Escrito por
Éxodo 113 (marz.-abr.) 2012
– Autor: Evaristo Villar y Juanjo Sánchez –
Profesor titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, en el departamento de Metafísica y Teoría del Conocimiento. Su participación en los movimientos de oposición al llamado “proceso de Bolonia”, su libro Educación para la Ciudadanía y su participación en debates internacionales sobre la situación en Venezuela a partir del proceso bolivariano, lo han convertido en uno de los referentes de los movimientos sociales de izquierdas.
“La mejor definición de lo que está ocurriendo la hizo ese magnate de Wall Street, Warren Buffet, cuando dijo que indudablemente había lucha de clases, pero que era la suya la que iba ganando. Galbraith la definió como una revolución de los ricos contra los pobres”.
Cada día es mayor el malestar, el descontento y la indignación ciudadana frente a la praxis política: un mundo desarticulado (en la era de la globalización de las comunicaciones) y dominado por los intereses económicos de unos pocos. ¿Hacia dónde camina la política mundial actual?
No hay política en cualquier condición. Para que haya política, hacen falta algunos requisitos que remiten a eso que fue la polis griega, algo que tiene que ver con la ciudadanía: es preciso un espacio donde los ciudadanos pueden hablar de igual a igual, argumentando y contraargumentando para producir leyes. Esto es necesario para que haya política. Y esto es lo que brilla por su ausencia en el mundo actual. Las condiciones económicas en las que estamos instalados impiden por completo el protagonismo de la voz ciudadana. Nadie puede llamar política a eso que hacen los políticos profesionales actualmente, en España y fuera de España. Estar servilmente pendientes de la autorización y la presión de los mercados para saber lo que tienen que hacer, que el mensaje de los políticos sea siempre “vamos a hacer lo que hay que hacer”, “lo que no tenemos más remedio que hacer”, en vez de “vamos a hacer lo que es justo o conveniente hacer”… eso no es política. Eso es servilismo hacia una autoridad tiránica.
Pero esto, ¿lo ves como una fase de transición? ¿Llegará un momento en que esto va a cambiar o tenemos para rato?
Me disgusta decir que soy bastante pesimista. Mirando la marcha actual de mundo, encuentro que hay muchas más posibilidades de que esto termine en una catástrofe planetaria de que la humanidad logre recuperar las riendas políticas del mundo y hacer algo que se parezca a lo que llamamos el Estado de derecho. El problema está en que el capitalismo, o la estructura económica que gobierna este mundo, va muy rápido; actualmente corre a la velocidad de la luz, de bolsa en bolsa en “tiempo real”, comerciando con el futuro a través de los derivados financieros. Es decir, al capitalismo el presente siempre le sabe a poco. O se le paran los pies al capitalismo o esto no tiene remedio. Creo que el capitalismo acabará con la humanidad y con el planeta en poco tiempo. No sé cuánto: pueden ser doscientos años, cincuenta o veinticinco, no lo sé. Pero lo que sí sé es que un sistema que necesita crecer y crecer, acelerando la marcha todos los días, es incompatible con un planeta finito.
Hay que tener en cuenta que el capitalismo tiene unos pocos siglos de existencia, y eso ha bastado para que el mundo esté a punto de reventar. La humanidad lleva viviendo sobre este planeta medio millón de años. Del hombre de Neanderthal nos separan cincuenta mil años; pero trescientos años de capitalismo y el planeta no resiste. Si soy pesimista es porque la amenaza me parece muy grande. Y aunque veo la posibilidad política de pararle los pies al capitalismo, la veo cada vez más remota.
¿Y qué nos dices de la política de la Unión Europea? ¿Es cierto que la política neoliberal alemana está dominando la UE? Además de esta predominancia de Alemania, ¿en qué se está debilitando la UE para que cada día goce de menor aprecio entre nosotros?
La mejor definición de lo que está ocurriendo la hizo ese magnate de Wall Street, Warren Buffet, cuando dijo que sí, que indudablemente había lucha de clases, pero que era la suya la que iba ganando, y además, por goleada. Galbraith la definió como una revolución de los ricos contra los pobres. Esto está despertando mucha indignación, pero también el sentimiento de impotencia es muy grande. Los ricos han decidido emprender un proceso revolucionario, están dispuestos a destruir todas las instituciones democráticas que ha costado tanto tiempo edificar para proteger el trabajo, la salud, la maternidad, la educación, etc. Todo ello se está viniendo abajo con la revolución declarada por los grandes capitalistas financieros, dueños de capitales que ni siquiera se materializan en ningún proceso productivo. Hay un capital sobrante descomunal en manos de muy pocas personas. Es muy bueno ese lema que ha nacido en Wall Street “somos el 99% y vosotros sois el 1%”. Este 1% es el que ha emprendido esta revolución planetaria que va a transformar a un ritmo vertiginoso la faz del planeta. Se está desmantelando todo el tejido institucional del que Europa ha estado tan orgullosa durante las últimas décadas…
¿Qué puede quedar de Europa entonces…?
No soy economista, pero lo que leo en los economistas a los que más respeto es que Europa quizás siga siendo una potencia mundial, pero que eso es perfectamente compatible con un 80% de su población viviendo en la miseria. Lo que va a desaparecer es eso que se ha llamado la clase media europea, el Estado del bienestar. ¿Seguirá siendo una potencia mundial capaz de competir en el mundo de la globalización con otras potencias mundiales como EE.UU. o China? No lo sé. Pero eso será compatible con una población empobrecida. De hecho este es el modelo estadounidense: una potencia mundial donde hay unos cuarenta millones de pobres. Y el resto de la población tampoco es que haya disfrutado de las prestaciones que han tenido las poblaciones europeas. No hay más que ver el porcentaje de población en la cárcel que hay en EE.UU. Los datos que daba John Gray en su libro Falso amanecer eran escalofriantes. EEUU. es una gran potencia que se sustenta sobre guetos y cárceles. Y eso es perfectamente posible que nos ocurra también a los europeos.
En general, los ciudadanos y ciudadanas de nuestras modernas democracias desconfiamos de unas mediaciones que nos hemos dado para la implantación de la democracia: los gobiernos estatales obedecen a voces ajenas a los propios ciudadanos; los partidos políticos, minados por la corrupción y el clientelismo; el estamento judicial ideologizado y venal; el parlamento, generalmente enmudecido. Crece la convicción de que la política oficial definitivamente no sirve para resolver los problemas reales de la gente. ¿Qué lugar se le reserva al ciudadano en este entramado de intereses -a “la silla vacía” de la que tan certeramente hablabas en tu libro sobre Educación para la ciudadanía-? ¿Está en peligro la democracia?
Sí, está en peligro la democracia porque no queda espacio para el ciudadano. El problema es que esa “silla vacía” a la que te refieres, bajo el capitalismo está siempre ocupada. La ciudadanía es una condición humana que remite a un vacío que se llama libertad, ese agujero en el mundo que permite iniciar una nueva serie causal, inventar algo nuevo que no viene exigido por el curso de las cosas, en suma, intervenir, decidir.
Esa es la voz de la ciudadanía. Que la ciudadanía tome el poder es el viejo proyecto de Sócrates y Platón, de la Ilustración en general: poner en el centro de la ciudad esa “silla vacía” para legislar desde ahí. Los jacobinos lo explicaban diciendo que debían gobernar las leyes y no los hombres. Por supuesto, no se trata de que gobierne Dios, porque entonces gobiernan los sacerdotes. Para garantizar que gobiernen las leyes, tiene que existir un artilugio llamado división de poderes. El poder ejecutivo tiene que obedecer al poder legislativo y éste no debe ser el que juzga. Es la manera de impedir que ciertos hombres, ciertas camarillas, ocupen el lugar de las leyes y se conviertan en tiranos que imponen como leyes sus propios intereses. Eso sí, para que la división de poderes no sea un estafa, no basta con separar el poder legislativo del ejecutivo o el judicial. Es preciso que el poder así dividido sea realmente el poder. De nada vale dividir el poder político allí donde los poderes económicos son mucho más poderosos y permanecen sin civilizar en estado de puro salvajismo. En las condiciones actuales, el lugar de las leyes está siempre secuestrado por poderes salvajes que no responden ni al poder ejecutivo, ni al legislativo, ni al judicial. Son poderes económicos que no responden a ninguna disciplina constitucional. Demasiado grandes para dejarse legislar y para ser juzgados, se imponen al poder ejecutivo. De esta forma, la democracia es una ficción: el “espacio vacío” para que haya ciudadanía está ya ocupado por poderes incontrolables. Bajo el capitalismo la democracia es imposible.
Descendemos al terreno particular de la política en nuestro país. La macro política en España parece estar enfrentándose a una creciente tensión. De una parte la tendencia a debilitar las autonomías y afirmar el centralismo y, de otra, la también creciente tendencia identitaria que apunta a la desintegración. Si esta apreciación fuera cierta, ¿qué no hemos resuelto políticamente en más de treinta años de democracia? ¿Qué etapas no hemos recorrido correctamente y por qué?
Es una pregunta muy difícil. Tampoco estoy muy seguro de tener una respuesta segura a este tema. Hay ciertamente un problema muy serio. Y “quiera Dios” (o quien sea) que esto no se nos convierta en una especie de Yugoslavia. Quizás no sea para tanto. Pero si la crisis nos pone en una situación muy difícil, el Estado va a ver que no tiene más remedio que ahorrar (¿suprimiendo Autonomías?). Por ejemplo, en las próximas elecciones en el País Vasco es posible que gane Amaiur, un partido que proviene de partidos ilegalizados (lo que debería hacer reflexionar mucho sobre dicha ilegalización). Y, si no gana Amaiur, ganará el PNV, y entre Amaiur y el PNV tendrán una mayoría parlamentaria casi absoluta. Si la cosa se pone fea, ellos pueden decir: “España es un territorio que vota fundamentalmente al PP y nosotros no queremos saber nada con eso. Allá os apañéis, que nosotros seguiremos por nuestra cuenta”. ¿Cómo se va a resolver eso? Me da miedo pensarlo por las tensiones políticas espeluznantes que esto va a generar. Yo no tengo una solución. Sí es verdad que si miramos hacia atrás, hacia la época de la Transición, quizás tendríamos que haber optado por un Estado Federal o algo de ese tipo. Pero tampoco estoy seguro de eso.
Interesante. El federalismo ¿pudiera ser una buena alternativa a la actual situación?
No lo sé. Porque el federalismo, en un agravamiento de la crisis económica, también se rompería. No es lo mismo buscar modelos políticos en situaciones económicas normales que en situaciones críticas. En este momento las economías europeas están cerrándose sobre sí mismas y exigiendo soberanía frente a los mercados. Es lo que más se ha oído en la actual campaña electoral francesa: “recuperar la soberanía”. Y lo mismo piden los griegos. Porque en este momento estamos vendidos a una autoridad que nadie sabe dónde está, ni de dónde procede, que son los mercados. En esta situación es lógico que las sociedades comiencen a cerrarse sobre sí mismas. Y me temo que el mapa europeo va a cambiar mucho. Y en España nos vamos a encontrar con un conflicto muy profundo.
Vistas desde la ciudadanía, ni la reforma económica ni la laboral parecen llamadas a atajar a corto plazo los enormes costes que se están echando sobre los sectores medios y más vulnerables de la sociedad. ¿Se puede prever ya hacia dónde nos van a llevar a medio plazo? ¿Se pueden sacar ya algunas consecuencias de la huelga general del pasado 29 de marzo?
Empiezo por la segunda pregunta. En la tradición marxista y anarquista, la huelga general es la mayor manifestación de fuerza que tiene la clase obrera. En este momento, la clase obrera es verdad que tiene muy poca fuerza, con lo cual, la huelga general no da demasiado miedo. Ya dijo Rajoy que la huelga no iba a cambiar en absoluto su política. Pero, sin la huelga general, su política estaría disfrutando de un cheque en blanco. La huelga general es la única llamada de atención que se le ha dado a este gobierno. Es el único medio con el que contamos para expresar nuestro descontento y discrepancia. Es cierto que esta huelga no ha sido como para hacer temblar ni a la CEOE ni al Gobierno, pero sin la huelga general la revolución de los ricos contra los pobres estaría yendo a un ritmo mucho más vertiginoso.
Referente a la primera cuestión, creo que tenemos que hacer un pequeño ejercicio de memoria. Cuando comenzó la crisis, pongamos en el 2008, todos los periódicos dijeron que el capitalismo había fracasado, que había que buscar otro modelo económico, que habría que “refundar el capitalismo” como dijo Sarkozy… ¿Dónde ha quedado todo eso? Nadie ha vuelto a mencionarlo. Al final, resulta que el remedio para salir de la crisis es el mismo que la ha causado. Más de lo mismo. Es una huida hacia adelante. Masacrar más y más la capacidad de consumo de la población, enfriando la economía. No sé qué más pruebas necesitan los economistas actualmente para no darse cuenta de que esta política de contención del déficit no ha conseguido combatir la crisis en ningún sitio. El otro día lo dijo el conocido nobel de Economía, Paul Krugman: “pido a alguien –dijo- que me dé un solo ejemplo de un país que haya solucionado su crisis mediante políticas de contención del déficit”. Entonces, si no hay ni un solo ejemplo, ¿por qué seguimos huyendo hacia delante de esta forma?
El 25 del pasado mes de marzo hubo elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias. A la vista de los resultados, ¿se puede pensar en algún inicio de la resurrección de la izquierda en España? ¿Qué le falta a la izquierda política en España, en Europa, para poder articular un proyecto serio e ilusionante de gobierno estatal? ¿Se puede esperar algún proyecto político alternativo al neoliberalismo reinante?
Yo me alegré muchísimo de la derrota del PP en Andalucía y en Asturias. En España tenemos la particularidad de no tener una derecha normal. El PSOE es una derecha normal, europea, civilizada. Pero el PP no lo es. En el Partido Popular se mezcla el neoliberalismo con el franquismo. Para derecha neoliberal ya tenemos al Partido Socialista. El PP, además de neoliberal y franquista, está vendido a la jerarquía eclesiástica más reaccionaria, a las sectas religiosas más peligrosas como el Opus, los Legionarios de Cristo, los Kikos, etc. En esta situación, pararle los pies a esta derecha española me parece siempre un motivo de alegría, que es lo que ha ocurrido en Andalucía y en Asturias. Junto con la huelga general ha sido una buena llamada de atención, un buen aviso al PP. Sin embargo, desde un punto de vista económico, la diferencia que hay entre el PP y el PSOE es prácticamente irrisoria. Los ministros de Economía son intercambiables. Solbes y Rato se estuvieron turnando en el Ministerio de Economía y era muy difícil notar la diferencia. Zapatero decía que tenía que hacer cosas contra su propia voluntad (como bajarles el sueldo a los funcionarios) porque los mercados lo exigían y lo mismo dice y hace hoy el PP. Dicen que están haciendo “lo que tienen que hacer”, “los deberes”, es decir, lo que los mercados les dicen que hagan. Aquí no hay política, son exigencias económicas que tienes que cumplir como un buen gestor. Los partidos socialistas europeos no van a hacer otra cosa que gestionar el mandato de los mercados. Las diferencias con la derecha serán muy pequeñas. Sin embargo, me parece un programa interesante el de Mélenchon en Francia. Él ha dejado las cosas suficientemente claras: bajo las condiciones capitalistas, esto no tiene solución; hay que cambiar el modelo económico; hay que proteger las legislaciones laborales, reforzar las instituciones democráticas, etc. Hay un resquicio de esperanza en este discurso para Europa. No estamos en una situación tan diametralmente distinta de la que se encontraba Europa en los años treinta y entonces nos encontramos con una guerra mundial.
El movimiento de los indignados y el 15 M ¿ha sido algo espontáneo, inesperado, sorprendente o tiene raíces donde entroncar en nuestra historia? ¿Cómo lo ves en el momento actual? ¿Qué futuro le espera?
El 15 M fue el resultado no de la espontaneidad sino de muchos años de trabajo en los movimientos sociales, que han trabajado desde la base, fuera de los partidos institucionales, como el movimiento antiglobalización, las ONG, los ecologistas, las feministas, los luchadores por la diferencia sexual, incluso los cristianos de base. En un momento crítico como el actual todo esto emergió y todos se encontraron en una plaza. Esto convocó a mucha gente más y se convirtió, durante algunos meses, en una gran escuela de formación política. Se creyó que de ahí pudiera salir algo así como una guerrilla de masas sin violencia, pensando que con solo mandar un mensaje por internet podríamos encontrarnos en la calle muchísimas personas, plantarse ante los desahucios, las detenciones de ilegales, en suma, concentrar millares de personas para interrumpir este desastre político en el que nos encontramos. Desdichadamente no ha sido así. Se han parado desahucios, es verdad, pero no de una forma suficientemente significativa; no se ha podido presionar a los bancos, no se han impedido detenciones de inmigrantes por la policía. En fin, el que no haya sido así, no quiere decir que no se vuelva a repetir con otras características. Dependerá de la situación económica en que nos encontremos.
Desde la inspiración cristiana de esta revista, queremos preguntarte por la presencia de los cristianos en la política actual de España y Europa. ¿Siguen teniendo una presencia relevante? ¿Qué sectores o tipo de cristianos? ¿Y en qué lugares? ¿Consideras esa presencia positiva o negativa de cara al equipamiento moral o ético de la ciudadanía y a su cohesión sociopolítica?
Los cristianos de base pueden tener un importante papel político y, de hecho, lo han tenido ya. Si no lo hubieran tenido, no habría sido necesario combatirlos de la manera en que los han combatido. El movimiento de los cristianos de base, englobado en lo que se ha llamado Teología de la Liberación, ha sido combatido muy explícitamente, con mucho dinero, incluso por la CIA. En Latinoamérica se financió a las sectas evangélicas, que fueron impulsadas para contrarrestar el avance de la Teología de la Liberación. No se reparó en medios, dinero, sectas, y a la postre, escuadrones de la muerte que se dedicaron a torturar y matar, a violar monjas, a exterminar civiles, etc. En España también ha tenido mucha importancia la Iglesia de los pobres: las Comunidades Cristianas Populares, los Comités de Solidaridad, la Iglesia de Base, grupos de Vallecas, como el de Enrique de Castro, etc. Mis padres siempre han sido católicos practicantes, pero yo diría mucho más cristianos que católicos. Todo esto no sólo me merece mi mayor respeto sino que lo veo muy esperanzador en cuanto a las posibilidades políticas que laten ahí.
Hay que reparar en que para combatir a la iglesia de los pobres, no sólo se han potenciado las sectas evangélicas. Han surgido sectas de base católicas de extrema derecha, como los Kikos, que también operan a nivel popular, compitiendo en los mismos escenarios pero para anular los efectos de la Teología de la Liberación. Para mí, la más terrible amenaza que existe hoy en el mundo cristiano son cosas tales como los Kikos. Y, por las alturas, el Opus que ha hecho un daño similar entre la gente rica. Luego, o allí donde estas sectas no son suficientes, se recurre a los escuadrones de la muerte.
Hoy hay un gran retroceso del catolicismo frente al evangelismo o las sectas como los Kikos. Pero creo que a la jerarquía eclesiástica le está bien empleado lo que le está pasando, porque tampoco protegió a la iglesia de los pobres. Todo lo contrario, se dedicaron a dictar excomuniones, a silenciar o expulsar a los representantes de un pensamiento liberador. La jerarquía no cuidó lo mejor que tenía en su parroquia, les dieron con la puerta en la narices. Por cierto, con directrices que redactó el actual papa. Porque fue él quien redactó las instrucciones contra la Teología de la Liberación y quien desde la Congregación para la Doctrina de la Fe excluyó a muchos teólogos. Y lo hizo en un momento en que la situación revestía mucha gravedad porque se dejaba a la iglesia de los pobres indefensa ante los escuadrones de la muerte. Muchos fueron asesinados. Fue famoso el gesto de Juan Pablo II señalando con el dedo a Ernesto Cardenal y diciéndole que normalizara su situación con la Iglesia. Es un gesto terrible porque se estaba jugando con fuego. No me da ninguna lástima la jerarquía católica porque lo que le está pasando se lo tiene merecido.
Pero no se trata solo de la presencia del cristianismo. La del Islam no parece que sea menos preocupante. Por ejemplo, en los países de las denominadas revoluciones árabes. ¿Qué piensas al respecto?
Las revoluciones árabes merecen la pena porque han sido contra dictaduras implacables, sanguinarias, criminales y atroces. Ben Ali era un torturador criminal; Josni Mubarak, igual; Basar al Asad es otro sanguinario dictador. Esas revoluciones están legitimadas simplemente por la crueldad de las dictaduras que han echado abajo. Otra cosa son los peligros que puedan encerrar. El protagonismo que está cobrando el islam en estas revoluciones, ¿no lo vamos a pagar muy caro en el futuro? Se está discutiendo mucho al respecto. Santiago Alba, que conoce muy bien la situación, está diciendo que el islam no debe dar miedo mientras sea el equivalente de lo que ha sido la Democracia Cristiana en Occidente. No pasa nada porque gobierne un partido islámico moderado como está pasando en Turquía. En cambio, otro analista mucho más viejo, Samir Amin, piensa que se están abriendo las puertas a un periodo indefinido de islamismo que podría cifrarse en… ¿cincuenta años? Tampoco ha sido ejemplar el predominio de la Democracia Cristiana en Europa. Y el predominio del equivalente de la Democracia Cristiana en Oriente puede ser incluso peor.
Sí quiero, con todo, decir una cosa: el radicalismo islámico tampoco es algo consustancial al islam. Fue muy financiado y construido políticamente por EE.UU. para combatir a la Unión Soviética en Afganistán. Crearon un monstruo que estamos pagando muy caro. Tampoco el islam es el origen de Al Qaeda. Inicialmente Al Qaeda fue una construcción de la CIA.