien no toma en serio al pobre, no puede encontrarse con Dios: “Quien cree en Dios, debe creer en la dignidad del hombre. Quien ama al Padre, debe servir a los hermanos”.
“Si vivir es convivir, todos y todas debemos ser reconocidos como personas en la radical dignidad de la raza humana. La más esencial tarea de la Humanidad es humanizarse. Humanizar el pequeño mundo del propio corazón, del propio hogar, de la vecindad y del gran mundo de la política y de la economía y de las instituciones. Otra ONU es posible, y necesaria. La paz y el diálogo son necesarios entre las religiones para que haya paz en el mundo. Es hora, pues, de creer en plural unidad en el Dios de la vida y del amor y de practicar la religión como justicia, servicio y compañía. Un Dios que separa la humanidad es un ídolo mortífero”.