Escrito por
Éxodo 115 (sept.-oct.) 2012
– Autor: Benjamín Forcano –
20 autores, Edición a cargo de C. Cervantes, Kairos, 2011
Se trata de cómo aunar el arte de vivir (espiritualidad) con el arte de convivir (política), con un claro mensaje de pacifismo y no violencia. Son nada menos que 350 páginas, con la aportación singular de 20 cabezas pensantes y desde un análisis propio de la sociedad en que vivimos.
El libro representa una novedad si alcanzamos a seguirlo en lo que están hoy expresando las mentes más despiertas y solidarias. Los autores ofrecen claves que ayudan a entender la profundidad de la crisis y ofrecen soluciones para un nuevo rumbo.
Hay un punto de partida innegable: el paradigma que ha regido nuestra convivencia ha llegado a su agotamiento.
Venimos de culturas milenarias y, en especial nosotros, de la cultura occidental cristiana. La experiencia y la sabiduría acumuladas arrojan luz sobre el momento presente y demandan un paso nuevo:
“La economía contemporánea, escribe Jordi Pigem, es la primera religión verdaderamente universal. El ora et labora dejó paso a otra forma de ganarse el paraíso: producir y consumir” (p. 73).
Según Ervin Laszlo, “No podemos albergar la menor duda: si queremos vivir de un modo sostenible y en paz con los demás, debemos dar los pasos que conducen desde la conciencia tribal hasta la conciencia planetaria” (p. 119).
Encuentro especialmente interesante el análisis que hace María Corbí. Nuestra sociedad ya no vive de creencias intocables: “La nueva conciencia está en que todo debemos construírnoslo nosotros mismos, nada nos baja del cielo, ni nos es dado por la naturaleza de las cosas” (p. 82).
Esta nueva conciencia se ha extendido a todos los rincones de la tierra y es consciente de moverse en una sociedad de riesgo. Dentro de estas sociedades, las nuevas generaciones se desentienden del patrón de comprensión y valoración heredado de las religiones, dando lugar a un desmantelamiento total, como condición para asegurar que los nuevos postulados y valores broten directamente del protagonismo y responsabilidad de los ciudadanos: “En este contexto, la oferta de las tradiciones es libertad, paz y mansedumbre, distanciamiento del poder y todos sus atributos y distanciamiento de la riqueza. La espiritualidad no necesita para nada de príncipes de la Iglesia, sino de maestros del espíritu. Eso es lo que la espiritualidad puede ofrecer: cualidad humana, cualidad humana profunda. Vuelve a haber una relación entre la espiritualidad y la política, pero esta vez la espiritualidad sólo ofrece espíritu, sin el cual las nuevas sociedades no pueden funcionar correctamente” (p. 91).
En el pensamiento de unos y otros autores va apareciendo una doble constante de denuncia y propuestas. Así, por ejemplo, Joan Melé: “Hemos llegado al punto máximo de ruptura con lo espiritual, la visión materialista del ser humano y de la vida casi se ha constituido como un dogma que se impone desde una supuesta clase inteligente, que ante cualquier tipo de planteamiento espiritual exige demostraciones científicas. Como si fuera posible reducir al ámbito material algo que no lo es. Lo espiritual no se puede demostrar, sólo se puede mostrar, y luego, si se quiere, experimentarse” (pp. 167-168).
Antonio Gutiérrez-Rubí escribe: “Lo cierto es que nos sentimos perdidos. La política formal ha perdido el timón de mando de lo público. Incapaz de dirigir la voracidad de los mercados e insuficiente para representar el hambre de más democracia latente en nuestra sociedad, parece un notario de las injusticias y un administrador de las contradicciones sociales y económicas… La rebelión en estas circunstancias no es un motín contra la autoridad. Es una exigencia moral” (pp. 98-99).
Koldo Aldai y Leonardo Boff señalan como base, condición y proyecto para poder impulsar una nueva conciencia el descubrimiento de que a todos nos es intrínseca la condición de la ciudadanía universal y, con ella, la condición también universal de la dignidad humana, nos está haciendo como absurdos todos los intentos de ordenar el mundo en base a dualismos de dominación y exclusión. Nuestra cultura occidental -valiosa en muchos de sus principios y valores- está corroída por el cáncer de prácticas político-religiosas, imperialistas y colonizadoras, marcadamente eurocéntricas. “Espiritualidad y política se irán acercando más y más, pues la humanidad está dando importantes pasos en su evolución hacia la plena instauración del ideal supremos de la fraternidad humana, sentimiento que lleva implícito el otro gran ideal de la filiación divina. Somos hijos e hijas, no ya de éste o aquel Dios, del tuyo o del mío, somos hijos del Origen, de la Fuente de todo amor y de toda vida, y no importa el hombre que apliquemos a ese Alfa innombrable” (p. 199).
Para Leonardo Boff está surgiendo una nueva era humana, una nueva conciencia, marcada por el inagotable capital espiritual, que logrará que la economía sirva a la vida:“ He aquí que después de más trescientos años de exaltación de la razón asistimos a la locura de la razón, pues sólo una razón enloquecida organiza una sociedad en la cual el 20