martes, octubre 8, 2024
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BIRMANIA, UNA DICTADURA INACABABLE

Éxodo 90 (sept-oct.’07)
– Autor: Eloy Isorna Artime –
 
Una de las características fundamentales de la llamada revolución del azafrán, protagonizada por los monjes budistas y por el pueblo de Birmania (hoy oficialmente Myanmar) en estos últimos días, es su carácter pacífico. No son los que se manifiestan los que utilizan la fuerza y disparan o provocan cualquier tipo de disturbios, sino que son la policía y los militares, que mantienen una férrea dictadura, los que utilizan la fuerza bruta y disparan sobre monjes y personas pacíficas y desarmadas.

Detrás de esta actitud pacífica no se puede olvidar que, junto al peso de las propias creencias budistas, está el empeño de la Premio Nóbel de la Paz Aung San Suu Kyi en lograr por medios pacíficos una salida a la dictadura.

Birmania es un país históricamente invertebrado que alcanzó su conjunción política de cierta estabilidad bajo el dominio colonialista de los británicos a finales del siglo XIX, y en la que todavía en la actualidad hay algunos pueblos, como los karen, que luchan por su independencia. Es un país compuesto por multitud de pueblos con diversidad de costumbres, creencias y lenguas. Es un país en el que el ejército jugó un papel primordial como “liberador” primero del dominio británico (inicialmente con apoyo japonés) y posteriormente como liberador del “dominio” japonés (con el apoyo de los británicos y las Fuerzas Aliadas), al final de la Segunda Guerra Mundial.

Consiguientemente es un país forjado y educado en el militarismo y en la fuerza del ejército que tiene por héroe nacional al General Aung San. Aung San, padre de la Premio Nóbel de la Paz Aung San Suu Kyi, murió en 1947 en un atentado cuando su hija tenía sólo dos años, y es el héroe por excelencia de Birmania, al que se conmemora anualmente cada 19 de junio en el llamado “Día de los Mártires”.

Birmania es también un país de creencias, fundamentalmente budistas, impregnado de la filosofía de la vida que tales creencias comportan. En este sentido, es de destacar la extraordinaria labor de Suu Kyi por poner de manifiesto que los conceptos de democracia y respeto a los derechos humanos son universales, insertos en las propias esencias de la enseñanza budista, y no solamente conceptos “occidentales” como pretende la propaganda oficial de la Junta Militar.

El 4 de enero de 1948 Birmania se constituyó por primera vez como país independiente en un ambiente democrático y lleno de esperanzas de futuro. Pero esa esperanza pronto se vio truncada por el segundo golpe de Estado (el primero se produjo ya en 1958) del General Ne Win, que se produjo en 1962 y que derrotó al legítimo gobierno presidido por U Nu, fruto de las elecciones democráticas celebradas en 1960. A partir de este momento se constituyó una dictadura militar, dirigida por una Junta que, más allá de la pervivencia personal de sus integrantes, se mantiene en el tiempo renovándose a sí misma. Consiguientemente, fueron apenas 15 años de libertad democrática los que pudo vivir Birmania hasta la fecha, desde 1948 a 1962, no teniendo ocasión de formarse ni de desarrollar instituciones, ni experiencias democráticas, ni de vivir las exigencias prácticas de su desarrollo.

En este contexto, en 1988 se produjeron importantes manifestaciones de protesta contra el régimen militar y hubo una fuerte y sangrienta represión. La crisis política en la que derivaron estos acontecimientos y su repercusión internacional llevaron a los dirigentes militares a anunciar la celebración de elecciones democráticas con la pretensión de que fueran “ganadas” por el régimen. No contaban los militares con que, por aquellos días, la hija del héroe Aung San, llamada Aung San Suu Kyi, que había vuelto a Birmania (pues vivía por entonces en Inglaterra) para cuidar a su madre enferma, tomando conciencia de la lamentable situación de su país, iba a involucrarse directamente en la lucha pacífica por la democracia y el respeto a los derechos humanos, fundando, con el propósito de presentarse a las elecciones, un partido político llamado “Liga Nacional para la Democracia” (NLD).

Temiendo que la Liga pudiera ganar las elecciones, el 20 de julio de 1989 los militares recluyeron a Suu Kyi bajo estrecha vigilancia. Las elecciones se celebraron el 27 de mayo de 1990 y fueron ganadas por el partido liderado por Suu Kyi, que obtuvo 392 de los 485 escaños en liza, pese a que la propia Suu no pudo ser presentada como candidata. Desde entonces Suu Kyi permaneció bajo arresto, brevemente interrumpido en diversas coyunturas políticas, y no volvió a salir de Birmania, pese a que este sería el ferviente deseo de la Junta Militar, porque sabía que si salía los militares no la volverían a dejar entrar de nuevo en el país.

En 1990 el Parlamento Europeo otorgó a Suu Kyi el premio “Sajarov “ y en 1991 fue galardonada con el premio Nóbel de la Paz. Vemos pues que cuando Suu Kyi habla de la democracia, de la defensa de los derechos humanos, del miedo y de la lucha pacífica, con rechazo explícito de la violencia, no habla simplemente desde una perspectiva conceptual o ideológica, sino desde su propia vida. De aquí también que Suu Kyi se haya convertido no sólo en un referente indiscutible para todo el pueblo birmano, sino para todos aquellos que de buena fe luchan por la democracia real, por la defensa de los derechos humanos y por organizar una vida en libertad, es decir, libre del miedo.

Democracia, defensa de los derechos humanos y libertad frente al miedo constituyen tres ejes clave del pensamiento y de la acción de Daw Aung San Suu Kyi. La defensa que hace de la democracia va íntimamente unida a la defensa que hace de los Derechos Humanos y también del pacifismo como doctrina práctica. Porque se trata de un pacifismo activo que supone lucha, acción, valentía, riesgo, enfrentamiento y esfuerzo. Y, desde luego, sentirse libres dominando el miedo. Y cuando Suu Kyi habla de las leyes las contempla tanto o más como referente de defensa del propio ciudadano, frente a la actuación indiscriminada del Estado, que como carga o limitación que el ciudadano deba soportar. Por ello, reclama leyes justas y eficaces frente a la sistemática transgresión de los derechos humanos y actuación arbitraria del poder.

Las palabras de Suu Kyi tienen un frescor inusitado y lo que ella dice para Birmania debe hacernos reflexionar sobre el funcionamiento de nuestra propia realidad democrática. La acción es importante en el pensamiento de Suu Kyi. Václav Havel (ex presidente de la República Checa) nos recuerda en un artículo publicado en “El País” el 21 de octubre de 2003 las palabras de Suu: “Hablar de cambio no es suficiente, es necesario que éste se produzca”.

Cuando Suu Kyi se refiere a la democracia está hablando de la búsqueda de una democracia efectiva (sabiendo que el ideal es siempre imposible), y de leyes eficaces para luchar contra la corrupción, contra la opresión, contra el miedo y que estimulen la justicia. Es decir, de una democracia no sólo basada en unas reglas de juego formalmente reconocidas, sino también en comportamientos políticos y sociales, democráticos, no corruptos, no manipuladores y respetuosos con la disidencia.

En su trabajo “En busca de la democracia” no puede olvidar las dificultades concretas que ésta puede encontar en su país, ya que los adversarios del movimiento a favor de la democracia en Birmania han intentado socavarlo difundiendo calumnias sobre la capacidad del pueblo para juzgar lo que convenía a la nación y condenando los principios básicos de la democracia por ser antibirmanos. (Vid. “En busca de la democracia”, en “Libres del miedo y otros escritos”, editado por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Barcelona, 1994, pág. 229 y sgtes.)

Finalmente, un apunte sobre el miedo. El miedo a enfrentarse a uno mismo, a conocerse, y el miedo a lo que nos llega o nos puede llegar desde fuera, no es sólo un miedo de Suu Kyi, es un miedo universal que, de una u otra forma, puede afectarnos a todos. A ambos miedos se ha enfrentado Suu Kyi en diversos momentos de su vida, de modo que no duda en referirse al miedo cuando tiene que escribir un texto, publicado como artículo, para conmemorar la concesión por parte del Parlamento Europeo del Premio por la Libertad de Pensamiento, Sajarov de 1990, artículo publicado en 1991 en varios periódicos y revistas de todo el mundo. En la edición en España de los escritos de Suu Kyi, realizada por Galaxia- Gutemberg y CÍrculo de Lectores en 1994, este artículo es el que da título a la obra: ”Libres del miedo y otros escritos”. Comienza este artículo diciendo: “No es el poder el que corrompe sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a los que lo detentan y el miedo al látigo del poder corrompe a los que están sujetos al mismo”. Y, más adelante, afirma: “El esfuerzo necesario para conservarse incorruptos en un ambiente en el que el miedo es parte integral de la existencia cotidiana no les resulta evidente a quienes tienen la suerte de vivir en un Estado de derecho”. “Las leyes no sólo evitan la corrupción castigando de forma imparcial a los que las quebrantan, sino que también ayudan a crear una sociedad en la que las personas pueden satisfacer las condiciones básicas necesarias para conservar su dignidad sin tener que recurrir a prácticas corruptas. Cuando no existen esas leyes, la carga de mantener los principios de justicia y decoro recae en el hombre de la calle. Solamente el efecto acumulado del esfuerzo sostenido y de la resistencia de aquél podrá convertir una nación en la que la razón y la conciencia están pervertidas por el miedo, en una nación en la que existan normas legales idóneas para impulsar el deseo humano de armonía y justicia, reprimiendo al mismo tiempo los rasgos destructivos que también están presentes en el hombre”.

Leyendo a Suu Kyi, repasando los hitos de su vida, no cabe ya asombrarse de que sea el referente de todos los birmanos de buena fe, ni que se haya constituido en un referente en las recientes manifestaciones de los monjes birmanos.

Sólo cabe esperar ahora que los esfuerzos de los países de occidente frente a la Junta Militar Birmana y frente a sus sostenedores, especialmente China y Rusia, logre abrir un camino de negociación que, de una vez por todas, permita al pueblo birmano disfrutar en paz de sus libertades y construir una sociedad democrática y libre del miedo.

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