martes, octubre 15, 2024
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DECIDME CÓMO ES UN ÁRBOL

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Éxodo 101 (nov.-dic’09)
– Autor: Evaristo Villar –
Memoria de la prisión y de la vida
 
Decidme cómo es un árbol, de Marcos Ana, no te va a dejar indiferente. Es un testimonio apasionado y apasionante, un testigo palpitante de nuestra reciente historia. Se presenta como Memoria de la prisión y de la vida, lo que ya previene suficientemente al lector sobre el paisaje donde se le invita a entrar. No es precisamente ningún paraíso terrenal primigenio. En realidad, es justamente su reverso. Contrariamente al paraíso del Edén, éste es un Gulap, un Guantánamo o un Abu Ghraib cualquiera. No se trata de ninguna utopía o ficción literaria. Es real como la vida misma. Este infierno existió en la España dominada por la dictadura franquista. Aunque, como se puede constatar en Marcos Ana, también existió paralelamente la utopía. Esa otra dimensión irrenunciable y velada de la vida que ni el infierno puede extinguir. Marcos Ana emerge en esta historia como testigo indomable de esta doble cara de nuestro mundo: como víctima de todos los Guantánamos de la historia y como referente luminoso de esa utopía grande como el mundo mismo: las muchas vidas victimadas por y para los demás.

¿Qué es en realidad este libro? El autor lo presenta como memoria de 23 años de prisión, con dos condenas a muerte, y como memoria de toda una vida vivida con dolor, lucidez y pasión. No se agota en el recuento de la historia de una vida, aunque es el relato de su vida; ni en el proceso lógico de un discurso bien trabado, ideológica y poéticamente desarrollado, aunque el relato rebosa de ideas y poesía; tampoco se encierra el libro en los imponentes y fríos muros de una cárcel o en el miserable recinto de una celda de castigo, aunque existen muros infranqueables, celdas miserables, pasillos y antros de inhumana tortura. El libro es todo eso y mucho más. El libro es reclusión y apertura, dolor y bienestar (bien-ser), soledad y compañía, miedo y entereza, noches interminables de insomnio y mañanas de luz que se acercan con sigilosos pasos. En el patio, “donde los hombres giran bajo un cielo de estaño”, aparece despistado, alguna vez, algún pájaro y en el estiércol que todo lo invade nace de vez en cuando alguna flor. Se trata de una memoria que, como tal, recuerda, actualiza y reflexiona generosamente. Ahora, ya en la última etapa de una vida limpia y honesta, Marcos Ana aparece para reivindicar una vida que el tiempo va borrando sin remedio y para gritar con coraje: ¡que no se vuelva a repetir! No es sólo una historia, ni sólo una recreación poética. Es una biografía éticamente provocativa que evoca y convoca al género humano a hacer simple y llanamente humanidad.

De este libro de Marcos Ana se pueden decir muchas más cosas. Se puede hablar, como en parte hemos hecho, de lo que trata, deteniendo nuestra marcha en algunas episodios que tejen como un paño multicolor su exuberante paisaje: podemos recorrer el “tubo de los Cerrojos” y sentir en propia piel la tortura de un ser humano hasta el borde de la extenuación y la resistencia; podemos entrar en la “soledad” de una celda, antesala de un ser condenado a muerte, y sentir “el miedo” que te congela la sangre al escuchar tu nombre en la lista de los que van a ser “paseados” al despertar el alba; puedes observar cómo las madres, las mujeres y las novias se agarran como enredaderas a los muros y barrotes de la cárcel donde tienen enterrado el corazón…Y puedes también salir al patio siempre cuadrado y ver “un trocito de cielo por donde a veces pasan una nube perdida y algún pájaro huyendo de sus alas”. Y en la oscuridad de la noche, como “un profesor de sueños”, imaginar la imposible libertad, la ternura del amor inalcanzable, la inabarcable humanidad que se desata en hilos de ternura por todo el Planeta.

Pero más que lo que dice Marcos Ana es el cómo lo dice: “Mi vida se ha formado en el sacrificio de la lucha, en una entrega total, sin reservas ni cálculos personales…”. Y añade: “Fui y soy un hombre abierto y razonable, en el Partido y fuera de él, en la cárcel y en la libertad, también en mi vida personal. He valorado y respetado siempre, sin sectarismo, la ideología de los demás. No soy un comunista acuartelado en mis ideas. Confío en ellas y por eso me gusta sopesar las de los otros”. Y también: “Soy un ferviente partidario de la unidad porque solos no podemos construir el futuro”. Y, finalmente: “Estoy orgulloso de mi vida, de los camaradas que me acompañaron en la lucha, de las nobles ideas que dieron sentido a mi existencia, y sigo pensando que vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo”.

También es importante recoger, aunque sólo sea una muestra, lo que otros hombres geniales han percibido de su vida y testimonio. Es particularmente emotiva la carta de Pablo Neruda ante la orden de expulsión en 72 horas movida por la embajada franquista y dictada por el ministro del Interior días antes del homenaje popular “a Marcos Ana y a los presos políticos españoles” en el teatro de Caupolicán de Santiago de Chile: “¿A quién puede ocurrírsele que se calle un hombre que ha pasado nueve mil días y nueve mil noches en los presidios? Y cuando esa prisión ha sido injusta y esa injusticia sigue encarcelando a otros valiosos seres humanos, ¿a quién se le ocurre pedirle a Marcos Ana que no nos diga su verdad, que no nos cuente su historia…?”.

Saramago, por su parte, escribe en el prólogo de este libro: “Este libro demuestra, como un soplo de aire fresco que llega para derrotar al cinismo, a la indiferencia, a la cobardía. También demuestra que hay una posibilidad real de acceder a la esfera de lo verdaderamente humano. Marcos Ana ha estado ahí. Estuvo y estará mientras viva. Agradezcámosle la sencillez, la naturalidad con que es un hombre. Entero, auténtico, completo”.

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