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– Autor: Varios Autores –
La visita del papa Benedicto XVI a Madrid en agosto de 2011 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) constituye un acontecimiento significativo en la vida política y religiosa de nuestro país que requiere una reflexión teológica serena al tiempo que crítica y constructiva de la Asociación española de Teólogos y Teólogas Juan XXIII. Un mes después de la visita, hacemos públicas las siguientes consideraciones:
1. La JMJ ha contado con una eficaz organización, que ha conseguido la movilización de cientos de miles de jóvenes de todos los continentes en torno a la figura del papa.
2. Queremos expresar nuestro respeto hacia los jóvenes y las demás personas que han participado en la Jornada -si bien no todos respondían a motivaciones religiosas-, así como a los miles de voluntarios y voluntarias que generosamente han colaborado en el desarrollo de la misma.
3. Creemos, sin embargo, que no fue propiamente una Jornada de la Juventud, ni siquiera de la juventud católica, sino una Jornada del Papa, quien ejerció el protagonismo en todo momento y utilizó a los jóvenes como excusa para reforzar su poder en la doble función de Jefe de Estado y de máxima autoridad de la Iglesia Católica. La organización del evento estuvo centrada en la exaltación del papa, hasta desembocar en papolatría. Era la confirmación del autoritarismo y del carácter piramidal de la Iglesia católica.
4 Nos parece que la ausencia del interés por los jóvenes se puso de manifiesto en la escasa referencia a sus graves problemas, como el desempleo y la falta de perspectivas de futuro en los diferentes terrenos de su vida. Dicha ausencia es más llamativa si cabe cuando sabemos que los jóvenes son uno de los colectivos que está sufriendo de manera más acusada y generalizada las consecuencias de la crisis económica.
5. La JMJ fue una clara y fehaciente demostración del poder de la Iglesia católica en una sociedad secularizada y en un Estado no confesional. Demostración de poder que recordaba algunas de las manifestaciones del nacionalcatolicismo de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
6. Nos preocupa de manera especial la imagen de Jesús de Nazaret y de la Iglesia ofrecida por el papa a los jóvenes, a la sociedad y a los propios católicos: un Jesús de Nazaret espiritualista y desencarnado; una Iglesia-espectáculo, de cristiandad, patriarcal, ritualista, más acorde con la contrarreforma del concilio de Trento y con la restauración puesta en marcha por el concilio Vaticano I que con la reforma del concilio Vaticano II. El principal empeño de la Jornada parecía ser llevar la restauración hasta el extremo.
7. La JMJ contó en todo momento con el apoyo y la legitimación de los diferentes poderes e instituciones: jefatura del Estado, gobierno de la Nación, ayuntamiento de Madrid, gobierno de la Comunidad de Madrid, empresarios, militares, etc., que demuestran el trato privilegiado de que es objeto la Iglesia Católica a nivel institucional. Esto nos parece impropio de una sociedad cultural y religiosamente pluralista y de un Estado constitucionalmente no confesional.
8. Creemos desmesurado el tiempo dedicado a la información sobre el evento en los diferentes canales de la televisión pública, otra prueba más del trato de favor a la Iglesia Católica con fondos públicos y de la falta de igualdad de las religiones.
9. Igualmente desmesurado nos parece que fue el gasto del viaje: decenas de millones de euros, además de los privilegios para los peregrinos en los transportes, servicios sanitarios, entradas a museos, etc., y de los gastos de las diferentes administraciones en materia de seguridad, alojamiento, etc. Tal dispendio volvió a poner de manifiesto la insensibilidad de la jerarquía eclesiástica, incluido el propio papa, hacia las personas, las familias y los sectores más castigados por la crisis, que sufren en su propia carne los recortes sociales, salariales, sanitarios, culturales, laborales, educativos, etc.
10. A pesar del desencanto que ha producido en muchos colectivos cristianos esta visita, tenemos la esperanza de que “Otra Iglesia es posible” con estas características: respetuosa del pluralismo en su seno y en la sociedad, democrática; en diálogo intercultural e interreligioso; sensible a los problemas de los jóvenes, abierta a sus inquietudes, con capacidad para reconocer sus valores; que denuncie las estructuras injustas, sea crítica del poder, dé ejemplo de pobreza, practique el compartir, renuncie al boato y sea solidaria con los excluidos y marginados. En esa dirección seguiremos trabajando y esperamos que lo hagan el papa y la Iglesia institucional en el futuro.
Madrid, 28 de septiembre de 2011