Escrito por
números 78-79 (marzo-junio ’05)
– Autor: Evaristo Villar y Carlos Pereda –
Nacido en Belo Horizonte, Brasil, en 1944. Fue miembro de la Juventud Estudiante Católica (JEC) y, ejerció, durante el primer lustro de los sesenta, la entonces arriesgada actividad de periodista. En 1965 ingresó en la Orden de los Padres Dominicos, y, por su oposición política al régimen militar, fue arrestado en 1969, permaneciendo en la cárcel durante cuatro años. A partir de la publicación de “Das Catacumbas”, cartas/testimonio conmovedor de quien fue víctima de la dictadura militar, traducido a diferentes lenguas, Frei Betto saltó a la conciencia mundial. Sus más de cuarenta libros y artículos son testimonio de su actividad política y cultural en Brasil. Teólogo de la liberación, ha desarrollado su actividad pastoral entre las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) en el contexto obrero de Sao Paulo. Miembro del PT desde su fundación y amigo personal de Lula, ha coordinado el Proyecto Hambre Cero, impulsado desde el gobierno Lula de quien ha sido superconsejero hasta su retirada, hace unos meses. Realizamos esta entrevista durante la celebración del 1 FMTL en Porto Alegre.
¿Cómo ha sido tu relación con Lula?
Conozco a Lula desde hace 25 años. He trabajado como asesor de Pastoral Obrera durante 23 años en la zona obrera de Sao Paulo donde Lula militaba como sindicalista. Desde los primeros días se entabló entre nosotros una relación muy estrecha y fraterna. A pesar de que Lula protege su intimidad (hay dos aspectos que a Lula no le gusta exponer al público: su familia y su religiosidad), Lula es cristiano y le gusta participar en las celebraciones y oraciones que programa la comunidad. Es una persona muy religiosa. Desde la Central Unida de los Trabajadores y la Central de Movimientos Populares hemos compartido muchas luchas desde el final de la dictadura. Aunque yo no soy militante del Partido de los Trabajadores (PT) he colaborado en su organización. Fraguada durante 25 años, nuestra amistad es sólida. Por eso, al llegar a la presidencia de Brasil, Lula me invitó a trabajar con él desde la Oficina de Movilización Social y el Proyecto Hambre Cero.
¿Y por qué ahora le has dejado?
Eso tiene mucho que ver con mi trayectoria personal, social, política y pastoral. Después de dos años a su lado he dejado el gobierno por dos razones: Primero porque no es mi vocación y yo necesito volver a escribir más. Estar vinculado a un proyecto, a una administración pública, no me deja tiempo para investigar y escribir. Y, segundo, por discrepar de los rumbos de la política económica de Lula. Debo decir que yo prefiero a Lula en el poder antes que a cualquier otro político brasilero. Voy a luchar porque Lula tenga un segundo mandato. Pero estoy absolutamente convencido de que esta política económica actual que está llevando es demasiado neoliberal, y, durante estos cuatro primeros años, no va a poder cumplir las expectativas que teníamos en un gobierno más comprometido con la causa de los pobres. A pesar de que, debo decirlo, Lula está haciendo por los pobres lo que ningún otro gobierno ha hecho en la historia de este país. Pero tengo la sensación de que Lula, como si fuera en un todo terreno, acelera en la política social, pero mantiene puesto el freno de mano en política económica.
¿Qué le dirías a un malpensado que dijera: Muy bien, lo de siempre, los cristianos habláis mucho de compromiso, pero, cuando se trata de implicaros activamente en la política, acabáis siempre lavándoos las manos? Pues, mira, le diría dos cosas. Primero, que eso no es verdad. Hay, entre nosotros, cristianos que actuamos en política de manera partidaria o no, profesional o no. Hay muchos cristianos en los ministerios del gobierno Lula. Cinco de ellos son ministros que vienen de las Comunidades Eclesiales de Base: Marina Silva en Medio Ambiente, José Fritsch en Pesca, Miguel Rossho en Desarrollo Agrario, Olivio Outra en Ciudad, y Patrus Ananías en Desarrollo Social y Programa del Hambre.
Y, en segundo lugar, destacaría que hay también cristianos, sobre todo en la jerarquía, que no tienen una visión realista de lo que significa estar en la política. Suelen tener una visión ingenua e injusta. Ingenua, porque piensan que la política es el reino de la voluntad. Y no lo es. La política es el reino de la negociación, de los acuerdos, de los pactos. A pesar de que hay que tener una estrategia y defender unos principios a largo plazo, el cristiano en política no puede olvidar los principios evangélicos. Una política no debe ser confesional, pero tiene que ser evangélica. O sea, la prioridad de los pobres, la justicia, la lucha por la paz son valores evangélicos que, desde mi punto de vista, deben estar en toda política de inspiración cristiana. Desde esos valores evalúo yo las realidades políticas. Y en esto, la postura de algunos cristianos -hasta de algunos obispos- es muchas veces injusta. Por ejemplo, ante los obispos que critican la política de Lula, yo me pregunto, ¿será porque, desde su diócesis, pueden ofrecer un modelo de administración evangélica?; ¿será porque desde sus parroquias están siendo un modelo de administración justa, de formación eficaz de agentes pastorales, de atención, en fin, a la gente, sobre todo a los pobres? Hay en toda esta crítica mucha incoherencia.
Volviendo al programa Hambre Cero, ¿cuál es la evaluación que tú mismo haces, una vez dejada su máxima durección política?
“Hambre Cero”, desde nuestro punto de vista, tiene dos dimensiones: un nacional e internacional. Las dos dimensiones son prioritarias en la política de Lula. Se trata de movilizar interna y externamente a todo el mundo para enfrentar esta formidable arma de destrucción en masa de la humanidad. Hay cinco factores de muerte en el mundo de hoy: la enfermedad (cáncer, sida), los accidentes de trabajo y de tráfico, la guerra, el terrorismo y el hambre. Pues bien, de os cinco, el que provoca menos movilización es el hambre pero es el que más víctimas causa. Te doy sólo este dato: 5 millones de niños, con menos de 5 años, mueren de hambre al año.
¿Por qué la del hambre, entre estas cinco plagas apocalípticas, es la que menos moviliza a la gente? La respuesta te puede parecer cínica, pero es la pura verdad: porque el hambre es el único factor de muerte precoz que hace distinción de clases sociales. Se cierne implacablemente sobre los más débiles y miserables. Mientras, nosotros, los bien nutridos, tratamos de defendernos de las otras plagas que más directamente nos afectan. Al fin y al cabo, el hombre nos afecta a nosotros.
Nuestra política contra el hambre pretende llegar hasta las mismas estructuras que la originan. Es decir, las situaciones de injusticia. No hemos pretendido en este tema tan grave aplicar un programa asistencialista. No ha sido nuestro objetivo principal distribuir alimentos a la gente, sino garantizarle una renta mensual. Pero hay que tener en cuenta que en esta país, Brasil, tenemos actualmente 11 millones 400 mil familias en la miseria. Son familias que tienen hambre. Pues bien, nuestro programa de “hambre cero” llegó en diciembre 2004 a 6 millones 500 mil familias y hasta julio de 2005 tiene previsto llegar a 8 millones 600 mil familias. El programa va muy bien.
¿Puedes aclarar un poco más por qué el programa Hambre Cero no es una acción meramente asistencialista, caritativa…?
Porque se trata, precisamente, de un programa de reformas estructurales en varios aspectos. Primero en la distribución de renta: se concede a estas familias una pequeña renta lo que activa, en las pequeñas ciudades, la circulación de la riqueza y la fijación de la gente. Esto reduce la migración hacia las grandes ciudades y el problema de la favelización. Crea también puestos de trabajo. Y segundo, en la incorporación de las familias a la sociedad de los derechos y los deberes. Por ejemplo, se comprometen a llevar a sus hijos a la escuela y seguir un programa de salud. Y todo esto se especifica en más de 70 programas muy prácticos. Digamos que cuando el programa Hambre Cero llega a una ciudad con él llega también el microcrédito, el cooperativismo, la salud, la educación, el saneamiento, la capacitación laboral, etc. En fin, todo un programa de inclusión social.
Existe un servicio que llamamos Mesa Brasil que consiste en recoger alimentos de supermercados, restaurantes, panaderías y hacer que llegue el en mismo día a los consumidores. Y funciona muy bien. Lo más difícil está en las políticas de reforma estructural agraria. Este aspecto va muy lento en el gobierno Lula. Teníamos previsto asentar este año 115.000 familias y sólo se logró asentar 81.000. Esto es lo más frágil del programa de Hambre Cero.
En pocas palabras, ¿cuáles son los mayores logros de la política Lula en estos escasos tres años en el poder?
Ha priorizado, en primer lugar, la política social, cosa que nunca se había hecho en Brasil. En segundo lugar, se ha volcado en la política externa: se ha opuesto al ALCA y ha revitalizado MERCOSUR; ha defendido a Chávez impidiendo que EE.UU. desestabilizara la política de Venezuela; ha trabajado por reincorporar a Cuba en los foros y organismos internacionales. En Cancún, al lado de los países pobres, logró poner en tela de juicio los criterios de la OMC, y hacer con ellos bloque. El Brasil de Lula forma actualmente eje con África del Sur, India y China. Contra el criterio de la Casa Blanca, el Brasil de hoy día mantiene unas relaciones estrechas con los países árabes. Y una palabra más, Lula apoya la lucha contra a la corrupción. Sólo en el pasado año 2004 la policía federal hizo más de 50 operaciones contra los corruptos.
Tu libro sobre Fidel sorprendió por tu cercanía al mandatario cubano. ¿Cómo han sido, cómo son tus relaciones con Fidel?
Yo he trabajado durante 11 años, a petición de Fidel y de los obispos cubanos, en el campo de las relaciones entre la Iglesia y Estado en Cuba. Ha sido una muy buena ocasión para entablar una gran amistad con los cubanos, con Fidel y con lo que Cuba representa en general. Volveré a la isla en la primera semana de febrero para participar en la feria del libro de La Habana que este año tiene como país invitado a Brasil. Con este motivo espero visitar al comandante. Yo creo que mi libro “Fidel y la revolución” ha contribuido al desbloqueo de la cuestión religiosa en Cuba.
Cambiemos de tercio. Como teólogo de la liberación ¿cómo está este asunto actualmente?
Bueno, por una parte, yo creo que la teología de la liberación está muy viva. Desde hace más de 20 años ha venido abordando determinados temas que, como la deuda externa, el neoliberalismo y la crítica al capitalismo hoy son subrayados por los mismos documentos sociales de Juan Pablo II. No exagero, pues, si digo que la teología de la liberación ha llegado, finalmente, hasta el Vaticano. Y sigue muy viva en el contexto de las Comunidades Eclesiales de Base.
Pero, siendo honestos, también tenemos que decir que, desde Juan Pablo II y muchos obispos, existe actualmente una vaticanización de la Iglesia, lo que afecta también a la teología de la liberación. Un encuentro como éste, -me refiero al primer Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL), es muy importante y debería ser una buena ocasión para reemprender, con las matizaciones que se deban hacer, camino. Si es verdad que ya no se puede volver ingenuamente a los años 70 y 80, también es verdad que los retos que provocaron el nacimiento de la teología de la liberación – el hambre, la exclusión, la opresión, el incremento del imperialismo- hoy día se están agravando.
Me pregunto si los organizadores de este foro han tenido en cuenta esa “vaticanización” de la Iglesia al proponer como tema central del encuentro la búsqueda de la “teología para otro mundo posible”. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿De qué mundo estamos hablando?
Yo me siento a veces un dinosaurio porque sigo pensando que no hay futuro para la humanidad fuera del socialismo. No me refiero al socialismo realmente existente, sino al que tenemos que hacer posible compartiendo de los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano. Sin compartir esto básico no veo ninguna posibilidad de futuro para la humanidad. Sin una ética de la justicia, como ya reclamaba hace 2.800 años el profeta Isaías, no habrá paz -que es hija de la justicia- en el mundo. Entonces, la posibilidad de acceder a otro mundo realmente para los seres humanos pasa necesariamente por compartir las riquezas.
Pero esto no es nuevo. Ya se han hecho muchos intentos y…
Para mí, el fracaso del socialismo real es similar al fracaso de la inquisición en la Iglesia Católica. Muchos estaríamos de acuerdo en admitir que los fundamentos de la Iglesia son mucho más firmes que su aberrante práctica inquisitorial. Pues yo pienso lo mismo con respecto a los históricos intentos del socialismo: Su inspiración y sus fundamentos van más allá que sus fracasados intentos en la histórica.
Honestamente yo me pregunto, ¿por qué ha fracasado el socialismo? Y me respondo: porque ha intentado (ha logrado) saciar el hambre de pan, pero no el hambre de belleza. Pero si miramos de reojo a su enemigo, el capitalismo, éste sigue fuerte porque sacia el hambre de belleza y no intenta siquiera saciar el hambre de pan… Todos mantenemos la ilusión simbólica de que algún día se hará el milagro: nos va a tocar la lotería. Es decir, lograremos saciar conjuntamente el hambre de pan y de belleza. En definitiva, para nuestra reflexión política el reto está en descubrir ese otro mundo posible donde se logren conciliar la justicia y la libertad.
Y la teología, ¿qué tiene que ver con todo esto?
Mucho. Porque la teología cristiana parte de la práctica política de Jesús. Los cristianos somos discípulos de un prisionero político y un ajusticiado. Jesús no murió de enfermedad normal, sino que pasó por dos procesos políticos y fue condenado a la pena capital de su época. En el Evangelio encuentro yo esa doble dimensión de la práctica de Jesús que será siempre un paradigma para la conciencia cristiana: la justicia -o centralidad de los derechos de los pobres- y la libertad como aspiración honda de todo ser humano. Jesús da de comer a la gente, los cura de su enfermedad, sin imponerles previamente ninguna adhesión de fe. ¿Recuerdas el episodio de la mujer cananea o del centurión romano? Jesús no les exige que dejen antes de ser paganos. Pues bien, la teología debería centrarse más en la praxis liberadora de Jesús y menos en las argucias dogmáticas que cada vez interesan menos a la gente.
Tú sabes que el neoliberalismo, cuando trata de justificarse, se apoya en la palabra libertad. La relación economía-libertad no es un tema como para despacharlo en dos frases. Pero brevemente ¿qué tiene que ver la libertad con la economía capitalista? Desde mi punto de vista, la economía capitalista -como cualquier otra economía- goza de libertad hasta un límite: hasta no herir los intereses de la mayoría, de los más pobres. Cuando este límite se traspasa, entonces se enfrenta con el Estado. Y el Estado, que en teoría tiene el monopolio de la violencia, debe ejercerla cada vez que la economía violenta los derechos de los más débiles, de los pobres.
Ultima cuestión, ¿qué relación encuentras entre un foro como éste, de teología y liberación, y el Foro Social Mundial (FSM) que se va a inaugurar en la próxima semana?
La relación es muy estrecha. Quiero felicitar a quiénes tuvieron esta feliz idea, porque sólo hay buena teología si está bien contextualizada. Y después de la crisis del socialismo y de la caída del muro de Berlín, es el FSM el que proporciona a la teología su mejor contexto. En un mundo unipolar y globocolonizado el FSM nos ofrece materiales suficientes para hacer una teología nueva en estos comienzos del siglo XXI. Una teología que parte de la certeza de que el capitalismo ha fracasado mucho más que el socialismo. Porque son 4.000 millones de personas las que viven bajo el umbral de la pobreza, lo que supone las dos terceras partes de la humanidad. El capitalismo no ha sido un éxito, salvo para unos pocos a quienes nos ha tocado la lotería biológica: no nacer entre los 4.000 millones de personas que malviven en el mundo es un verdadero premio de la lotería Entonces luchar por mejorar la situación de quienes no han tenido la misma suerte debería ser un imperativo de conciencia, una deuda social, una obra de Dios. La articulación, pues, entre teología y FSM, que abarca temas políticos, sociales y económicos debería ser cada vez más estrecha. Brasil es un ejemplo. Muchos de nuestros políticos hoy en activo se formaron en los planteamientos teológicos de las Comunidades Eclesiales de Base.