Escrito por
Éxodo 125
– Autor: Evaristo Villar –
Cuando este número de Éxodo está entrando en imprenta, aparece el libro de nuestro amigo y gran especialista en el tema, Xabier Pikaza, sobre La familia en la Biblia. Sin tiempo para hacer nuestra propia presentación, como hubiéramos deseado, ofrecemos algunos párrafos tomados directamente de su presentación y conclusión. Estamos seguros que los lectores podrán apreciar la originalidad y riqueza que promete este libro que acaba de aparecer.
No hay en el mundo un libro de familia tan valioso como la Biblia, no sólo para judíos y cristianos, sino para aquellos que quieran seguir abriendo un camino de vida, en línea mesiánica. Pienso que la Biblia, manual de cabecera de judíos y cristianos, sigue siendo el texto clave de nuestra identidad, de forma que debemos retornar a ella para entender lo que somos y anticipar lo que debemos ser en horas inciertas como son las nuestras…
Me voy a ocupar de la Biblia, entendida como Escuela y Libro de Familia, en un camino largo, que va de los Patriarcas y el Éxodo de Egipto, hasta Jesús y Pablo, con el Apocalipsis. Ella no resuelve todos los problemas que hoy tenemos, pero nos permite plantearlos con claridad, abriendo caminos de futuro, a medida que recorremos su historia, como iré mostrando. Las revoluciones esperadas no han dado el fruto que habíamos pensado, pero estoy convencido de que podemos acudir a la raíz del tema, que es la formación de la familia, en la línea de la Biblia…
Estoy convencido de que, en un sentido muy profundo, la misma existencia de la humanidad depende de la forma en que entendamos y solucionemos los tema de familia, con sus tres ejes centrales: atracción afectiva (expresada de modo ejemplar en la pareja), transmisión de vida (reproducción y educación de hijos) y convivencia social (vinculada a la fraternidad universal).
Sin amor mutuo de adultos, con vinculación estable de personas (especialmente varones y mujeres), y sin acogida/educación personal de los niños/hijos en un contexto de madurez afectiva, es decir, relacional, la concordia sobre el mundo cesa, y la misma humanidad corre el riesgo de caer en manos de la opresión de algunos y/o de la violencia de todos, que puede llevarnos a la muerte. No es problema de números (¡muchos hablan de un peligro de super-población!), sino de identidad; si ellos “quieren”, los seres humanos pueden suicidarse, y lo harán, si no cuidan la familia.
Así pienso que en este tiempo crucial en el que estamos llamados a crear nuevas formas de vida, resulta clave la enseñanza de la Biblia (quizá con otras tradiciones religiosas y humanistas), no para saber simplemente lo que dice, sino para optar por lo que pide, según esta encrucijada: “Pongo ante ti la vida y la muerte… Elige la vida y vivirás…” (cf. Dt 30, 19-20). Para iluminar esa opción de vida he querido escribir esta “guía de familia en la Biblia”.
En medio de una escandalosa y obscena injusticia social, con diferencias abismales entre ricos y pobres, iniciamos la nueva navegación de lo que algunos llaman la post-modernidad. Desde ese fondo, tomando como base lo dicho en este libro, quiero señalar algunas tareas abiertas, en clave de humanidad:
1. Educación en el amor. Quizá la primera y mayor de las tareas sea la educación en el amor y la palabra, no sólo para el matrimonio, sino también para la vida de los niños. Ciertamente, son importantes nuevas “políticas” sociales, que reconozcan el valor de la familia, creando condiciones económicas, no al servicio del puro capital (como es ahora), sino del despliegue y de la comunión de vida.
2. Más que la pobreza, el riesgo para la familia es el capitalismo, es decir, una cultura donde la vida de los hombres y mujeres (y el nacimiento y educación de los niños) está en manos del capital monetario, al que le importa ante todo su ganancia. Ciertamente, para mantenerse y “disfrutar” del capital, el sistema necesita “producir” nuevas vidas humanas, para poder así perpetuarse, pues sin ellas muere. Pero como no sabe ni quiere comprometerse en ellos, y como además las vidas no se producen, sino que se engendran en amor y generosidad (cosa que no tiene), el sistema corre el riesgo de destruirse a sí mismo.
3. Fidelidad. En principio, el matrimonio es un compromiso de personas, que quieren vivir en amor fecundo, por encima del “dictado” del puro dinero, en igualdad dialogal, sin dominio del hombre sobre la mujer. Entendido así, es una vocación, una llamada al encuentro renovado de unos seres que, al conocerse progresivamente, descubren su verdad, cada uno en el otro. Ésta es una vocación de Reino, que los esposos han de actualizar en cada momento, una experiencia que la Iglesia debe potenciar y ensayar entre los creyentes, abriéndola a todos los hombres y mujeres, pero sin imponerla.
4. Control de la natalidad. Éste es un problema médico y antropológico moderno, planteado y formulado en la segunda mitad del siglo XX por el papa Pablo VI, en su encíclica Humanae Vitae (1968), donde rechaza el uso de los anticonceptivos químicos y de otros medios físicos (preservativos), que se empezaban a emplear normalmente para evitar que la mujer quedara encinta. Han pasado casi cincuenta años, y una parte considerable de la iglesia empieza a plantear el tema de otra forma, insistiendo en la libertad creadora de los esposos/padres, para que los niños nazcan de su deseo y amor generoso, no por imposición de la naturaleza. En ese nivel, el tema físico/químico de los anticonceptivos o medios de regulación de la natalidad queda en segundo plano…
5. ¿Revolución de la familia? Estamos superando ya un estadio cósmico-biológico de la humanidad y del conocimiento, que había culminado en el pensamiento racional de Grecia y en la ciencia moderna. Lo que ahora empieza es totalmente distinto, una etapa de la humanidad que ha de fundarse en la palabra personal: Hombres y mujeres estamos descubriendo con Jesús nuestro “fondo divino”, pero no en un plano cósmico-biológico (como el de los dioses antiguos del neolítico), sino a través de la palabra, que nos hace creadores de lo que somos y de lo que podemos “engendrar” suscitando nueva vida humana. Hasta ahora, básicamente, hemos creado familia por impulso de la naturaleza, y hemos terminado cayendo en manos de la idolatría de un capital anti-humano. Ahora debemos crearla libremente, por nuestra palabra, en amor gratuito, liberándonos de la imposición del capital absolutizado. Somos responsables de Dios sobre la tierra, estamos llamados a crear su familia, con Cristo y desde Cristo (hijo de Dios).
6. Más allá del sistema, ante el mundo de la vida. La ciencia nos ha permitido no sólo dominar amplias parcelas del mundo, convirtiendo la tierra en una especie de gran empresa/fábrica destinada a producir bienes de consumo para los más ricos. Podemos comunicarnos casi de un modo total e instantáneo, en el plano de los conocimientos objetivos. Pero hemos dividido la humanidad en dos grupos enfrentados (ricos y pobres) y, sobre todo, nos hemos perdido en el campo del mundo de la vida.
Eso significa, como he dicho, que podemos tener casi todo lo que deseamos, pero corremos el riesgo de destruirnos a nosotros mismos, pues hemos “perdido” la orientación en el mundo de la vida. Tenemos cosas (¡los privilegiados!), pero no sabemos para qué, ni sabemos si podremos dejárselas a nuestros hijos, pues posiblemente seamos incapaces de “engendrarles” en amor, como auténticas personas. Éste es el problema, y está centrado en el “mundo de la vida”, es decir, en el campo de las relaciones familiares donde se sitúa el matrimonio (y las diversas formas de vinculación personal humana), con la apertura hacia los más pobres. El futuro será de aquellos que sean capaces de crear vida, de abrir caminos de auténtica familia, de manera que el recuerdo del pasado se vincule con la esperanza del futuro.