sábado, noviembre 9, 2024
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¿Qué significado ha tenido, sigue teniendo, Jesús de Nazaret en tu vida?

Escrito por

Éxodo 132
– Autor: Evaristo Villar –

Esta sección de Éxodo, que normalmente dedicamos a experiencias y proyectos en marcha tanto de colectivos como de personas individuales, queremos en esta ocasión centrarla en torno a un único tema: la experiencia de Jesús hoy.

Un puñado de personas, muy vinculadas a la revista y generalmente bien conocidas por nuestros lectores, se han dig- nado responder positivamente a nuestra invitación. Todos somos conscientes de la gran dificultad que solemos tener cuando alguien te pide, nos pide, que expresemos cara al público nuestras convicciones más íntimas. Y pienso que la relación personal con Jesús forma parte de esas experiencias íntimas que solemos guardar para nosotros mismos. Nos resulta más fácil decir lo que intelectualmente podemos expresar de un tema que volcar hacia fuera nuestra propia vivencia del mismo. Es de agradecer, pues, a estas personas su generosidad al poner en nuestras manos parte de su propia conciencia.

Por orden de aparición en las siguientes páginas, las personas son estas: el P. Ángel García, fundador y presidente de la Fundación Mensajeros de la Paz; Gloria Cavanna, militante cristiana de base y presidenta, durante muchos años, de la Asociación de Vecinos de Valle Inclán, la Prospe, Madrid; Pedro Casaldáliga, poeta y escritor, obispo emérito de Sao Félix de Araguaia, Mato Grosso, Brasil; Cristina Ruiz, reciente madre de familia, militante cristiana desde organizaciones como Redes Cristianas y actual directora del periódico madrileño Alandar; y Nicolás Castellanos, es- critor y obispo emérito de Palencia, fundador y presidente de la Fundación Hombres Nuevos.

A las cinco les hemos hecho esta misma pregunta: ¿Qué significado ha tenido, tiene, Jesús en tu vida? Una pregunta abierta a su propia experiencia, sin ningún agarradero para la respuesta más que su propia vida. Al menos, cuando Jesús pregunta a sus discípulos, camino de Cesarea de Filipo, “¿quién decís que soy yo?”, les allana   un poco el camino dirigiéndoles previamente esta otra “¿quién dice la gente que soy yo?” (Mc 8, 27-30). Porque es más fácil decir, en este tipo de preguntas directas e íntimas, lo que otros han dicho que lo que tú mismo piensas. A pesar de todo, solo, como señala Marcos, Pedro se arriesga y responde; los otros discípulos se quedaron mudos. Nosotros les hemos formulado directamente, sin rodeos, la pregunta y estas buenas personas, haciendo gala de su gran calidad, no han tenido especial duda en responder, lo que añade un tanto más a su ya contrastada valía personal.

Condicionados siempre por el espacio, solamente les pusimos un límite a su respuesta: no deberían exceder las 3.500 pulsaciones. Y, la verdad, es que han sido casi ejemplares. Lo más gratificante es la frescura y actualidad de sus respuestas, la ternura y compasión que refleja su experiencia hacia las víctimas y descartados de la historia. E, indudablemente, una vivencia que prolonga la identidad de Jesús de Nazaret hasta nuestros días. Son un brillante himno a la permanencia misteriosa de Jesús en la historia. Éxodo os queda muy agradecido.

P. Ángel García,Mensajeros de la Paz

Querido Evaristo,

Ante la pregunta que me haces, ¿Qué es para mí Jesús?, la res-puesta es:

Todas aquellas personas que, con su manera de hacer y de acariciar, practican la ternura y la misericordia con los pobres. Esas son un Jesús viviente. Alberto Iniesta, por ejemplo, o el papa Francisco, que han experimentado y saben lo que es sufrir y comprenden a los que sufren y a los que no piensan como ellos. Estas personas bendicen y no condenan. Todas ellas son hoy para mí un Jesús viviente”.

 

Gloria Cavanna, Asociación de Vecinos Valle Inclán

Ante la pregunta de ¿qué significa Jesús de Nazaret para ti? espontáneamente contesto:

Muy poco y Todo. Intento explicarme.

He crecido en el nacionalcatolicismo, en el seno de una familia liberal, en la que primaban los valores humanos, de justicia y solidaridad, que agradezco profundamente a mi madre. Educada en un colegio de monjas fui creciendo en el conocimiento y adhesión a Jesús. Desde muy niña, como hija única, en mis relaciones me llamaban especialmente la atención el por qué había niños que vivían peor que yo. Desde los catorce años, la celebración de la Pascua ha sido una fecha importante.

Estudié con beca, que me concienció a devolver a la sociedad lo que gratuitamente me había dado. Quise estudiar medicina, “cirugía plástica”. Entendía era un medio de atender a los que por enfermedad u otras causas pudieran sentirse rechazados. Por distintas circunstancias no pudo ser y acabé estudiando farmacia. Mi interés, no obstante, era seguir descubriendo a ese Jesús “capaz de dar la vida por sus amigos”, amar como amaba Él.

Durante los años de facultad, tuve una profunda crisis de fe. Me costó aceptar que la fe no dependía solo de mí. La lectura, amistades, “rostros significativos” y las clases de voluntariado que daba, me ayudaron a recuperar la confianza en ese “Dios inmanejable”.

Comencé a trabajar en un laboratorio farmacéutico como directora de fabricación en contacto directo con la clase obrera, a la que tanto debo, y hacerme cargo económicamente de mi madre, que acababa de ser despedida de su trabajo. En aquella época no entró en mis planes constituir una familia.

El descubrir y decidirme a formar parte de una comunidad cristiana, el profundizar en la Teología de la liberación, con la opción por los pobres como exigencia fundamental, el Vaticano II, el surgir de la Iglesia de Base y los comienzos de un cambio en la sociedad española, me descubrieron el compromiso sociopolítico como forma de cambiar las estructuras, causa de la injusticia y exclusión social. Con una actividad incesante, tuve que asumir riesgos profesionales. Mi compromiso sindical evidenció con quienes estaba. Recuerdo mis revisiones de vida, a altas horas de la noche, y una oración muy frecuente de: “Solo te pide Iahvé practicar la justicia, amar con ternura y caminar humildemente con tu Dios” (Miq 6,8).

Me costaba tomar partido sin rencor, intentar luchar con ternura… Llegué a denunciar a la empresa por “discriminación sindical”. Fue testigo Marcelino Camacho. Mientras declaraba tuve la experiencia de que “todo se había cumplido, había merecido la pena”. Por entonces mi compromiso era también político, en el barrio.

Después de dejar la empresa, de pasar por el paro y una cooperativa, al jubilarme me incorporé activamente a la Asociación de vecinos de Valle- Inclán, en la Prospe. Desde el año 2000 es la que me ocupa y me preocupa, el poder trabajar en red con otros colectivos para construir un barrio en el que quepamos todos, en el que la solidaridad, el cumplimiento de la justicia y el cuidado del medio ambiente, rompa las desigualdades y permita vivir a todos dignamente.

En el trascurrir diario, como decía Diez Alegría: “sé que estoy en las manos de Dios, aunque sé que Dios no tiene manos”. Con esta experiencia, en circunstancias muy difíciles, espero, también, saberme en sus manos al final. “Ante la contundencia de lo real, sólo tenemos una frágil promesa», palabras que agradecí a Javier Vitoria y recuerdo en la muerte de mi madre.

Es un largo proceso. Necesito pararme, escuchar e ir despojando mi fe de muchas aspectos míticos. Supone seguir analizando y optando. Lo que hoy me impulsa, me urge es la realidad, los otros, con la confianza de que no estoy sola: «saber de quién me he fiado».

Agradezco a los que desde diversas situaciones me han trasmitido la fe, y la búsqueda de actuar como Jesús, junto con la comunidad de creyentes y no creyentes, el sostenernos en la fe y esperanza de que otro mundo es posible, en donde nada se pierde, aunque no lo lleguemos a ver «pero habrá que forzarlo para que pueda ser» (Labordeta).

t r , j t l i r t
r t , l t r l f r tr i l ,
i r , l ll r r r f r rl r
r ( r t ).

 

 

Pedro Casaldáliga, Obispo y poeta

¡Creo en Jesucristo y lo adoro. Lo amo. Vivo de Él, por Él. Me gustaría dar por Él la vida. Espero, en todo caso, morir en Él para vivir eternamente!

¡Creo en este Amigo que me presentaron mis padres, la Iglesia: Dios hecho hombre, nacido en Belén, de la casa de David venida a menos, hijo verdadero de María, judío y obrero, natural de un pueblo colonizado; Hombre que ama, sufre y muere, perseguido y condenado por el poder de los hombres; Resucitado por el Poder de Dios, Hombre Hijo de Dios, misteriosamente igual al Padre, “en quien habita corporalmente la plenitud de la Divinidad”, cuyo espíritu anima a la Iglesia, Camino, Verdad y Vida, Salvador de los Hombres, el Señor!

Muertos los ídolos y los fantasmas, creo firmemente en Él, el Dios Hombre que ha asumido la historia humana, y es el Rostro verdadero del Dios vivo y el Rostro primogénito del Hombre Nuevo”.

JESÚS DE NAZARET

¿Cómo dejarte ser solo Tú mismo

sin reducirte, sin manipularte?

¿Cómo creyendo en í no proclamarte

igual, mayor, mejor que el cristianismo?

Cosechador de riesgos y de dudas,

debelador de todos los poderes,

Tu carne y Tu cruz en cruz, desnudas,

contradicción y paz, ¡eres quien eres!

Jesús de Nazaret, hijo y hermano,

viviente en Dios y pan en nuestra mano,

camino y compañero de jornada,

Libertador total de nuestras vidas,

que vienes, junto al mar, con la alborada,

las brasas y las llagas encendidas.

 

 

Cristina Ruiz, directora de Alandar

Un hombre y un reto

A la hora de describir mi vivencia personal de Jesús, honestamente, poco me importan las disquisiciones teológicas y la teoría. Me sitúo más bien como una de las mujeres que le acompañaron durante sus años de vida pública. Mujeres sencillas de las tierras palestinas de entonces, sin saber leer, sin un sitio en los lugares importantes del templo o de la política, entregadas al cuidado, al trabajo manual y doméstico

Me siento una de ellas que, fascinada por su figura, decide seguirle, escucharle y comprender la profundidad de sus enseñanzas porque, al fin y al cabo, sus palabras hablan de amor. Me imagino mirándole a los ojos, sirviéndole la comida, descubriendo si le gusta más el cordero o el pollo, viendo su lado más humano

y, a la vez, descubriendo su lado más profundo. Me visualizo a su lado y, muy a menudo, la oración me lleva a sentirme al pie de la cruz, arrodillada, casi hecha un ovillo en el suelo, llorando por su tortura y su muerte mientras todos los discípulos han huido y solo quedamos allí unas cuantas mujeres

Veo su lado profundamente humano, que me lleva a comprender mucho mejor su mensaje, a atisbar apenas qué significa eso de ser hijo de Dios. Entiendo a Jesús, por tanto, como esa figura fascinante a quien escuchar con profundidad, por el que dejarse llevar, aquel que me descubre que la vida es mucho más sencilla de lo que pensamos y que, al final, se trata solamente de amar, de entregar el corazón.

Es también el que me impulsa a comprometerme con las situaciones complicadas, a escuchar al que sufre, a quedarme al pie de las cruces cuando otros se van. A quedarme ahí, aunque muchas veces no pueda hacer gran cosa para aliviar a la persona en su sufrimiento, aunque no pueda resolver la situación, pero quedarme a su lado.

Jes es quien me impulsa a todo ello, pero también a alzar la voz contra las injusticias como él lo hacía, a anunciar que se puede ser feliz, que Dios lo hace todo nuevo, que se puede llevar una vida mejor. Ese impulso profundo de esperanza es lo que me mueve, aunque me quede mucho por aprender y por hacer, aunque mi compromiso se quede pequeño más a menudo de lo que quisiera. Jesús es aquel que me impulsa a conocer y entender más a los seres humanos y a querer dedicar mi vida a procurar que esas personas sean más felices

 

Nicolás Castellanos Franco, obispo. Fundador de Hombres Nuevos

Todo es don. En el camino, nos encontramos con Jesús y, por pura gracia, le damos nuestra adhesión personal y libre, que se va haciendo cada día más consciente. Y nos vamos dando cuenta de que Jesús vino al mundo para compartir la alegría (Jn 15, 11). “Los discípulos se llenaron de alegría al ver a Jesús” (Jn.20,20).

Vamos descubriendo que podemos ser felices, dichosos, lo cual no excluye el dolor, ni las contradicciones ni contrariedades. Y desde la madurez humana y la esperanza, fruto del Resucitado, surge cierta alegría personal y comunitaria, que se hace compromiso en la vida real; y en contacto con el Jesús histórico nos comprometemos con los empobrecidos, excluidos, “lo sobrante”, “lo descartable”.

Y también nos ocurre que, cuando fallamos, Jesús nos sorprende con la alegría del perdón y de la reconciliación

Desde mi juventud en el Seminario Agustino de Santa María de la Vid (Burgos), me han rondado dos pasiones: La pasión por Jesús, y, en consecuencia, por la justicia en el mundo

Hoy describo mi pasión por Jesús.

1. La persona de Jesús, marca referencial, distintiva, aparece tempranamente en mi vida. Te insistían mucho en el hijo de Dios, algún pedagogo excelente te presentaba la figura original de Jesús de Nazaret, concreto, histórico, el Mesías, el Cristo al que la Iglesia debe su existencia

No me costó identificarme con este pensamiento lúcido de un teólogo eminente. “El nombre de Jesús es como el ‘hilo dorado’ en el gran tapiz de la historia de la Iglesia. Aunque, a menudo, el tapiz aparece deshilachado y mugriento, ese hilo vuelve siempre a penetrar en la tela”.

2. Discípulo, en seguimiento de Jesús. En ese proceso está presente Jesús, no triunfante, sino doliente. El Mesías actúa, sana, cura y cuida las relaciones humanas. Se identifica con las víctimas. Él mismo es víctima. Realiza su misión entre golpes y humillaciones, pero Jesús no se queda en el victimismo. La solidaridad con las victimas es fecunda y fuente de vida. Como profeta se ubica en medio de los pobres y se ocupa de ellos con misericordia, con pasión y ternura, dejándoles ser protagonistas.

Y desde esa pasión sentida por Jesús, voy intuyendo y descubriendo las nuevas presencias y escenarios: Migrantes, refugiados, prófugos…

No es difícil ir descubriendo la “eclesialidad de frontera”, que se traduce en otro modo factible de ser Iglesia, con otro estilo, otras lógicas significativas en los nuevos espacios culturales, sociales, muy complejos y diferentes. No se puede evangelizar hoy con los medios de ayer.

3. En el camino te sorprende lo central del mensaje de Jesús: La dicha y la bienaventuranza. El verdadero bienaventurado crea bienaventuranza. Te hace feliz. El Señor es la bienaventuranza. Él convierte el despojo en gracia y a los despojados en agraciados, porque ya tienen Padre, ya tienen familia, ya tienen mesa, ya tienen amino.

La bienaventuranza es la misericordia de las manos de Jesús. La bienaventuranza es la misericordia de las manos de Jesús que pasa a mis manos. Lo acojo esa ternura en mis manos y se la paso a los hermanos, mientras Jesús sostiene mis manos.

4. Desde los dichos y hechos de Jesús, he ido descubriendo al Dios de Jesús. Un Dios padre-madre, ternura, compasión, volcado sobre nosotros para que nosotros seamos de verdad felices.

5. Para desencadenar la tierra hay que cuidar la mirada sobre la realidad y no hay otra mirada que la mirada de Jesús, una mirada llena de ternura, compasión, saber sufrir con el otro, que refleja el rostro de Dios.

6. La espiritualidad llega a su culmen en ese encuentro diario con Jesús, sacramento originario del encuentro del hombre y de la mujer con Dios. Y así empiezas a vivir la experiencia profunda de Dios, sin desengancharte de la historia, en sus alegrías y tristezas, esperanzas y angustias; y sin querer, desenmascaras el ateísmo del ritualismo y de todas las formas religiosas que no producen frutos de amor, justicia y bondad. Pero por ahí siempre te amenaza la huella martirial.

7. Para mí lo más maravilloso del encuentro vivido, alimentado, celebrado y saboreado con Jesús de Nazaret, estriba en poder estrenar vida todas las mañanas y ser capaz de aceptar la vida, no como un fardo pesado, sino como un reto, un camino abierto al compartir y a la solidaridad.

Lo que es Jesús para mí en ese encuentro paz, alegría, ganas de vivir…, eso mismo tengo que ser yo para los demás. Eso te permite “estar fresco” en la vida, que es muy distinto de ser fresco.

En definitiva, para mí Jesús de Nazaret se traduce en una experiencia de fiesta, libertad y alegría, a pesar de todas las noches oscuras

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